A diez meses de la llegada del COVID-19, son cada vez más los estudios y las investigaciones que buscan comprender la nueva enfermedad. Sin embargo, hay un apartado que siempre despertó un particular interés: el mundo de los anticuerpos.
Lo que se sabe con certeza es que la respuesta del cuerpo humano a una infección se desarrolla en dos partes. Primero, una respuesta inmune innata, que libera sustancias químicas y glóbulos blancos que luchan contra un virus y lo destruyen. El segundo es una respuesta inmune adaptativa que, junto con otros efectos, produce anticuerpos dirigidos que pueden adherirse a un virus y detenerlo. Si este último es lo suficientemente fuerte, puede crear una respuesta duradera a la infección que proporcionará protección futura al sujeto.
En este contexto, un estudio realizado por Investigadores de la Universidad Fudan en Shanghai y publicado como pre-impresión en la revista medRxi, reveló que en pacientes que tenían anticuerpos específicos de la enfermedad la infección podría empeorar en algunos casos ya que serían potenciales facilitadores para que el COVID-19 invada las células inmunes.
La investigación se llevó a cabo en 222 pacientes. En aquellos con síntomas leves, los anticuerpos específicos que encontraron, estaban presentes en un 8% mientras que en las personas que se recuperaron de la enfermedad pero de forma grave un 76%.
El problema, de acuerdo a los investigadores, es conocido como mejoramiento dependiente de anticuerpos, o ADE (por sus siglas en inglés), que se produce cuando los anticuerpos existentes reaccionan al virus invasor y desencadenan una reacción exagerada peligrosa. Algunos investigadores han sugerido que ADE podría explicar por qué el virus es más mortal en los ancianos y menos en los niños, que han estado menos expuestos a otros coronavirus.
La pandemia por SARS-CoV-2 se diseminó a través de la trasmisión de persona a persona. De acuerdo a los investigadores aunque el virus identifica los receptores ACE2 en células epiteliales de varios órganos, es posible que existan aumentos de infecciones dependientes de anticuerpos.
Lo cierto es que si bien los anticuerpos pueden neutralizar a un atacante, las moléculas en forma de tenedor a veces pueden ser utilizadas por un virus para ingresar a las células humanas. El equipo de Huang descubrió que este fenómeno de ADE tendía a ocurrir cuando el nivel de anticuerpos en la sangre era relativamente bajo. En pacientes con una gran cantidad de anticuerpos, hicieron su trabajo de neutralizar el virus.
Por otro lado, los especialistas identificaron un anticuerpo llamado 7F3 que se encuentra en pacientes infectados por COVID-19. El mecanismo es que después de que se une al nuevo coronavirus, puede hacer que la envoltura viral y la membrana celular se “fusionen” a través de un receptor en las células inmunes.
En este sentido, el equipo de investigadores explicaron que las candidatas a vacunas capaces de inducir anticuerpos neutralizantes también deben evaluar el riesgo de inducir ADE a la población y empeorar las condiciones y que esta investigación podría ser ser útil para desarrollar nuevas medidas terapéuticas y preventivas para el control de la infección por COVID-19.
Lo cierto es que existe una colaboración sin precedentes a nivel mundial para investigar una inoculación que lo prevenga, como las actuales 6 vacunas que están en fase 2 y de ellas, 3 en fase 3 (Moderna, Pfizer y AstraZeneca) y mostrando promisorios resultados. Muchas de éstas ya se están produciendo antes de los resultados finales, ya que en animales y en las primeras evaluaciones clínicas en humanos han demostrado resultados positivos.
“Estamos comprometidos a acelerar el desarrollo de las vacunas COVID-19, pero no a expensas de la ciencia sólida y la toma de decisiones. No pondremos en peligro la confianza del público en nuestra revisión independiente basada en la ciencia de estas vacunas o de cualquier otra. Hay demasiado en juego”, afirmó Stephen M. Hahn, MD, Comisionado de la FDA en una rueda de prensa.
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