STAT 2020, la cumbre que congrega a lo mejor de la medicina, tecnología y a varios líderes mundiales que luchan contra la pandemia por la enfermedad COVID-19, llegó a su fin. En cuatro enriquecedoras jornadas en las que participó en exclusiva Infobae y donde los asistentes pudieron seguir actualizándose de las novedades más relevantes de este virus y de las principales tendencias en materia de salud y biotecnología, el último día se vio marcado por la inteligencia artificial aplicada a la lucha contra el COVID-19, y el desafío y la novedad que implican los escépticos de las vacunas, a la hora de poder lograr la tan deseada inmunidad de rebaño.
Para ello, los organizadores del importante evento convocaron por un lado a la primera ganadora del Premio a la Inteligencia Artificial en Beneficio de la Humanidad, Regina Barzilay y a la vicepresidenta de la Fundación Clinton, escritora periodista y emprendedora Chelsea Clinton.
Tecnología vs. COVID-19
El potencial de la inteligencia artificial (IA) en medicina es inmenso y “no podremos aprovecharnos de ella si no empezamos a confiar en sus beneficios, algo que el coronavirus ha dejado en evidencia. La IA habría detectado mi cáncer dos años antes del diagnóstico”, explicó Regina Barzilay.
La investigadora comenzó su carrera trabajando en el procesamiento del lenguaje natural después de sobrevivir a un cáncer de mama en 2014, que cambió su enfoque a los algoritmos de aprendizaje automático para detectar el cáncer y diseñar nuevos medicamentos. La profesora del Laboratorio de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial (IA) del MIT (CSAIL, por sus siglas en inglés) ha sido la primera persona en ganar el nuevo premio Squirrel AI Award for Artificial Intelligence for the Benefit of Humanity (Premio a la Inteligencia Artificial en Beneficio de la Humanidad), que reconoce la investigación extraordinaria en IA. El galardón será entregado en febrero de 2021 por la Asociación para el Avance de la Inteligencia Artificial (AAAI) y ofrece un millón de dólares, patrocinado por la empresa china de educación online Squirrel AI, y se sitúa en el mismo nivel económico que el Premio Nobel y el Turing en informática. Fue considerada merecedora del galardón por sus estudios en la detección del cáncer y el descubrimiento de nuevos fármacos con el método de inteligencia artificial.
La IA tiene el poder de ayudar a poner fin a la pandemia de COVID-19. No solo se pueden usar técnicas de aprendizaje automático y procesamiento del lenguaje natural para rastrear e informar las tasas de infección por COVID-19 sino que también se pueden usar otras técnicas de inteligencia artificial para tomar decisiones más inteligentes sobre todo, desde cuándo los estados deberían reabrir hasta cómo se diseñan las vacunas. Ahora, los investigadores del MIT que trabajan en siete proyectos innovadores sobre COVID-19 recibirán fondos para desarrollar y aplicar más rápidamente nuevas técnicas de inteligencia artificial para mejorar la respuesta médica y ralentizar la propagación de la pandemia.
“Usamos traducción automática y sistemas de recomendación todo el tiempo -asegura Barzilay-, pero nadie los considera tecnología sofisticada, nadie los cuestiona. Pero en otras áreas de nuestra vida que son cruciales para el bienestar, como la atención médica, la IA aún no tiene la aceptación de la sociedad”.
A principios de este año, se formó el Instituto de Transformación Digital C3.ai (C3.ai DTI), con el objetivo de atraer a los principales científicos del mundo para que se unan en un esfuerzo coordinado e innovador para avanzar en la transformación digital de empresas, gobiernos y sociedad. El consorcio se dedica a acelerar los avances en la investigación y a combinar el aprendizaje automático, la inteligencia artificial, Internet de las cosas, la ética y las políticas públicas, para mejorar los resultados sociales. El MIT, bajo los auspicios, se unió junto Microsoft Corporation, la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, la Universidad de California en Berkeley, la Universidad de Princeton, la Universidad de Chicago, Carnegie Mellon University y, más recientemente, Stanford University.
La convocatoria inicial de propuestas de proyectos tenía como objetivo aceptar el desafío de reducir la propagación de COVID-19 y promover el conocimiento, la ciencia y las tecnologías para mitigar el impacto de las pandemias mediante el uso de IA. De un total de 200 propuestas de investigación, se seleccionaron 26 proyectos y se otorgaron $5,4 millones para continuar la investigación de IA para mitigar el impacto de COVID-19 en las áreas de medicina, planificación urbana y políticas públicas.
