El tiempo es oro. Esa frase que se escucha a diario una y otra vez pareciera ser la indicada para describir lo importante que es no dejar pasar ni un minuto más entre que una persona sufre un accidente cerebrovascular (ACV) hasta que es derivado a un hospital o a un centro para que sea atendido ya que de eso dependen las secuelas y el tratamiento que se le brindará a la persona.
Para el prestigioso doctor Pedro Lylyk, presidente de la Asociación Argentina de Ataque Cerebral, de la Fundación para el Estudio de las Neurociencias y la Radiología Intervencionista (FENERI) y director general del equipo de neurocirugía endovascular y radiología intervencionista (ENERI), el ACV es un problema serio: “Tenemos que combatirlo. Es la primera causa de muerte asociada a la enfermedad cardiovascular en la República Argentina y la primer causa de discapacidad. Es un enemigo poderoso. Pero tenemos buenas noticias, podemos prevenirlo y tratarlo”.
Cada 29 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el Accidente Cerebrovascular (ACV), una enfermedad que es prevenible y que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) afecta a unas 15 millones de personas en todo el mundo. De este grupo, 5 millones mueren y otros 5 millones sufren una discapacidad de por vida.
El ataque cerebral es una afección causada por la súbita pérdida de flujo sanguíneo cerebral (isquémico) o por el sangrado (hemorrágico) dentro de la cabeza. Cualquiera de las dos situaciones puede provocar que las neuronas se debiliten o mueran, ya que sin oxígeno las células nerviosas no pueden funcionar. Las partes del cuerpo controladas por las regiones del cerebro afectadas, consecuentemente, también dejan de funcionar.
Los principales factores de riesgo son la hipertensión arterial (presente en casi el 80% de los pacientes que sufren un ataque cerebral en la Argentina), diabetes (el 22% de los pacientes que sufren un ataque cerebral son diabéticos), tabaquismo (aumenta el riesgo entre un 50% y un 70%, siendo mayor el impacto en las mujeres), el colesterol alto y el alcoholismo.
“Esta fecha nos encuentra en un contexto muy duro debido a la pandemia donde a medida que íbamos conociendo más sobre el nuevo coronavirus supimos que no era únicamente una enfermedad respiratoria sino también una enfermedad que afectaba al sistema neurológico central”, explicó a este medio Lylyk.
En este sentido, el profesional explicó que de a poco se fueron conociendo estudios que establecían una posible relación entre coronavirus y los accidentes cerebrovasculares, lo que despertó nuevas alarmas sobre los efectos de la enfermedad, mientras que otra investigación reveló que los pacientes no acudían rápido a las consultas debido a la pandemia: “Los hallazgos decían que las personas tardaban dos horas más para llegar, si por minuto se pierden dos millones de neuronas es extremadamente peligroso ponerse a sacar las cuentas de cuántas neuronas se perdieron por lo que tardaron en llegar”.
“A través de la asociación hicimos encuestas y es interesante porque vimos cómo la gente conocía más los factores de riesgo y cómo prevenirlo pero no sabía que hacer en el momento agudo. Ante los primeros signos no se tiene que dejar la consulta para el otro día, sino que hay que concurrir a un centro especializado y dejar que los profesionales puedan ver qué le pasa al cerebro. Es muy importante que el paciente llegue rápido”, enfatizó el especialista.
Lo cierto es que el COVID-19 hizo que muchas personas no acudieran a la consulta o dejen pasar los días pensando que era algo pasajero: “Todos llegaron mucho más tarde y eso aumenta la mortalidad. En los que quedan vivos, el 70% queda discapacitado. Esto tiene un impacto directo en el paciente, en la familia ya que tienen que rearmar toda su vida y en la sociedad que tiene que acompañar esta discapacidad. Por eso es muy importante que se muevan rápido”.
¿Cómo identificar las señales del ACV? Existen tres signos principales del ACV que a simple vista se perciben en el cuerpo y pueden resumirse en la sigla HaBraSo: es indispensable prestar especial atención al HAbla, los BRAzos y la SOnrisa. Si la persona se expresa con dificultad o le cuesta articular su discurso, levanta ambos brazos hacia adelante y uno de ellos cae, o bien, si sonríe de forma asimétrica, se debe llamar inmediatamente a una ambulancia porque, cada minuto cuenta.
Otros signos a los que se debe prestar atención:
-Dolor de cabeza de gran intensidad
-Pérdida de la visión de un ojo o visión borrosa
-Dificultad para coordinar los movimientos, mareos,vértigo, dificultad para caminar
Otros síntomas importantes, pero menos comunes son: náusea y vómito repentinos, pero diferentes a los de una enfermedad por virus debido a la rapidez con que se presentan (en minutos u horas, en lugar de tardar varios días) y desmayo breve o período de pérdida del conocimiento (desvanecimiento, confusión, convulsiones o coma).
En caso de identificar alguna de estas señales, hay que acostar a la persona para que no se caiga, teniendo la precaución que sea sobre uno de sus lados; llamar rápidamente al servicio de emergencias, no administrar ninguna medicación y recordar la hora de inicio de síntomas para informársela a los profesionales.
Entre las secuelas más comunes del ACV se encuentran las que comprometen distintos dominios neurológicos afectando la motricidad, la sensibilidad, el habla, el lenguaje, la deglución, la vista, las funciones cognitivas y el ánimo, entre otras. Por otra parte, 18% de los casos vuelve a padecer un nuevo ACV después del primer año. Es por ello que los objetivos fundamentales en el tratamiento de estos pacientes radica en prevención de futuros episodios vasculares cerebrales y conseguir la recuperación de los síntomas presentes.
Por último, el tratamiento varía según el tipo de ataque cerebral, edad, estado de salud y el tiempo transcurrido. El más común son los anticoagulantes y antiplaquetarios y su efectividad depende de que sean aplicados dentro de las tres primeras horas de presentados los síntomas, tratando de disolver el coágulo o controlando la hemorragia. Luego, se requiere rehabilitación para ayudar a las personas a superar las secuelas causadas por el derrame.
Nunca es tarde es tarde para rehabilitarse. Resulta fundamental que el paciente comience un programa de rehabilitación interdisciplinario por un equipo de trabajo formado por neurólogos, kinesiólogos, fonoaudiólogos, nutricionistas, psiquiatras, psicólogos, fisiatras, terapistas ocupacionales, neuropsicólogos y musicoterapeutas.
“Cuanto más temprano acuda el especialista a la consulta más posibilidades de tratamiento tiene, es muy importante entender que el tiempo aquí es todo para poder actuar rápido y no dejar pasar más el tiempo", concluyó Lylyk.
SEGUÍ LEYENDO