“Mi nombre es Silvina y soy una privilegiada de la vida ya que trabajo en lo que amo: la naturaleza, o ‘el verde’. En estos momentos que estamos viviendo, en el que nos quedamos ‘encerrados’, siento como ‘el verde’ ya no nos susurra, sino que nos habla con claridad: ‘quédense un tiempo adentro que ahora nos toca vivir a nosotros’. Es la voz de las mariposas que volvieron a aparecer, de los bichitos de luz que de repente vuelven a brillar, de los pájaros, de los grillos, hasta los sapos... Las plantas reverdecieron, se las ve felices. Paradójicamente, lejos de la mano del hombre a veces tan dañina. Lejos de los fumadores que ven a los canteros o las macetas como ceniceros en su paso, o de los niños que inocentemente corren entre los canteros de las plazas por negligencia de los mayores que se nos olvida enseñarles que lo que está abajo es vida”. La reflexión pertenece a Silvina Culasso, que por su trabajo como paisajista vive en contacto con la tierra de manera constante.
En diálogo con Infobae, describió lo que percibió en el jardín: “Empecé a notar algunos cambios en la naturaleza. Mayor cantidad de mariposas, de bichos que hacía rato no veía. Vivo en Rosario, y a pesar de estar en un área verde, veo que todo reverdeció más, también hay más aves”. Ella sostiene que, de algún modo, la naturaleza y el mundo dijeron: ‘Paren la pelota y empecemos de vuelta’. “Bajó la circulación de autos, y por lo tanto el smog. La gente antes caminaba por la calle, solamente pensando en su mundito, sin ver alrededor todas las cosas lindas que hay. Creo que era necesario frenar porque no se podía seguir viviendo del otro modo”. Y finalizó resaltando la gran oportunidad que implica este cambio abrupto de los hábitos y modo de vida: “Quizás sea tiempo de empezar, cada uno, a respetar lo que nos rodea. Enseñar a nuestros hijos a cuidar el verde, las plantas, y disfrutarlas. Ojalá que todo esto sirva para que haya un cambio”.
En sintonía con la paisajista, Eugenia Alaniz, directora de la Licenciatura en Gestión Ambiental de la Universidad Blas Pascal, también reflexionó sobre los efectos del aislamiento: “La pandemia del COVID19, ha traído impactos positivos en el ambiente como consecuencia del freno obligado impuesto a las industrias, a muchas de las actividades humanas, al transporte aéreo y terrestre. Así como el aislamiento de millones de personas”.
Alaniz argumentó que bajó la contaminación en toda Europa y en China. Y que a raíz de que las fábricas dejaron de producir nubes de smog, se redujeron drásticamente las emisiones de dióxido de nitrógeno y de dióxido de carbono, principales gases de efecto invernadero y de degradación de la capa de ozono. Y continuó: “En Venecia, el agua de los canales se ve más clara debido a la nula presencia de turistas y de tráfico de góndolas. Su calma ha permitido que cardúmenes de peces de varias especies salgan de sus escondites y que se incremente el número de cisnes. Además, la prohibición temporal del comercio de fauna silvestre, impuesta por China para combatir el coronavirus, se ha convertido en la tabla de salvación para muchos animales amenazados”.
Maria Laura Vidal Bazterrica, paisajista, compartió su percepción sobre el “lado B” del aislamiento: “Hace días que venimos quedándonos en casa, y como consecuencia de ello, nos henos vuelto más observadores, sobretodo de la naturaleza, de su fauna y de su flora. El aire lo percibimos más puro. Las mariposas abundan entre las flores de otoño. El cielo parece más limpio, los perfumes de arbustos, como la Osmathus frgans, invaden nuestro aire”. Vidal Bazterrica propuso aprovechar el tiempo para cuidar nuestros espacios verdes, jardines, patios, balcones y compartió algunos tips para trabajarlos y, de paso, mantenerse entretenido:
-Todas las plantas herbáceas, Agapanthus, Clivias, hemerocallis, Iris, Tulbalguis, Pasto inglés, Liripoes, que lleven más de tres años plantados, necesitan ser divididos, para mantener abundante su floración. Levantamos la mata, hacemos hijos nuevos y volvemos a plantarlo en el mismo lugar y con los hijos creando nuevos canteros.
- El compost. Es fundamental hacer composteras en estos días, ya que estamos consumiendo más verdura y fruta. Asi que en el jardín o en un simple maceta, podemos ir armándolo con desechos de la poda, césped, frutitos marchitos y de la cocina, la pulpa, cascaras, semillas y frutos. Es importante no poner cítricos, carne, ni harinas.
-Podar todas aquellas flores que ya han terminado su ciclo, al igual que frutos marchitos.
-Las hormigas no están en cuarentena y, seguramente, se nos acabaron los productos que teníamos en casa. La solución es colocar una naranja partida al medio en la base de la planta que comen estos insectos, ejemplo: cítricos, Rosales. Por la mañana encontraremos las hormigas pegadas a su pulpa, atraídas por el dulce de la naranja.
-Los caracoles y babosas. Cuanta más humedad tengamos en el cantero, más atacan. La solución casera puede ser colocar una latita de atún o caballa, vacía y limpia en la base de la planta y llenarla de cerveza. Es importante enterrarla a nivel de la tierra. Los caracoles y babosas se arrastrarán hacia la lata y quedarán atrapadas.
Por último, Delia Naón, paisajista, se sumó al debate y dio su punto de vista: “Estoy mucho tiempo en el jardín, y además ahora estoy trabajando online con grupos de jardinería. Yo creo que el ‘parate’ obligado, el frenar un poco con las rutinas anteriores nos hace ver las cosas de otra manera. Cambiamos el foco y empezamos a escuchar más a los pajaritos, olores, e insectos que cuando estábamos a las corridas no les prestábamos atención”. Y finalizó con una reflexión: “Es un tiempo para meditar más, para pensar a dónde nos llevan, a qué recuerdos nos transportan. El lado B sería poder disfrutar de esas cosas, de la casa, del jardín, si lo tenemos. En otro momento, hasta nos podía dar cargo de conciencia estar tanto tiempo disfrutando de estas cosas. Hoy es nuestro deber, así que está bueno aprovecharlo”.
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