En abril, una computadora que revisaba los registros médicos confirmó que la falta de olfato y sabor, que se había informado principalmente de manera anecdótica, era uno de los primeros síntomas de infección, un descubrimiento que influyó en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades para agregar anosmia a lista de síntomas. En junio, una inmersión profunda en los registros de casi 8.000 pacientes descubrió que, si bien solo una pequeña fracción tenía coágulos sanguíneos obvios y catastróficos, casi todos tenían cambios preocupantes en la coagulación sanguínea.
“Cuando la tecnología pasó de la energía del vapor a la electricidad, los primeros intentos de llevar la electricidad a la industria no tuvieron mucho éxito porque la gente simplemente se limitó a replicar las máquinas de vapor -explicó la científica-. Creo que con la IA ahora está pasando algo similar. Debemos descubrir cómo integrar en muchos campos diferentes: no sólo en atención médica, sino también en educación, en diseño de materiales, en planificación urbanística, etc. Por supuesto, queda bastante por hacer en el lado de la tecnología, incluida la creación de mejores algoritmos”.
Para la especialista la IA está avanzando en muchos espacios cotidianos que no son de riesgo y cuyo fracaso es de baja incidencia. Expuso como ejemplo, la utópica traducción incorrecta de Google. Pero eso no le vale a un médico. “Si a un paciente le da un tratamiento erróneo o si se equivoca con un diagnóstico, las consecuencias son realmente graves”, dijo.
Muchos algoritmos pueden hacer las cosas mejor que los humanos. “Pero siempre confiamos en nuestras propias intuiciones, en nuestra propia mente, más que en algo que no entendemos. Debemos dar a los médicos razones para confiar en la IA. La FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos) está analizando este problema, pero creo que está muy lejos de resolverse en cualquier lugar del mundo”, sostuvo.
No fue hasta hace relativamente poco que la IA se volvió más aceptada como una herramienta para localizar “señales” para guiar a los investigadores, en lugar de como un método para generar conclusiones definitivas. El COVID-19 ha sido una gran parte de ese cambio.
Uno de los nuevos proyectos de datos más ambiciosos está dirigido por Maryellen Giger, profesora de radiología en la Universidad de Chicago. Giger está trabajando con las tres principales sociedades de imágenes médicas para crear un depósito de código abierto de 60.000 imágenes de COVID-19, con un enfoque en radiografías de tórax.
En los Estados Unidos, el método dominante para diagnosticar la enfermedad por coronavirus ha sido a través de las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa, que miden la presencia de ADN viral en la cavidad nasal. Las deficiencias de esa estrategia están bien documentadas; las pruebas son solo algo confiables, y ha habido un gran retraso para obtener resultados en algunas áreas, lo que a veces las hace inútiles para controlar la transmisión.
Durante la crisis en Wuhan, por el contrario, algunos médicos chinos utilizaron imágenes de tórax como parte de sus diagnósticos y descubrieron que incluso aquellos sin síntomas a veces tenían las reveladoras “opacidades en vidrio esmerilado” que mostraban su infección.
La investigadora está buscando probar esos informes anecdóticos y dijo que los primeros análisis de IA que miran píxel a píxel sugieren que las imágenes podrían ser útiles no solo como una herramienta de diagnóstico sino también como una forma de monitorear la progresión de la enfermedad.
Los movimientos antivacunas y la misión de convencer a los escépticos
Chelsea Clinton, emprendedora, escritora y periodista estadounidense, hija única de Bill y Hillary Clinton y vicepresidenta de la Fundación Clinton, fue la encargada de darle un cierre con broche de oro a la cuarta y última jornada de STAT 2020, la cumbre de biotecnología más importante de los Estados Unidos, y se refirió a un aspecto clave de cara al momento actual que atraviesa la comunidad científica: cómo abordar a las personas que desconfían y son escépticos en relación a las vacunas.
En un panel denominado Persuadir a los escépticos de las vacunas moderado por la periodista especializada en enfermedades infectocontagiosas Helen Branswell, la ex Primera Hija de los Estados Unidos de América comenzó su participación destacando la labor de los investigadores en la lucha contra el virus SARS-CoV-2: “Lo que nuestros científicos vienen haciendo es extraordinario, necesitamos redoblar los esfuerzos para ayudar a empezar a crear una demanda pública ante una eventual y cada vez más cercana vacuna contra COVID-19, un trabajo que aún no ha comenzado”.
