Después de los anuncios preliminares sobre la eficacia de varias vacunas candidatas contra el Sars-Cov 2, existe una creciente preocupación de que el deseo de ser el primero esté dando lugar a conclusiones apresuradas. Precios de acciones que se disparan, especulaciones, noticias que, en última instancia, pueden perjudicar la meta por lograr restablecer la sanidad pública.
En pocos días, grandes candidatas destacan sus elevados niveles de inmunidad contra el virus: del 90% la vacuna de Pfizer; del 92% la rusa Sputnik V; la de Moderna, más de un 94% de efectividad y del 90% la de Oxford-AstraZeneca, en el régimen de media dosis de la vacuna seguida de una dosis completa con un mes de diferencia. Sin embargo, los resultados divulgados, más allá de haber levantado el ánimo, también han llevado a parte de la comunidad científica a cuestionar la falta de suficiente evidencia para respaldar tales afirmaciones.
Para algunos, la carrera por una vacuna contra el coronavirus tuvo un golpe sorpresivo cuando Rusia anunció que había logrado mejores resultados que Pfizer, sobre la base de que la versión estadounidense no sería “completamente viable”. Después llegó la noticia más auspiciosa de Moderna, con un presunto éxito casi 95 por ciento y una implementación más amigable.
Lo cierto es que los mensajes trajeron la sensación de que la velocidad puede atentar contra la confiabilidad. Así parece, en especial, en la primera fase que la vacuna comience a estar disponible.
Por el contrario, aunque las encuestas indican que una inmensa mayoría está a favor de su inoculación, la necesidad de una masividad requerirá de un enorme trabajo educativo. Mejorar la información sanitaria y la educación sería más prometedor, a largo plazo, que una obligación, en un contexto donde la desinformación, en ciertos casos intencionadas, incrementa las dudas y teorías conspirativas.
Ansiedad versus confianza
Eleanor Riley, profesora de inmunología y enfermedades infecciosas en la Universidad de Edimburgo, advirtió que los grupos de vacunas pueden estar corriendo hacia la meta a expensas de la salud pública. Respecto a los resultados, indicó: “Si bien es alentador, preocupa que estos datos se hayan publicado rápidamente”
Para la académica, “no estamos frente a una competencia. Necesitamos que todos los ensayos se lleven a cabo con los más altos estándares posibles, y es particularmente importante que se cumplan los criterios preestablecidos para eliminar el cegamiento de los datos del ensayo a fin de evitar un selección selectiva de información”.
El excesivo ruido informativo podría hacer correr el riesgo de que el público pierda la confianza en todas las vacunas, lo que sería un problema.
Consultado por el diario El País de España, el presidente de la Asociación Española de Vacunología, Amós García Rojas, pidió prudencia a los adelantos de los laboratorios. Con respecto a la prisa, y al riesgo que esto pone en la seguridad del fármaco, Rojas sostuvo que “la rapidez informativa puede generar algunas dudas e interrogantes en la ciudadanía”.
“Eso sí que me preocupa. Parece que estamos asistiendo a una carrera de la vacuna según la empresa. Y eso no es bueno porque genera inquietud en la ciudadanía. Lo lógico es que se presentan los resultados en los medios científicos y poco a poco fuéramos viendo el impacto”.
Regulaciones informativas
En esa línea algunos países diseñaron leyes contra la difusión de información que sea perjudicial para la salud pública. Singapur ha llevado a cabo recientemente cuatro enjuiciamientos por delitos de coronavirus en virtud de su Ley de Protección contra Falsedades y Manipulación en Línea (POFMA). Imitando intenciones, tecnológicas como Google, Facebook y Twitter también están obligadas legalmente a corregir o eliminar la información errónea, sesgada o falsa. La profesora Melinda Mills, directora del Centro Leverhulme de Ciencias Demográficas de la Universidad de Oxford, dijo a la prensa británica que “era fundamental abordar las preocupaciones genuinas sobre la vacuna y evitar que los hechos engañosos se difundan en Internet”.
Los análisis de los ensayos se basan en datos provisionales. Un ex director del gigante farmacéutico GSK le dijo al inglés The Telegraph que estaba “completamente consternado” de que se hubieran publicado datos de ensayos clínicos antes de la revisión por pares.
Los antivacunas en aumento
Las conclusiones apresuradas tienen un correlato en el aumento de los movimientos anti-vacunas. Varias encuestas publicadas en los últimos días muestran este fenómeno.
El país con una resistencia más creciente es Francia. Uno de cada dos franceses no tiene la intención de vacunarse contra la enfermedad. Hay quienes todavía desean estar seguros sobre la próxima vacuna y quienes, estructuralmente, están en contra de las vacunas.
Según Odoxa, los intransigentes, los que “rechazan sistemáticamente cualquier tipo de vacuna”, representan el 15% de los franceses. En 2015 eran solo el 10%.
Céline Bracq, directora general de la encuestadora citada por la prensa gala, analiza: “Los franceses cuestionan de manera más sistemática los méritos de ciertos avances. Esto es válido para los medicamentos y las vacunas “. Otro trabajo de Ipsos, que publicó un estudio en 15 países a principios de noviembre, revela que es en Francia donde el consentimiento para vacunarse contra COVID es el más bajo .
En España, también un segmento de la población mira a los fármacos con más recelo que optimismo. El 24,1% se vacunaría lo antes posible contra la coronavirus, pero el 36,9% elegiría esperar un tiempo antes de hacerlo, un 20,6% solo se pincharía de ser estrictamente necesario y el 13,1% ni se plantea hacerlo. Son datos de la encuesta de 40dB.
Cuando se analiza la resistencia, se va más allá de la esfera de la conspiración. Los movimientos antivacunas encuentran una caja de resonancia en las redes sociales. En Twitter e Instagram, aquellos con una gran audiencia “influencers” también juegan un papel central. “Cuando alguien tiene 1 millón de suscriptores, el impacto es claro porque estos seguidores confían en él”, apuntan especialistas en redes.
Hay un ecosistema que permite la promoción de contenidos antivacunas. Los algoritmos actúan recomendándolos cientos de millones de veces. “Las plataformas se alimentan entre sí, creando una repetición de teorías infundadas. Esta repetición masiva consigue convencer a una parte de la población”, analiza el especialista en algoritmos Guillaume Chaslot, fundador de la organización Algo Transparencia y ex empleado de Youtube.
Recién con conclusiones preliminares, sin publicaciones y revisiones por pares, los anuncios apresurados complican un plan masivo de vacunación, clave para un éxito en la lucha contra el COVID-19. Las preguntas que ahora siguen por responder son: ¿Podría la ansiedad complicar la solución para esta crisis?, ¿La obligatoriedad podría ser la receta a este temor?
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