COVID-19: la tabla que ayuda a medir el riesgo de contagio en una reunión social

De cara a “aprender a convivir con el virus”, tal como pregonan muchos expertos, científicos de la Universidad de Oxford y el MIT elaboraron un semáforo de probabilidades de infectarse, según las características de los encuentros. Recomendaciones para antes, durante y después de juntarse con amigos o familia

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Para medir las variables, los investigadores tuvieron en cuenta tres niveles de riesgo, que identificaron como bajo, moderado y alto, con los colores verde, amarillo y rojo (Marcelo Regalado)
Para medir las variables, los investigadores tuvieron en cuenta tres niveles de riesgo, que identificaron como bajo, moderado y alto, con los colores verde, amarillo y rojo (Marcelo Regalado)

Desde el inicio de la pandemia por el COVID-19 mucho se habló de la “nueva normalidad” y de cómo esta extraordinaria situación sanitaria mundial cambiaría la vida tal como se la conocía antes de diciembre de 2019, cuando un nuevo virus hizo su aparición en Wuhan, China.

Mientras en Europa comienzan a enfrentar lo que parece será una segunda ola de la enfermedad, la llegada de los meses de calor -y el hartazgo social por los extensos confinamientos- llevan a que naturalmente las personas necesiten y deseen reunirse con sus seres queridos.

El médico infectólogo Roberto Debbag (MN 60253) prefirió hablar de “gestión del riesgo de contagio en la nueva realidad”. “No puede ser llamado ‘normal’ porque no es normal algo que tiene las características que tiene la vida tal como se plantea actualmente”, dijo ante la consulta de Infobae.

“El riesgo de infección está determinado por muchos factores y todos ellos están conectados. Aún no hay ningún estudio que determine el riesgo absoluto, pero queremos empoderar a la gente para que evalúe el riesgo relativo a cada situación”. Lydia Bourouiba es investigadora y una de las autoras del estudio publicado por la Universidad de Oxford y el Massachussetts Institute of Technology (MIT), en el que desarrollaron una tabla que ayuda a la gente a conocer y medir el riesgo de contagio cada vez que acuden a una reunión social.

La gráfica está dividida por el riesgo según el número de personas que asisten, si usan o no mascarilla, la actividad que hacen (silencio, gritar y cantar) y el nivel de ventilación del local.

Para medir las variables tienen en cuenta tres niveles de riesgo, que identificaron como bajo, moderado y alto, con los colores verde, amarillo y rojo.

Debbag, quien es vicepresidente de la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica, hizo hincapié en “empoderar a la gente a través de los comportamientos de espejo para una mejor gestión del riesgo”.

En ese sentido, precisó que “hay actividades que tienen mayor y otras menor riesgo; las variables son sin ninguna duda el estar expuestos al aire libre versus estar en ambientes cerrados y hacinados”. Y agregó a las conductas inseguras “las actividades que tienen que ver con el cantar, gritar, tener poca distancia y no utilizar el tapaboca”.

El trabajo de la Universidad de Oxford y el MIT fue publicado en el British Medical Journal (BMJ) e identifica en total 18 posibles situaciones de riesgo.

Y tal como destacó Bourouiba, “en los tres niveles de color es importante que: en verde, el nivel bajo, se siga usando mascarilla, manteniendo la distancia social; en amarillo, el riesgo es mediano así que hay que ser más riguroso y mantener la distancia; y en rojo, el riesgo más alto, usar una mascarilla de buena calidad y estar lo más alejado posible”.

“Hay que empoderar a la gente a través de los comportamientos de espejo; enseñar cuáles son las diferentes situaciones de la vida cotidiana que tienen más o menos riesgo porque si bien la mayoría de las personas sabe que se tienen que distanciar, usar tapabocas, etc, en la práctica muchos usan el tapabocas por debajo de la nariz o se acercan demasiado -resaltó Debbag-. Creo que la gestión del riesgo basado en mostrar los comportamientos que son de bajo mediano y amplio riesgo es lo que hay que transmitirle a la población”.

En la misma línea, la médica infectóloga Romina Mauas (MN 100075), llamó a pensar en los “varios factores que afectan la transmisión más allá de la distancia, que tiene que ver con el tamaño de la gota, y que la ciencia las divide en gruesa y fina y dependiendo de eso el alcance que tendrá o la posibilidad de que quede aerosolizada en el ambiente”.

“Más allá de eso hay que tener en cuenta si estamos en un ambiente abierto o cerrado, si es un lugar ventilado, si la ocupación es baja o alta y también si las personas están sin gritar o cantar, entre otros aspectos más abarcativos”, destacó la coordinadora médica en Helios Salud y miembro de la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi) en diálogo con este medio.

Para ella, es clave no olvidar que hay otras cuestiones que deben ser consideradas en relación a la transmisión y que tienen que ver “con la carga viral de la persona infectada y la susceptibilidad a la infección de la persona que está expuesta y que eso es menos medible”. “No estamos haciendo carga viral en personas infectadas y esos son otros factores a tener en cuenta, por lo cual ciertas actividades como estar cantando, gritando o estar haciéndolo a puertas cerradas con más conglomerado de gente las consideramos más riesgosas”.

"Hay que empoderar a la gente a través de los comportamientos de espejo y enseñar cuáles son las diferentes situaciones que tienen más o menos riesgo" (Shutterstock)
"Hay que empoderar a la gente a través de los comportamientos de espejo y enseñar cuáles son las diferentes situaciones que tienen más o menos riesgo" (Shutterstock)

“Las recomendaciones deberían reflejar estos factores múltiples que afectan el riesgo, incluyendo la ventilación, la ocupación, el riesgo de exposición, el uso o no de barbijo, etc”, insistió.

Para finalizar, Debbag aportó algunas pautas para tener en cuenta antes, durante y después de una reunión social.

Antes habría que detectar que alguien que va a participar de la reunión estuvo en contacto con una persona enferma, y evaluar que nadie tenga fiebre ni ningún otro síntoma el día de la reunión”, comenzó a explicar, para luego aconsejar que durante el encuentro “las personas deben estar distanciadas y usar tapabocas”. “Uno tiene que tomar el liderazgo de cómo controlar al resto de la familia -agregó-. El distanciamiento puede ser por grupo familiar -un grupo en una mesa y otro en otra- y lo ideal es que la comida no sea de tipo autoservicio donde se aglomere la gente sino de fraccionamiento”.

Además, “utilizar la identificación de los vasos, que una sola persona sirva la mesa y una sola retire y permanecer poco tiempo”.

Para el después, sugirió que “al regresar cada uno a sus casas tengan control de los síntomas entre el tercer y séptimo día para saber si en la reunión ocurrió un contagio y advertir a los concurrentes”.

El origen de la regla de los dos metros

En 1942 se documentaron por primera vez de manera visual las emisiones producto de estornudos, tos o habla (BMJ)
En 1942 se documentaron por primera vez de manera visual las emisiones producto de estornudos, tos o habla (BMJ)

Según el artículo de BMJ, el distanciamiento físico es una parte importante de las medidas para controlar el COVID-19, pero no está claro exactamente qué tan lejos y por cuánto tiempo el contacto es seguro en diferentes contextos. Las reglas que estipulan una sola distancia física específica (entre uno y dos metros) entre individuos para reducir la transmisión del SARS-CoV-2 se basan en una noción anticuada y dicotómica del tamaño de las gotas respiratorias. Esto pasa por alto la física de las emisiones respiratorias, donde las gotas de todos los tamaños quedan atrapadas y movidas por la nube de gas turbulento húmedo y caliente exhalado que las mantiene concentradas mientras las transporta por metros en unos pocos segundos.

El estudio de cómo se emiten las gotas durante el habla o con más fuerza al toser o estornudar comenzó en el siglo XIX, cuando los científicos generalmente recolectaban muestras en placas de vidrio o agar. En 1897, por ejemplo, (el bacteriólogo Carl) Flügge propuso una distancia segura de 1-2 metros basada en la distancia sobre la cual las gotas visibles muestreadas contenían patógenos -reseña la publicación-. En la década de 1940, la documentación visual de estas emisiones se hizo posible con imágenes fijas en primer plano de estornudos, tos o habla. Un estudio en 1948 sobre la propagación de estreptococos hemolíticos encontró que el 65% de los 48 participantes produjeron sólo gotas grandes, menos del 10% de las cuales viajaron hasta 5½ pies (1,7 metros)”.

Sin embargo, según esa investigación, “en el 10% de los participantes se recogieron estreptococos hemolíticos a 9½ pies (2,9 metros) de distancia. A pesar de las limitaciones en la precisión de estos primeros diseños de estudio, especialmente para rangos más largos, la observación de gotas grandes que caen cerca de un huésped reforzó y afianzó aún más la base científica asumida de la regla de distanciamiento de 1-2 metros”.

En ocho de los diez estudios de una revisión sistemática reciente se mostró una proyección horizontal de gotitas respiratorias más allá de dos metros para partículas de hasta 60 μm. “Se detectó una dispersión de gotas a lo largo de 6-8 metros, por lo que estos resultados sugieren que el SARS-CoV-2 podría extenderse más allá de 1-2 metros concentrado a través de la tos o los estornudos. En brotes virales relacionados recientes, como el SARS-CoV-1, el MERS-CoV y la gripe aviar, varios estudios informaron sobre una posible propagación más allá de los metros”, concluyó la publicación.

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