La pandemia por COVID-19 superó en las últimas horas la barrera de los 100 mil muertos en todo el mundo. Con 1 millón 700 mil casos a nivel global, el virus SARS-CoV-2 se hace ahora fuerte en los Estados Unidos, con más de 520 mil infectados, y un importante brote en la ciudad de Nueva York, que registra más de 6.400 fallecidos.
En este contexto, y en diálogo con Infobae, el doctor Rafael Díaz, médico cardiólogo, director de Estudios Clínicos Latinoamérica (ECLA) y socio fundador del Instituto Cardiovascular de Rosario, compartió una serie de gráficos reveladores que permiten tomar dimensión de la cantidad de muertes por millón de habitantes, la descripción de los testeos realizados y la llamativa asociación entre países desarrollados y tasa de letalidad.
Para el doctor Díaz y el equipo de ECLA, “uno de los fundamentos de nuestro análisis es determinar con mayor precisión el denominador. Hemos observado y leído hasta hoy la mortalidad del COVID-19 expresada por el número de casos positivos. Eso fue un error, porque en ese caso el denominador depende casi con exclusividad del número de testeos, lo cual es diferente para cada país".
“En cambio, expresar la mortalidad por la población del país, permite hacer comparaciones sin sesgo, o al menos minimizar el sesgo. En cuanto a la posibilidad de estimar erróneamente las muertes por COVID-19, podría existir una infraestimación, pero sería un error sistemático, o sea, un error homogéneo, todos los países estarían sujetos a similar error, por lo cual no introduce un sesgo de importancia, aunque cabe la posibilidad. La observación epidemiológica siempre introduce la probabilidad de error en la medición”, agregó Díaz.
Para el director de ECLA, “En general, las muertes por COVID-19 están bien reportadas, sobre todo luego que sucede el primer caso de muerte. Por ese motivo contamos los días luego del primer registro de mortalidad por país”.
Para comparar curvas lo que hicieron desde el equipo de estadística del grupo ECLA liderado por Noelia Castellana, fue medir y registrar los datos no desde el primer caso reportado de COVID, sino desde la primera muerte en cada nación. Esto fue así porque explicaron, por ejemplo, “hay países en los cuales desde el primer caso a la primera muerte pasaron 40 días, lo cual es muy poco probable”.
Sucede que los países empezaron a tomar consciencia de la gravedad de la pandemia con el primer muerto. Según Díaz, “la curva con escala logarítmica, a diferencia de la lineal, permite apreciar la morfología y visualizar el fenómeno biológico con mayor claridad”.
“Lo que se puede observar de esta primera visualización es que Argentina está muy bien posicionada, incluso por debajo de Corea del Sur, es decir que muestra muy buen comportamiento inicial. Nuestro país se comportó muy bien en esta fase inicial al compararlo con otras naciones, como se observa en el gráfico. La mortalidad por número de habitantes es una de las más bajas. Hay que seguir con medidas eficaces para mantener esta curva aplanada e intentar que no cambie la pendiente”, reflexionó el doctor Díaz.
“En la Argentina se implementaron medidas correctas y tempranas, gracias a la cuarentena obligatoria. Se hizo un gran trabajo y hay que sostener el esfuerzo hecho en el tiempo”, sostuvo Díaz.
Con respecto al nivel de mortalidad del SARS-CoV-2 en nuestro país, aclaró que “es más elevada si se compara número de fallecimientos sobre los casos positivos de COVID-19, porque en nuestro medio se testea poco, seguramente el número de infectados sea más alto y por consiguiente la tasa de mortalidad más baja, lo que contrasta con la tasa de mortalidad por la población de nuestro país, que como comenté es de las más bajas”. Es por esto que desde ECLA relacionan el número de muertos con el número total de habitantes.
En esta línea, la Sociedad Europea de Cardiología advirtió que “se necesita precaución ya que las diferencias en las tasas de mortalidad pueden reflejar la heterogeneidad en el manejo clínico y la atención de pacientes con COVID-19 que puede variar entre países o la directriz de admisión a hospital para pacientes con coronavirus positivo”.
Por este motivo, recomiendan “en el denominador final para calcular la mortalidad COVID-19, la cifra puede no estar disponible o puede ser desconocida por ahora, por lo tanto, la comparación entre países debe requerir otras métricas como la comparabilidad entre los sistemas de salud; la población por millones de habitantes; el número de días desde la fecha del primer diagnóstico de caso COVID-19 positivo y la heterogeneidad en las estrategias de prueba a través de países”.