“Con optimismo, para enero de 2020 o 2021 veremos que los CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos) empezarán a hacer este trabajo, pero no podemos esperar, la administración Biden-Harris debe moverse de la forma lo más robusta posible en este sentido”, apuntó Chelsea, en el marco de esta jornada de la cumbre en la que participó en exclusiva Infobae. La vicepresidenta de la Fundación Clinton vaticinó que “más pronto que tarde podremos ver ese esfuerzo robusto puesto en marcha”.
Clinton expresó su preocupación: “Estamos perdiendo el tiempo cada día que pasa, espero que se puedan sentar las bases para un trabajo que incluya a todos, no se trata de campañas de vacunación de dos meses, los esfuerzos para aplicar la vacuna contra COVID-19 será una campaña a emprender durante los próximos años”.
“Las autoridades de todos los niveles, desde el más pequeño y local hasta el nacional deben encolumnarse en el difícil pero sumamente importante misión de hacer que las personas se interesen por aplicarse la vacuna contra el nuevo coronavirus”, manifestó Chelsea, al mismo tiempo que advirtió que este objetivo se topa con difíciles e importantes obstáculos tales como “la falta de confianza hacia las compañías farmacéuticas, los movimientos anti mascarillas o los ya conocidos por todos antivacunas”.
En este sentido, profundizó: “El movimiento antivacuna pre COVID-19 capitalizó los traumas de este momento histórico que generó la pandemia con sus esquemas de confinamiento y creó alianzas con los movimientos antimascarillas (tapabocas) y otros grupos de personas anticiencia. Todas estas teorías conspirativas no se irán a ningún lado”.
Para combatir este nivel de desinformación o falsas creencias, para la escritora y emprendedora, “necesitamos mensajes direccionados para las diferentes audiencias. Lo hemos puesto en práctica en muchas experiencias comunicacionales de vacunación y han demostrado ser efectivas contra las teorías conspirativas. Debemos hablar con las personas, tratar de responderles sus dudas sobre las vacunas contra COVID-19, la parte burocrática y combatir con información dura el trauma que alimentaron los movimientos que están en contra de las vacunas; es muy importante que alentemos a que las personas usen mascarilla en todo momento, a lo largo y ancho del país”.
Tras ser consultada por la periodista Helen Branswell en relación a cómo llegar a los más escépticos, precisó: “Debemos hacer un mucho mejor trabajo educacional, sobre todo en los currículos escolares relativos a la ciencia y a la biología, en nuestro esquema actual lo que se exige es muy poco relativo a la salud pública”.
Y añadió: “Se deben incluir clases de ética y biología, debemos hacer un mejor trabajo en enseñarle a los niños qué responsabilidades le conciernen al Estado, cuáles a los ciudadanos en general y que entiendan qué es la Salud Pública y qué implica. Debemos ayudar a los niños a entender estos conceptos, se trata de estrategias a largo plazo, y que deben ser abordadas por todos los comunicadores también”. “En este sentido las redes sociales y los medios de comunicación no tradicionales serán fundamentales, esenciales“, completó.
Sobre la comunidad afroamericana, latina y la desconfianza en las autoridades, Chelsea Clinton alegó: “Garantizar la igualdad y la equidad es la clave, estamos muy agradecidos por todo el trabajo que la Academia Nacional de Ciencias hizo en este sentido, para planificar que la vacuna contra COVID-19 llegue a todos estas comunidades que se ven fuertemente golpeadas por la pandemia; vemos que necesitamos mensajes dirigidos en particular a cada audiencia y apuntados a los grupos de cada una de las comunidades en particular”.
“Estoy tan preocupada por nuestras fallas para hacer un trabajo sólido al comunicar qué es y qué no es la vacuna COVID-19 y qué pasos se están tomando para garantizar que sea segura”, advirtió Chelsea, quien recomendó valerse de las herramientas que brindan las redes sociales: “Al menos están trabajando en este sentido, tomando importante pasos para advertir cuando se trata de información falsa y compartiendo aquella que surge de fuentes oficiales y confiables”.
La cumbre STAT 2020, congregó durante cuatro jornadas a lo mejor de la medicina, tecnología y a varios líderes mundiales que luchan contra la pandemia por la enfermedad COVID-19. Finalizó así hoy con palabras de cierre a cargo de Kabir Nath, presidente y director ejecutivo de Otsuka North America Pharmaceutical Business. Los asistentes pudieron seguir actualizándose de las últimas novedades más relevantes de este virus y de las principales tendencias en materia de salud y biotecnología.
SEGUÍ LEYENDO: