El mundo está a punto de entrar en séptimo mes desde que fue notificada la Organización Mundial de la Salud (OMS), de la aparición de un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2 en Wuhan, China, que se entendió en todo el planeta a punto tal de convertirse en pandemia, a raíz de la enfermedad COVID-19 que genera y que ya afectó a más de 10 millones de personas, y ha dejado casi 500.000 muertos.
Como un tsunami, el virus atravesó todos los límites geográficos y se instaló en más de 190 países, produciendo el cierre masivo de fronteras, la casi paralización de la economía mundial y la saturación del sistema sanitario en varios Estados, muchos de ellos de países avanzados.
En medio de este caos mundial, las disputas políticas están a la orden del día, con acusaciones cruzadas por parte de las grandes potencias, como también hacia instituciones sanitarias como la OMS y hasta prestigiosas publicaciones científicas que han debido retirar artículos de investigación avanzada por no contar con los avales necesarios para ser aplicados.
Entre tironeos de dedos levantados y culpas asumidas, la ciencia avanza. Y avanza con un fin determinado: hallar un tratamiento eficaz para los casos moderados y severos de COVID-19 y fundamentalmente una vacuna que lo prevenga.
Así, distintos laboratorios, universidades y centros de investigación concentran y aúnan esfuerzos a nivel internacional para conseguir esa meta, derrumbando las fronteras que los políticos levantaron y apostando a la colaboración multidisciplinaria mundial para derrotar al SARS-CoV-2, comenzando con la indentificación de cientos de secuencias genómicas virales
Y es que nunca en la historia del mundo hubo tantos investigadores, tanto dinero, tiempo y recursos humanos disponibles para tratar una sola enfermedad. Es más, las demás investigaciones están interrumpidas casi en su totalidad.
“La acelerada propagación a nivel mundial del COVID-19 ha dado como resultado un trabajo arduo y constante de investigaciones alrededor del planeta que buscan efectos positivos para el tratamiento y la cura de esta enfermedad viral. Si bien los resultados son preliminares y dinámicos, son múltiples los protocolos de tratamiento en marcha, en varios países.
También la región latinoamericana comenzó sus ensayos clínicos, entre ellos Argentina, con el uso de plasma de personas convalecientes de la infección COVID, en lo que es llamado: inmunidad pasiva y en el desarrollo de vacunas”, explicó a Infobae el doctor Claudio Dufour, Director Médico - Científico de Biocells (MN: 70466), que destacó que en la búsqueda de las mejores opciones de tratamiento, la primera línea terapéutica se basa en medicamentos, entre ellos antiinflamatorios, incluidos en casos bien valorados los corticoides, antivirales, anticuerpos monoclonales, entre otros.
“La segunda línea de tratamiento está determinada por el plasma de convalecientes mencionada, por medio de anticuerpos anti COVID generados por las personas afectadas y recuperadas, quienes ya han negativizado la prueba PCR por hisopado. Así transfundiendo este plasma se hace llegar en forma pasiva al paciente grave, esos anticuerpos anti COVID tan necesarios (inmunidad pasiva). Dentro de esta segunda línea de tratamiento, está la terapia celular, utilizando un tipo de células madre adultas llamadas: células mesenquimales. Células con propiedades óptimas para tratar la grave patología inflamatoria pulmonar por COVID-19, y que no tienen barrera alguna desde lo ético, para su uso. Estas células se obtienen de 3 fuentes: médula ósea (caracú del hueso), tejido adiposo (grasa) y tejido del cordón umbilical. Tras un periodo de 2 semanas de cultivo se logra obtener el número de células requeridas, que serán sin barreras inmunológicas, ya que no requieren compatibilidad donante - receptor, lograr ser transferidas al paciente con la misma técnica de una transfusión de sangre”, precisó el especialista.
Ninguna de las opciones actuales tiene la capacidad de curar la enfermedad, por ello existen protocolos con uso de más de un medicamento a la vez. Mientras se aguarda el arribo de la vacuna específica, con las distintas opciones terapéuticas, se intenta frenar el severo cuadro inflamatorio que el virus provoca, con falla respiratoria y muchas veces de múltiples órganos (riñones, corazón, hígado) con alta morbilidad y mortalidad.