En el caso de las muertes en Sudamérica, los científicos de ECLA utilizaron una escala lineal. Se puede observar que hay países que tuvieron una suba muy fuerte: Brasil y Ecuador. Esto es muertes por millón de habitantes. “Le agregamos Corea del Sur para tener de referencia”, explicó Díaz.
Para el cardiólogo, “tenemos que intentar por todos los medios que la pendiente no cambie en Argentina, ya que estamos frente a una pandemia que hasta el momento no tiene un tratamiento individual efectivo a través de fármacos antivirales o antiinflamatorios”.
Según explicó, “COVID-19 es una enfermedad poblacional, que la afecta en su totalidad. Las medidas sociales de distanciamiento han demostrado ser muy efectivas: el aislamiento social obligatorio en nuestro caso, fue realizado oportuna y eficazmente a juzgar por los datos que observamos”.
“El segundo aspecto es tener en cuenta que los barbijos han demostrado -hay evidencia modesta o moderada- que pueden reducir el número de contagios, y si hay menos contagiados, menor será la mortalidad", reflexionó. "Hay muchos países y muchas instituciones que están recomendado su uso. Es interesante que el CDC de Estados Unidos, hace poco menos de una semana, recomienda la utilización del barbijo cuando no se pueda mantener una distancia prudencial entre personas”, dijo a Infobae.
A su vez, reveló que “en el mundo hay una fuerte asociación entre los países que tienen uso obligatorio de vacunación contra la tuberculosis, versus la tasa de infecciones y mortalidad del nuevo coronavirus. Pareciera (y uso adrede el potencial) que los países vacunados obligatoriamente contra la tuberculosis poseen una respuesta diferente y de menor cuantía frente al COVID-19”.
El equipo de ECLA explicó que Argentina se encuentra a contra estación en lo que respecta al clima. Estamos terminando el verano y comenzando el otoño. El virus SARS-CoV-2 se reproduce y vive más cómodo en el clima frío. “Eso nos dio una cierta ventaja”, reflexionaron.
“La vacunación contra la gripe estacional ayuda y muchísimo para que no haya casos de internaciones por influenza”, aclaró Díaz. “Si se saturan camas con gripe común, tendríamos un problema aún más grave. Y la vacuna reduciría esos casos”, agregó.
En el gráfico de cantidad de testeos realizados en diferentes países se observa una gran heterogeneidad en su utilización. Es interesante observar que no hay asociación entre número de testeos y cantidad total de muertes por millón de habitantes. “Esta observación merece ser estudiada más profundamente porque podrían existir confundidores, pero es esencialmente lo que estamos observando hasta hoy”, analizó Díaz.
Los que abogan por reforzar y aumentar la cantidad de testeos dicen que si se testea y se define un positivo se lo aísla a él y a sus contactos estrechos, lo que permite frenar el avance del virus.
Para Díaz, quien es fundador de ECLA y del Instituto Cardiológico Rosario, “en este contexto a su vez existe una ecuación entre aislamiento y recesión, donde los sociólogos, antropólogos y economistas deben trabajar intensamente junto a los expertos en disciplinas biológicas para estudiar y ayudar a flexibilizar la cuarentena y generar un equilibrio entre aislamiento social y recesión económica, y de esta forma resolver este dilema, sobre todo para que no falten productos primarios”. “En eso sin duda están concentradas nuestras autoridades”, agregó.
La última pero no menos importante muestra la población mundial estratificada según el Banco Mundial, en economías de alto (HIC), mediano (LMIC y UMIC) y bajo ingreso (LIC). Para el cardiólogo, “lo interesante es que hay una asociación positiva y exponencial: la mortalidad sube a medida que los recursos económicos son más altos. En las economías de menos recursos hay menor mortalidad que en las de mayores recursos”. ¿Por qué podría ser esto? Para Díaz, “la vacunación contra tuberculosis, obligatoria en países de menores recursos, la contraestacionalidad del Hemisferio Sur (temperaturas más elevadas al inicio de la pandemia), una diferente pirámide poblacional y una infraestimación de la mortalidad por COVID-19 podrían explicar en parte esta observación”.
SEGUÍ LEYENDO: