En la vida existen imprevistos o contratiempos que se interponen y frustran nuestros planes. Sin embargo, la pandemia, producto del coronavirus COVID-19, para muchos significó mucho más que “una piedra en el camino”. En algunos casos, se tradujo en poner en pausa proyectos que fueron planificados con años y años de anticipación. Hoy, planear algo a futuro no parece ser algo viable.
La lista de proyectos sin concretar es eterna: casamientos, viajes, mudanzas, nacimientos, cumpleaños, aniversarios, entrevistas laborales... Y es que la llegada de la enfermedad y todo lo que desencadenó luego, como el aislamiento social preventivo y obligatorio, atravesó la vida de toda la población sin importar tiempo ni espacio.
¿El adiós a planear? Para Pedro Horvat, médico psiquiatra y psicoanalista, el problema de no poder planificar a largo plazo no impacta en el futuro sino en el efecto que produce en el presente: “Esto bloquea o conspira contra una de las funciones más importantes del pensamiento conocida como la función anticipatoria. La forma en la que nuestro pensamiento puede anticipar el futuro influye mucho sobre nuestro ánimo presente, no es solamente ir planeando porque sí, sino que influye en la seguridad del presente y esto ha estado afectado todo este tiempo porque hemos estado forzados ante la imposibilidad de imaginar el futuro en un presente que sea como el actual”.
De este modo, el especialista explicó que el ser humano además de planear por una cuestión de organización lo hace también para imaginar un futuro con objetivos cumplidos.
De acuerdo a Harry Campos Cervera, médico especialista en psiquiatría y miembro de APA, en la sociedad actual predomina la incertidumbre. “La pandemia en cuanto a la salud tiene una luz en el horizonte que es la posibilidad de que aparezca la vacuna, pero, por otro lado, hay una incertidumbre en el mundo sobre cuándo será ese momento, sumado a la incertidumbre que predomina en el plano de la economía. Es decir, estamos en un conjunto de situaciones de incertidumbre”, apuntó a este medio Cervera.
Y es que la vida diaria se vio invadida por nuevas conductas que se repiten una y otra vez y que fueron instaladas en la población con un mensaje fuerte y claro: son vitales para reducir el riesgo de contagiarse del virus COVID-19 que desde un principio fue concebido como un “enemigo invisible”. Y esas mismas conductas en pos de cuidarse y cuidar al otro son las que frustraron los proyectos personales.
En este sentido, hay dos grandes grupos que se vieron afectados en los proyectos: aquellos que nunca pudieron arrancar uno y otros que quedaron a medio camino de cumplirlos. “Los que no pudieron empezar a concretar sus planes se encuentran en una actitud completativa es decir, están esperando a ver qué sucede para reponerse. Lo que sí es seguro es que la gente no tiene una cronología de los proyectos porque no sabe cuándo lo va a poder realizar y eso en todos los ámbitos tiene un impacto enorme en el estado anímico y emocional”, enfatizó Cervera.
Y después, de acuerdo al especialista, se encuentra el grupo de los que no llegaron a realizar su plan y se encuentran en estado de pausa: “El estado de incertidumbre de no saber cuánto falta para poder retomar ese proyecto puede llegar a generar escenarios de depresión porque la persona imagina que todos los escenarios que vendrán son peores a lo que ya pasamos”.
Ante la permanente incertidumbre y una solución a la realidad que aún que no tiene respuesta, las personas han ido de a poco dejando de planificar el futuro. “Esta nueva realidad se traduce como dejar fluir el presente que tenemos sin una guía concreta que permita entender lo que sucede realmente”, apuntó Horvat.
Volver a empezar
Mientras la carrera por obtener una vacuna eficaz ingresa en la recta final, la ansiedad crece en todo el mundo que busca tener en sus manos una herramienta que pueda eliminar esta pandemia y poder concretar sus planes.
Al igual que cuando pasa un huracán y la ciudad empieza “desde cero”, una sensación similar tendrá la población cuando se encuentre la cura que ponga un punto final a la pandemia. Finalizar actividades que dejaron inconclusas, concretar mudanzas, casamientos, fiestas o irse de viaje son algunas de las más mencionadas por la población.
“El único horizonte que vislumbra la sociedad como un escape a la vieja realidad es el hallazgo de la cura, pero hasta ese entonces, son muchos los que seguirán posponiendo los planes que no concretaron y en cuanto a los que no esperaron seguirán planeando a corto plazo con lo que tienen a su alcance, hasta que la humanidad pueda a desenvolverse libremente sin una enfermedad”, enfatizó Campos Cervera.
¿La gente se animará a planear de nuevo a largo plazo? “Imagino que en un mundo con vacunas la sociedad regresa nuevamente de a poco a una ‘nueva normalidad’ donde las personas se animan a planificar no tan a largo plazo sino más a un mediano o corto plazo. En un escenario sin vacunas, imagino un mundo donde las personas se van arriesgando cada vez más, tomando decisiones en la imperiosa necesidad de recuperar lo perdido sobre la marcha”, enfatizó Horvat.
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