En plena pandemia de COVID-19, y cuando el mundo entero está en una carrera contrarreloj para hallar una vacuna o, al menos, un fármaco seguro que detenga a este nuevo virus, el plasma de pacientes recuperados surge como una alternativa para combatir la nueva enfermedad que aún mantiene en vilo al mundo.
El plasma es una parte de la sangre que queda cuando, al extraerla, decantan los glóbulos rojos y blancos. La parte líquida, sin células, que suele ser de tono amarillo, es el plasma. Cuando una persona se infecta con un virus, patógeno o microorganismo que lo enferma la primera respuesta parte del sistema inmune. Este produce anticuerpos con las células de los glóbulos blancos.
En las últimas semanas comenzó a escucharse cada vez más el método de utilización de plasma convaleciente de pacientes recuperados por COVID-19 como una forma muchas veces eficaz, pero todavía en experimentación, para aplicar a quienes padecen la enfermedad en forma grave. Sin embargo, son cada vez más los interrogantes que surgen sobre sí es o no una terapia para todos los pacientes con coronavirus.
En este sentido, una investigación publicada en Medrxiv sobre el plasma convaleciente para COVID-19, concluyó que la detección de anticuerpos y la priorización del plasma convaleciente en los grupos de riesgo con aparición reciente de síntomas será clave para identificar a los pacientes que pueden beneficiarse del plasma convaleciente, mientras que en aquellos con la enfermedad más crítica y avanzada todo indicaría que parecería no ser un beneficio.
De acuerdo a la médica infectóloga Isabel Cassetti, directora de Helios Salud (MN 55583), el artículo destaca que el objetivo de investigar si funciona o no el plasma convaleciente también forma parte de una estrategia que tiene como fin bajar la mortalidad, reducir la estadía hospitalaria y que el paciente diagnosticado mejore clínicamente.
El estudio consistió en un ensayo aleatorizado que comparó plasma convaleciente con la terapia estándar de atención en pacientes hospitalizados por COVID-19 en los Países Bajos. Los pacientes fueron aleatorizados y recibieron 300 ml de plasma con títulos de anticuerpos neutralizantes anti-SARS-CoV-2.
De los pacientes diagnosticados, 53 de 66 personas tenían anticuerpos anti-SARS-CoV-2 al inicio del estudio. Mientras que, por otro lado, una prueba mostró anticuerpos neutralizantes en 44 de los 56 (79%) pacientes evaluados. Fueron estas observaciones las que causaron inquietudes sobre el beneficio potencial del plasma convaleciente en la población de estudio.
Otro dato arrojado en la investigación es que no se observaron diferencias en la mortalidad entre los pacientes a los que se les brindó plasma convaleciente y los que no lo recibieron. Lo mismo sucedió con la estancia hospitalaria o la gravedad de la enfermedad del día 15 entre los pacientes tratados con plasma y los pacientes con atención estándar.
“Hay que ser muy cautos con los resultados y con todos los estudios en general. Todo parecería indicar que los pacientes que más se benefician son aquellos en los que se administra el plasma convaleciente más precozmente. Por supuesto, las comorbilidades siempre empeoran el desenlace de la enfermedad en los pacientes. Es donde tenemos que prestar más atención. Igualmente, es importante poner el foco en que aún faltan estudios para afirmar todas estas conclusiones”, explicó Casetti.
Por último la especialista explicó que es muy importante que la población siga cuidándose y cuidando al otro ya que al día de hoy no existe ninguna terapia oficial efectiva para curar el coronavirus COVID-19.
El origen del método del que habla el mundo entero
En las décadas del 50 y 60 la epidemia de fiebre hemorrágica argentina se cobraba una innumerable cantidad de vidas hasta que la ciencia hizo su aporte y consiguió hallar un tratamiento efectivo: el plasma inmune de convaleciente, que aplicado en etapas tempranas de la enfermedad, logró reducir significativamente la letalidad. El hacedor de este hallazgo fue el doctor Julio Maiztegui quien, acompañado por un grupo de profesionales, trabajó sin descanso en la contención de una situación sanitaria que desvelaba por las trágicas consecuencias del también llamado “mal de los rastrojos” o “virus Junín”, una enfermedad viral aguda grave transmitida por el ratón de la especie Calomys musculinus.
Ahora sabemos que el componente clave del plasma para el tratamiento de infecciones son los anticuerpos. Los anticuerpos son proteínas en forma de Y que son altamente específicas para cualquier infección que una persona haya encontrado previamente. Son producidos en grandes cantidades por las células B de nuestro sistema inmune para unirse al virus invasor y luego atacarlo para destruirlo.
El plasma convaleciente se ha probado como terapia en brotes previos de coronavirus. Se realizaron algunos estudios de observación durante la primera epidemia de Sars en 2003. Todos estos informaron una mejoría en los pacientes después de recibir plasma convaleciente, y no hubo evidencia de complicaciones graves. Sin embargo, estos estudios fueron en gran parte informes de casos, no el tipo de evidencia más confiable.
El tratamiento convaleciente en plasma también se probó durante el brote del virus del Ébola en 2013-2016. Varios informes de casos mostraron resultados prometedores, pero nuevamente, no se realizaron ensayos aleatorios a gran escala. Aún así, la Organización Mundial de la Salud publicó pautas sobre el uso apropiado de plasma de pacientes recuperados.
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