Jeffrey Hoffman estuvo cinco veces en vuelos dentro del Transbordador Espacial STS como astronauta de la NASA. Participó en la primera misión para reparar el Telescopio Espacial Hubble en 1993 cuando se corrigió el sistema óptico defectuoso del telescopio en órbita. Ahora comparte un montón de anécdotas de su vida en el espacio y sus conocimientos sobre astrofísica y aeronáutica a través de clases en línea desde el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Con la pandemia y las cuarentenas masivas en muchos países, Hoffman no para de sumar seguidores: más de 77.000 personas de todo el mundo ya se enrolaron en su curso.
Anda en patineta por las calles de Cambridge, cerca del MIT, y está sorprendido por el éxito de sus clases. Siempre se ha definido como un astronauta de bajo perfil. “Juri Gagarin, Alan Shepard, Neil Amstrong, entre otros, eran celebridades. Si bien aún ser astronauta es algo único, yo no he sido una celebridad”, considera. Cuando se postuló ante la NASA, la convocatoria era para personas que pudieran construir cosas, reparar, resolver problemas y tuvo la posibilidad de ser parte del programa de transbordadores espaciales que estuvo vigente entre 1981 y 2011.
Hoffman se formó en astronomía en el Colegio Amherst College en 1966. Después obtuvo un doctorado en astrofísica en la Universidad de Harvard, y una maestría en ciencias de materiales en la Universidad Rice. Entre 1972 y 1975 hizo un postdoctorado en la Universidad de Leicester, en Inglaterra. En agosto de 1979 se convirtió en astronauta de la NASA, y se desempeñó como tripulante de apoyo para las misiones del Transbordador Espacial STS. Fue el primer astronauta judío de la NASA en el espacio. En el espacio, hizo girar durante una hora un “dreidel”, que es una perinola con la que se juega durante la fiesta judía de Janucá.
También voló en la misión del Transbordador Espacial de 1990 que incluyó el observatorio astronómico ultravioleta Astro-1. En el curso de sus cinco misiones registró más de 1.211 horas y 21,5 millones de kilómetros en el espacio. Se retiró como astronauta en 1997 y pasó a ser representante de la agencia espacial en Francia para organizar proyectos de cooperación con la Agencia Espacial Europea. Con tantas experiencias de vida y conocimientos científicos, las clases de Hoffman atraen e inspiran a estudiantes de todo el mundo que pueden participar por Internet.
Hoffman considera que la educación en línea ofrece enormes oportunidades tanto a los estudiantes como a los docentes: “Es un recurso increíble para aquellos que quieren tener acceso a algo que no tienen en sus escuelas normales”, dijo. Piensa que el éxito de sus clases también tiene que ver con la producción del video y el contenido del personal de MIT. Su curso se llama Introducción a la Ingeniería Aeroespacial: Astronáutica y vuelos espaciales humanos y permite meterse en los conceptos básicos que hacen que los vuelos espaciales sean posibles. “Muchos piensan que hay que ser genios en ciencias. Si bien llegar a la Luna fue difícil, muchos aspectos se pueden entender sin complicarse con matemática ni física”, explica sobre los contenidos de su curso.
El trabajo de Hoffman en la enseñanza y el aprendizaje en línea también se basa en su historia personal: su esposa se graduó en la primera promoción de la Universidad Abierta a principios de los años 70, y su propia experiencia temprana en la grabación de videos educativos para la NASA le inspiró para seguir creando conferencias grabadas. Más allá de la alegría de compartir su pasión por los vuelos espaciales y las naves, Hoffman aprecia que los cursos virtuales gratuitos permiten a los profesores ampliar enormemente su alcance: “Nunca daré una conferencia a tantos estudiantes en el aula en toda mi vida”, dice.
Consultado por Infobae, Agustín Aduriz Bravo, doctor en Didáctica de las Ciencias Experimentales, investigador principal del Conicet, y profesor asociado de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, opinó que “el curso de Hoffman es parte de un fenómeno global de enseñanza virtual que posibilita que el conocimiento sea democratizado. Se trata de un curso que podría ser muy árido para los estudiantes, pero el profesor logra sacar provecho a su experiencia y despierta el interés en personas de diferentes campos, como psicología y energías”.
“En el caso de Hoffman, ya tenía experiencia previa en lo virtual y eso le permitió marcar una diferencia. Pero durante la pandemia muchos docentes se han visto forzados a improvisar sus cursos con recursos limitados. ¿Cuál es la posibilidad de conectarse a las redes cuando la vida cotidiana se mete en el aula y le quita glamour a una experiencia que parece la panacea? Algunos tienen que lidiar con cuestiones hogareñas y sus familias. Otros tienen avidez por el contacto con otros de manera presencial. Otros encuentran ventaja en no tener que viajar para tomar la clases y así aumentan el tiempo para tomar otros cursos en el mismo cuatrimestre”.
Además de dar clases virtuales, Hoffman también colabora con el experimento MOXIE, una herramienta para generar oxígeno en Marte a partir del dióxido de carbono captado en la atmósfera marciana. Ese oxígeno serviría para que la tripulación respire cuando los exploradores astronautas lleguen allí. MOXIE ya va a bordo de la misión Perseverancia que la NASA lanzó el 30 de julio pasado como parte del conjunto de instrumentos y tecnología que allanarán el camino para misiones tripuladas a la Luna y Marte.
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