Corría el año 2007 y la vida de Maria Paula Castillo, de en ese entonces 35 años, se distribuía entre su trabajo como maestra jardinera y psicopedagoga y ser madre de tres pequeños. Sin embargo, en noviembre todo cambió: le diagnosticaron cáncer de mama.
Casi como un acto reflejo, Paula se realizaba todos los años los chequeos. Y es que su abuela materna tuvo cáncer de mama, lo que determinaba que se empiece a realizar mamografías antes de los 40 años. “Me hice la mamografía en septiembre y me dio todo bien. Sin embargo, mi médico siempre repite las ecografías así que me dijo que vuelva en noviembre. Las imágenes en los estudios no le gustaban así que quiso hacerme una biopsia para poder despejar dudas. Yo sabía que mi médico ya presuponía que algo andaba mal”, comentó a Infobae Castillo.
Sin saber el resultado de la biopsia, Paula lo describió como un “baldazo de agua fría”: “El día anterior a entrar a la cirugía yo sentía que me iba a morir. Mis hijos eran muy chiquitos y yo no paraba de pensar y decirle a mi marido ‘nadie los va a querer como yo’, pero él me alentó a pensar de manera positiva y al otro día entré al quirófano. Los resultados no fueron buenos, era cáncer de mama y había una micro metástasis que se traduce como que hay que sacar la mama”.
En la Argentina, cada año se diagnostican 18 mil casos nuevos y fallecen seis mil mujeres como consecuencia de esta enfermedad. Pero es incierto cómo se modificarán estas cifras en 2020 y 2021, tras el impacto que el coronavirus tenga en la salud de la población.
“Me enteré de un día para el otro que me iban a operar por segunda vez. Era pleno enero y yo me acuerdo que llegué a mi casa y mis hijos se estaban divirtiendo vaciando la pileta y lo viví como un día mágico pero con mucha angustia, por un lado feliz de estar con los chicos pero con mucho miedo de que a partir de ese día no sabía que iba a ser de mi vida”, relató Paula.
Esa misma tarde fue al supermercado y llenó el freezer hasta el tope: “Me acuerdo que pensaba que lo llenaba porque me iba a morir. Finalmente llegó el día de la operación y lo único que se me venía a la mente cuando estaba esperando a entrar al quirófano era en cómo iba a cambiar mi vida. Me preocupaba no poder cumplir con mis hijos y mi familia como siempre hacía”.
“Me sacaron toda la mama. En ese momento seguía con la sensación de que me iba a morir pero un día mi marido me esclareció el panorama. Me dijo: ‘si querés llorar, lloramos juntos, pero los médicos hicieron todo para que vos estés bien, ahora te toca a vos’. Esa frase me ayudó a cambiar la mirada sobre mi enfermedad y me ayudó a encararla de otra forma”, enfatizó Paula.
A raíz de la experiencia de Paula, su oncólogo le recomendó que le diga a su mamá y hermanas que se vayan a hacer los chequeos: “Mi mamá y mi hermana mayor tuvieron resultados positivos pero mi hermana menor también tenía cáncer de mama, con un detalle no menor, estaba embarazada”.
“Se operó y por suerte está bien, hoy su nena tiene 12 años. Ella me ayudó a buscar ayuda y contención de personas que hayan pasado por lo mismo. Así conocí la asociación civil Movimiento Ayuda Cáncer de Mama (MACMA). Tuve una entrevista con una mujer que había tenido cáncer de mama hace diez años y en ese momento pensé: ella sobrevivió una década, yo tengo posibilidades también. Yo no paraba de decirle que yo antes del diagnostico era feliz y ella me dijo: 'no se que tan feliz eras porque estabas enferma y no lo sabías. Hablar con ella me ayudó un montón”, enfatizó Castillo.
Luego de la operación, Paula atravesó seis sesiones de quimioterapia: “Cada 28 días iba a quimio, me acompañaba mi marido y gracias a dios no tuve muchos efectos colaterales. Después empezó la etapa de los controles, y luego llegó el momento de la reconstrucción mamaria. En ese momento me pusieron un expansor y luego la prótesis. Mi médico me aconsejó también hacerlo en la otra mama porque los análisis me daban tumores pre malignos, así que para prevenir me pusieron dos prótesis”.
La contención de otros
Paula empezó a asistir a los grupos de apoyo y de a poco empezó a integrar MACMA. “Nos conteníamos, nos reíamos, pero por lo menos estábamos juntas y fue un gran apoyo para mí contar con esto, así que quise devolver un poco lo que recibí. Empecé a dar charlas, a coordinar grupos de apoyo y hoy soy la presidente de la Institución. Para mí, es un orgullo”, confesó.
MACMA se dedica a orientar, contener y acompañar a las mujeres con cáncer de mama, y así también a sus familiares y allegados. Además de difundir la enfermedad para concientizar a la sociedad y colaborar con la detección temprana.
Hoy con 51 años, Castillo ofrece su testimonio y contención para todos los que estén pasando por una situación similar, tanto para familias como para los diagnosticados: “Es muy difícil para los de afuera también acompañar a la persona con cáncer, por eso es importante contar siempre con apoyo”.
“Encontrarlo a tiempo es lo que hace la diferencia. Da un mejor pronóstico, mejor posibilidad de tratamiento y mejor desenlace. Es importante acudir al médico, hacerse los chequeos porque hay cosas que no se detectan en el auto examen y no perder tiempo, vayan inmediatamente al médico para poder despejar todas las posibilidades”, apuntó Paula.
¿Cómo le cambió la vida el cáncer de mama? “No me cambiaron los valores de vida, pero sí entendí que es importante disfrutar cada día, encontrar algo que me haga feliz. Conocer que estaba enferma me hizo entender que la vida es esta y que puede terminar en cualquier momento”.
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