La llegada de una vacuna para combatir el COVID-19 parece estar cada vez más cerca. No se sabe cuál ni cuándo estará la indicada pero hay algo claro sobre la futura vacunación: los primeros en recibirla serán las personas mayores que conforman el grupo de riesgo, aquellos que tengan una enfermedad de base y el personal de salud.
Y es que las tendencias en las muertes por coronavirus por edad han sido claras desde principios de la pandemia: los adultos mayores de 50 años son el grupo demográfico con mayor riesgo a la enfermedad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que las personas mayores son más vulnerables al COVID-19 porque poseen un sistema inmune más débil y en muchos casos presentan una o varias enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, afecciones cardiovasculares y pulmonares (EPOC), por lo que su capacidad para responder a las infecciones es menor
De hecho, un análisis de la prestigiosa revista científica Nature determinó que por cada 1.000 personas infectadas con el coronavirus que tienen menos de 50 años, casi ninguna morirá. Para las personas de cincuenta y sesenta años, morirán alrededor de cinco, más hombres que mujeres. Luego, el riesgo aumenta abruptamente a medida que se acumulan los años. Por cada 1.000 personas de setenta o más años que están infectadas, morirán alrededor de 116. Estas son las duras estadísticas obtenidas por algunos de los primeros estudios detallados sobre el riesgo de mortalidad por COVID-19.
Lo cierto es que la OMS está creando directrices para la distribución ética de vacunas contra el COVID-19. Según Swaminathan, la experta de la OMS, la prioridad serán los que están en primera línea de riesgo, como médicos y policías, así como los más vulnerables a la enfermedad, que son ancianos y diabéticos, a lo que se añade las personas expuestas en zonas de alta transmisión como barrios marginales. “Hay que comenzar con los más vulnerables y luego vacunar de manera progresiva a más gente”, dijo.
Debido a la naturaleza de la enfermedad, los factores principales a tener en cuenta al estudiar una vacuna fueron: los adultos mayores y los efectos secundarios. Pero, ¿qué desglosan las principales candidatas sobre este grupo etario?
Oxford-AstraZeneca
La vacuna de Oxford-AstraZeneca publicó hoy los resultados finales de la Fase II de la vacuna de Oxford-AstraZeneca que reveló que es segura en personas mayores sanas y provoca una respuesta inmune.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores probaron el preparado, llamado ChAdOx1 nCoV-19, en un experimento con 560 adultos sanos, entre ellos 240 de más de 70 años, con el objetivo de observar su impacto en el sistema inmune y posibles efectos secundarios siendo la vacuna que más adultos mayores tuvo en sus ensayos.
Los “prometedores resultados preliminares” indican que esta vacuna contra el virus SARS-CoV-2 ofrece “similares resultados de seguridad e inmunogenicidad en los adultos sanos de más edad que en aquellos de entre 18 y 55 años”. Los efectos secundarios fueron incluso menos comunes en los adultos mayores que en los más jóvenes, y la respuesta inmune fue “similar” en todos los grupos de edad tras la dosis de refuerzo.
De acuerdo con el estudio, la vacuna británica genera una respuesta de las células T (capaces de encontrar y atacar células infectadas por el virus) a los catorce días de la primera dosis, y una respuesta de anticuerpos a los 28 días de la dosis de refuerzo (que atacarían al virus cuando circulase por la sangre o sistema linfático).
Los autores apuntan que la Fase III de las pruebas clínicas, que está en marcha, debe confirmar estos resultados y determinar “hasta qué punto la vacuna es efectiva para proteger de la infección por SARS-CoV-2” en un grupo más amplio y heterogéneo de personas, que incluya gente de edad avanzada con patologías previas.
Los autores reconocen que su experimento “tiene limitaciones”, por ejemplo que las personas más mayores tenían una media de edad de 73 o 74 años y estaban sanas, lo que no refleja la situación en las residencias de ancianos.
Pfizer
La farmacéutica estadounidense Pfizer y su socio alemán BioNTech dijeron que el producto se presentará para la aprobación regulatoria “en unos días”, después de que su análisis final sugiriera que el medicamento es incluso más eficaz de lo que se pensaba. Los resultados mostraron además que la vacuna protege a las personas mayores con mayor riesgo de morir por COVID-19.
La candidata que anunció que su eficacia era del 95% también aseguró que su vacuna fue más del 94% efectiva en adultos mayores de 65 años, aunque no está claro cómo la compañía determinó la efectividad en adultos mayores, con solo ocho infecciones en el grupo vacunado para analizar y no se proporcionó un desglose de las edades de esas personas.
La compañía no reveló detalles de seguridad, pero dijo que no se han reportado efectos secundarios graves de la vacuna, y el problema más común es la fatiga después de la segunda dosis de la vacuna, que afecta aproximadamente al 4% de los participantes.
Moderna
Al grupo de las que testearon en personas mayores se suma la vacuna de Moderna con una eficacia del 94,5%. Los científicos estudiaron a 40 adultos de 56 a 70 años y de 71 años o más y llegaron a la conclusión de que la vacuna produjo respuestas inmunes aproximadamente en línea con las observadas en adultos más jóvenes.
El equipo encontró que en los adultos mayores que recibieron dos inyecciones de la dosis de 100 microgramos con 28 días de diferencia, la vacuna produjo respuestas inmunes aproximadamente en línea con las observadas en adultos más jóvenes.
Las empresas que están en carrera para el desarrollo de una vacuna tienen como objetivo que éstas impidan que al menos el 50% de las personas vacunadas contraigan COVID-19 sintomático, la definición de éxito en la directriz de la FDA, pero esperan una eficacia del 60% o más. Incluso el 60% no sería suficiente para alcanzar la inmunidad colectiva, en la que una parte suficiente de la población tiene inmunidad derivada de la vacuna para detener la propagación de la enfermedad, explicó Thomas Lumley, bioestadístico de la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda.
SEGUÍ LEYENDO