Desde la llegada del COVID-19, el mundo de la ciencia estableció que la única forma de prevenir la enfermedad, sin una cura efectiva, era con una serie de medidas preventivas, entre ellas el uso del tapabocas. Hoy a casi un año de una nueva normalidad, su uso es una obviedad.
De hecho, el director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, Robert Redfield, al testificar ante un subcomité del Senado de Estados Unidos, sugirió que las mascarillas pueden ser incluso más efectivas que una vacuna para limitar la propagación del COVID-19: “Son la herramienta de salud pública más importante y poderosa que tenemos”.
En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió nuevas recomendaciones sobre el uso de mascarillas protectoras durante la pandemia de COVID-19, que entre otras cosas desaconsejan el uso de aquellas que tienen válvulas, tanto entre el personal sanitario como en la población general.
En estas mascarillas, insiste la OMS, no son recomendables las válvulas, ya que anulan la filtración y por ello “son inservibles para el control”.
En la nueva guía de recomendaciones se subraya que el usuario de ese tipo de mascarillas podría exhalar aire no lo suficientemente filtrado.
Por otro lado, la OMS sigue recomendando a todo el personal sanitario el uso de mascarillas médicas (las habituales en quirófanos, por ejemplo) en zonas con menor riesgo de contagio aéreo (por aerosoles) y las de mayor protección (N95, FFP2, FFP3) en zonas de mayor riesgo, por ejemplo áreas de atención a pacientes con COVID-19
Para el público general, en zonas de transmisión comunitaria del coronavirus, la OMS recomienda el uso de mascarillas no médicas, es decir, los tapabocas en zonas interiores tales como tiendas, oficinas o escuelas, si no se puede garantizar una distancia física de al menos un metro entre los presentes.
Las mascarillas médicas son principalmente recomendadas para grupos de riesgo tales como ancianos y personas con enfermedades pulmonares crónicas, cáncer, diabetes o problemas cardiovasculares, en contextos donde no puede garantizarse la distancia física de al menos un metro.
También se recomienda el uso en todo momento de mascarillas médicas en cuidadores y otras personas que comparten espacio con pacientes de COVID-19 sospechosos o confirmados.
Los niños y la mascarilla
La OMS no recomienda el uso de mascarillas en niños menores de cinco años, en pos de la seguridad y el interés general del niño y dada su incapacidad de utilizar adecuadamente una mascarilla con una asistencia mínima.
Para los niños entre 6 y 11 años, la OMS y el UNICEF recomiendan que la decisión de utilizar mascarillas en base en los siguientes factores:
-Si hay transmisión generalizada en el área donde reside el niño
-La capacidad del niño para utilizar la mascarilla de forma segura y adecuada
-El acceso a las mascarillas, así como su lavado y cambio en determinados lugares
-La supervisión adecuada de un adulto y las instrucciones para el niño sobre cómo ponerse, quitarse y llevar puesta la mascarilla de forma segura
-Las posibles repercusiones de llevar puesta una mascarilla sobre el aprendizaje y el desarrollo psicosocial, en consulta con el personal docente, los padres o cuidadores y los proveedores de servicios médicos
-Los entornos e interacciones específicos del niño con otras personas que corren un alto riesgo de sufrir una manifestación grave de la enfermedad, como las personas mayores y las que tienen otras afecciones de salud subyacentes.
Mientras que en los niños de más de 12 años se aplicarán las mismas recomendaciones que en los adultos, concluye la OMS.
Sobre las mascarillas de tela, la organización recomienda que estén elaboradas con tres capas: una exterior impermeable, una interior que permita el paso de la humedad, y una intermedia filtrante.
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