Fiebre, fatiga y tos seca son los síntomas benignos o moderados que provoca en cuatro de cada cinco casos el nuevo coronavirus SARS-CoV-2. Pero a veces se suma una molestia al respirar, lo que puede desembocar en un síndrome respiratorio agudo severo.
Este es el caso que se da en cerca de una de cada cinco personas que necesita hospitalización para sobrevivir, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientra atraviesa la enfermedad COVID-19, que ya ha afectado a más de un millón y medio de personas en todo el mundo y superó los 90.000 fallecidos.
Dificultades para respirar, la impresión de tener los pulmones aplastados y labios o rostro que comienzan a ponerse azules, son señales de alerta que deben conducir a una consulta urgente, de acuerdo con el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el organismo sanitario estadounidense.
La mayoría de los enfermos hospitalizados presenta una neumonía severa de alcance bilateral, que es la forma más grave de la enfermedad, afirma la OMS. “A menudo se produce un agravamiento brutal unos siete días después de la aparición de los primeros síntomas”, precisa Yazdan Yazdanpanah, jefe del servicio de enfermedades infecciosas del hospital Bichat de París.
Y agrega: “Este plazo es variable, pero suele desembocar en un síndrome de dificultad respiratoria aguda. En esta situación los pulmones no proporcionan suficiente oxígeno a los órganos vitales y requiere ventilación artificial mediante un respirador”.
Las tormentas de citocina son una reacción hiperinflamatoria que parece tener un papel clave en los casos graves de COVID-19, y por el momento dejan relativamente desamparados a los médicos.
“Se acumulan las pruebas que sugieren que una parte de los pacientes que sufren formas severas de Covid-19 son víctimas de un síndrome de choque citocínico”, escriben Jessica Manson y sus colegas, especialista en fenómenos inflamatorios de la University College Hospital de Londres, en la revista médica The Lancet.
Este fenómeno de “tormenta hiperinflamatoria” fue detectado y descrito hace apenas dos décadas. Fue señalado para explicar la peligrosidad de las otras dos enfermedades respiratorias provocadas por coronavirus, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), que dejó 774 muertos principalmente en Asia en 2002-03, y el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), 866 decesos desde 2012.
Se sospecha también que actuó durante las grandes pandemias gripales, como la terrible gripe española, que mató a unos 50 millones de personas entre 1918 y 1919. Las citocinas son sustancias producidas de manera natural por las células del sistema inmunitario para regular la acción de defensa, en particular para favorecer la reacción inflamatoria, que es una respuesta natural de un organismo agredido.
Pero en el caso de la tormenta citocínica se observa una aceleración de ese proceso que desemboca en un reacción hiperinflamatoria que puede ser letal.
¿Cuál es la importancia de esas tormentas en el engranaje mortal de los casos severos de Covid-19? Es una muy buena pregunta, responde el especialista estadounidense en microbiología e inmunología Stanley Perlman, quien estudió esos fenómenos en los casos del SARS y el MERS.
“Creo que la respuesta inmunitaria agresiva es lo que verdaderamente mata a los pacientes de Covid-19, destruyendo los tejidos, pero no es una certeza. Sería necesario calmar la tormenta en los pulmones sin bajar al mismo tiempo las barreras inmunitarias de los enfermos”, responde.
Por el momento, la medicina anda a tientas y en pruebas por la urgencia de la pandemia y no hay ningún enfoque terapéutico eficaz y comprobado contra este fenómeno, lamenta Perlman; subraya que administrar corticoides, antiinflamatorios habituales, sería con seguridad nocivo para los enfermos de Covid-19.
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