Ryan Carroll, profesor de Medicina de Harvard, comentó en un seminario internacional que “la pandemia está erosionando la naturaleza confidencial que prevalece en la investigación médica académica. En este momento estamos experimentando la capacidad de trabajar en colaboración, olvidándose de los avances académicos personales, porque es cuestión de vida o muerte”. Un ejemplo de ello son las publicaciones en los servidores de medRxiv y bioRxiv, dos archivos en línea donde se comparten investigaciones académicas sobre el coronavirus de todo el mundo, antes de que se hayan revisado y publicado en revistas especializadas.
Además, se supo que los investigadores de vacunas en Oxford usaron los resultados de pruebas en animales compartidos por el Laboratorio Rocky Mountain de los Institutos Nacionales de la Salud en Montana en Estados Unidos.
Y sobre la desconfianza que muchos políticos intentan trasladar a China, culpándola por el brote del virus y la falta de información para prevenir su expansión, en el Hospital General de Massachusetts, un equipo de médicos de Harvard está probando la eficacia del óxido de nitrógeno inhalado en los pacientes con coronavirus severo. Esta investigación se realiza en conjunto con el Hospital Xijing en China y un par de hospitales en el norte de Italia.
Plataforma colaborativa internacional
La OMS lanzó a fin de mayo una iniciativa para que el hallazgo de uno o más tratamientos y vacunas para la COVID-19 sea compartido gratuitamente con el mundo entero y así evitar que la cura y prevención de esta nueva enfermedad se conviertan en el privilegio de unos pocos.
La idea inicial partió del Gobierno de Costa Rica, que planteó una especie de fondo común donde los que decidan participar, de forma voluntaria y bajo el principio de responsabilidad social, pondrán a disposición el conocimiento científico, los datos y la propiedad intelectual que vayan desarrollando. Además de medicinas y vacunas se incluyen pruebas de diagnóstico mejoradas, dispositivos médicos (como prototipos de respiradores), material de protección sanitaria y cualquier otra tecnología que se muestre útil para frenar la pandemia.
La Plataforma de Acceso a la Tecnología (C-TAP) es el nombre que la OMS ha decidido darle y funcionará en paralelo a otra iniciativa con fines parecidos, el ACT Accelerator, que busca acelerar el desarrollo de las principales herramientas para luchar contra el coronavirus y promover un acceso equitativo a ellas.
Treinta y cinco países, entre los que se incluye Argentina, han manifestado su apoyo al C-TAP, la mayoría países en desarrollo y, entre ellos, otros varios latinoamericanos: Brasil, Chile, República Dominicana, Ecuador, México, Perú, y Uruguay.
Entre otras cosas, esta plataforma plantea que los gobiernos y todas aquellas entidades que financien investigaciones incluyan en los contratos que firmen con farmacéuticas cláusulas sobre “distribución equitativa y publicación de los datos obtenidos de los ensayos clínicos”, explicó en el lanzamiento el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Y recalcó: “La solidaridad global y la colaboración son esenciales para superar COVID-19”.
Asimismo, solicitó que se compartan las secuencias genéticas y datos científicos. Pero el punto más delicado de esta iniciativa es que pide que se cedan los derechos de propiedad intelectual de tratamientos y vacunas a esta plataforma para que a su vez ésta los conceda a productores de genéricos.
El Pool de Acceso COVID-19 será voluntario y se basará en la solidaridad social. Proporcionará una ventanilla única para el conocimiento científico, los datos y la propiedad intelectual que la comunidad mundial compartirá de manera equitativa.
Hay cinco elementos clave para la iniciativa:
• Divulgación pública de secuencias de genes y datos;
• Transparencia en torno a la publicación de todos los resultados de ensayos clínicos;
• Se alienta a los gobiernos y otros financiadores a incluir cláusulas en los acuerdos de financiación con compañías farmacéuticas y otros innovadores sobre la distribución equitativa, la asequibilidad y la publicación de datos de prueba;
• Licencia de cualquier tratamiento potencial, diagnóstico, vacuna u otra tecnología de salud al Fondo de Patentes de Medicamentos, un organismo de salud pública respaldado por las Naciones Unidas que trabaja para aumentar el acceso y facilitar el desarrollo de medicamentos que salvan vidas para ingresos bajos y medianos países.
• Promoción de modelos de innovación abierta y transferencia de tecnología que aumenten la capacidad local de fabricación y suministro, incluso a través de unirse a Open Covid Pledge y Technology Access Partnership (TAP).
SEGUÍ LEYENDO: