En medio de la vorágine de información que circula sobre el nuevo coronavirus que sorprendió al mundo en diciembre y que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró pandemia, la evidencia científica se construye minuto a minuto sobre la base de la experiencia de los países que más casos presentan.
A medida que avanza esta pandemia, son cada vez más los estudios que intentan esclarecer la situación. En esta línea, un equipo de expertos en enfermedades infecciosas elaboró una investigación en donde calculó que la tasa de mortalidad en las personas que tienen síntomas de la enfermedad causada por el nuevo coronavirus es de alrededor del 1,4% lo que supone un buen resultado, ya que implica un descenso. Aunque esa estimación se aplica específicamente a Wuhan, la ciudad de China, también se investigó el resto de los países con infectados.
La nueva cifra se encuentra significativamente baja teniendo en cuenta estimaciones anteriores que eran del 2% o 3% y muy por debajo de la tasa de mortalidad para China. Si bien aún es más alta que la tasa de mortalidad promedio de 0,1% por gripe estacional, aumenta las esperanzas de que la peor consecuencia del coronavirus sea poco común.
La expectativa de que una “mayoría” de una población se infecte refleja el peor de los casos sobre quién se encuentra con quién, algo que los investigadores denominan “mezcla homogénea”. Pero incluso el supuesto de que no todos se mezclan con todos los demás significa que “al menos un cuarto a la mitad de la población probablemente se infectará” en ausencia de medidas de distanciamiento social o una vacuna, concluyen Joseph Wu y Kathy Leung de la Universidad de Hong Kong, líderes en enfermedades infecciosas.
La posibilidad de que alguien con COVID-19 sintomático fallezca varía según la edad. Para aquellos de 15 a 44 años, la tasa de mortalidad fue del 0,5%. Para las personas de 45 a 64 años, la tasa de mortalidad también fue del 0,5%, con un posible mínimo del 0,2% y un posible máximo del 1,1%. Para los mayores de 64 años, fue de 2,7%, con una estimación baja y alta de 1,5% y 4,7%.
En ese sentido, algo que llama la atención de los expertos es que el COVID-19 parece casi no afectar a los niños. De hecho, los afecta en una proporción muy pequeña comparado con los adultos: en la franja etaria que va desde los cero a los nueve años los casos registrados no superan el 1% y la mortalidad es del 0%.
Consultado por Infobae, el médico infectólogo Eduardo López (MN 37586) reconoció que “no se sabe la causa, pero la evidencia indica que prácticamente no hay ningún niño que haya requerido terapia intensiva, al menos es lo que ocurrió en China, que es donde más casos se estudiaron”.
“No se sabe realmente por qué se enferman menos, pero es notable -señaló el especialista-. Algunos discuten si el receptor del virus a nivel pulmonar está totalmente desarrollado en niños comparado con adultos; otros hablan de cierto grado de inmunidad que los protegería, pero lo cierto es que no hay estudios que lo clarifiquen”.
Como los médicos e investigadores han visto desde el comienzo del brote, muchas personas infectadas nunca se enferman. De hecho, solo el 14% de las personas en Wuhan con infecciones tempranas de coronavirus fueron detectadas, según compartió el epidemiólogo Jeffrey Shaman de la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia, quien dirigió un estudio publicado el lunes en Science sobre las infecciones por coronavirus indocumentadas.
A pesar de los heroicos esfuerzos de Wuhan para tratar a los pacientes, la repentina epidemia abrumó a sus hospitales, al igual que en el norte de Italia. En los países que recibieron más advertencias anticipadas y se prepararon mejor, especialmente si el distanciamiento social logra “aplastar la curva” lo suficiente como para amortiguar lo que de otro modo sería un maremoto de casos de Covid-19, es probable que la tasa de mortalidad sea aún más baja.
Para que nadie se sienta tentado a minimizar la amenaza, los científicos advierten que si el distanciamiento social no disminuye el número de casos en cualquier momento, abrumando los sistemas de atención médica, la tasa de mortalidad sería más alta. En este contexto, el distanciamiento social es la práctica para reducir el contacto cercano entre las personas para frenar la propagación de infecciones o enfermedades. Y que las medidas de distanciamiento social incluyen limitar la reunión de grandes grupos de personas, cerrar edificios y cancelar eventos.
“El distanciamiento es vital para ayudar a la contención y es una obligación cívica que habla de solidaridad y de pensar en el principal objetivo, que es evitar la muerte de las personas mayores y demás grupos de riesgo”. El médico infectólogo Tomás Orduna (MN 61528) explicó a Infobae que “si bien la Argentina aún está en fase de contención, es elemental que toda la sociedad acompañe las medidas que dispuso el Gobierno”.
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