Con el trabajo, las escuelas, los gobiernos, las iglesias, los deportes y los eventos especiales que toman medidas dramáticas para frenar la propagación del coronavirus, las rutinas diarias se ven interrumpidas y el aumento del aislamiento social es una desafortunada realidad para millones de personas en todo el mundo. Sabemos que debemos lavarnos las manos, desinfectar superficies y practicar el “distanciamiento social" para proteger nuestra salud física durante la crisis actual de COVID-19, pero ¿qué pasa con nuestra salud mental?
Cuando a principios de enero se conoció que algunas personas estaban enfermas en China por un nuevo virus surgido en el mercado de animales de Wuhan, nadie imaginó que dos meses después la enfermedad llegaría a más de 100 países en todo el mundo y sería declarada pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Así, y en línea con las últimas recomendaciones del organismo internacional de “adoptar medidas drásticas y se ataque en conjunto la proliferación del virus”, el “distanciamiento social” se presenta como una práctica para reducir el contacto cercano entre las personas y frenar la propagación del virus.
Las medidas de distanciamiento social incluyen limitar la reunión de grandes grupos de personas, cerrar edificios y cancelar eventos. Pero, ¿por qué es importante esta medida? “El distanciamiento es vital para ayudar a la contención y es una obligación cívica que habla de solidaridad y de pensar en el principal objetivo, que es evitar la muerte de las personas mayores y demás grupos de riesgo”. El médico infectólogo Tomás Orduna (MN 61528) explicó en diálogo con Infobae que “si bien la Argentina aún está en fase de contención, es elemental que toda la sociedad acompañe las medidas que dispuso el Gobierno”.
El jefe de Medicina Tropical y Medicina del viajero del Hospital Muñiz señaló que “el distanciamiento significa volverse un poco más ermitaño y que todas las actividades se desarrollen preferentemente dentro de las casas y cuando se sale a lugares donde hay muchas personas mantener el mínimo contacto con ellas”. En ese sentido, el especialista recomendó: “Lo que no es esencial ni urgente, como hacerse un chequeo de rutina, por ejemplo, lo ideal es posponerlo para más adelante, para dentro de tres semanas por lo menos”.
“Todo es tan nuevo que nos obliga a reflexionar para conservar no solo nuestra salud biológica, sino nuestra salud mental, que en rigor es toda una. El distanciamiento social nos lleva a ser solidarios, porque el que se cuida cuida a los demás. Es decir, no tener una vida social como la habitual supone hacer un bien a uno y un bien a los demás. En este contexto no dar un beso, no dar un abrazo o no tener una charla presencial es una prueba de amor y cuidado”, aseveró en diálogo con este medio Elsa Wolfberg, psicoanalista y psiquiatra de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), y vicepresidente del Capítulo de Prevención Cuaternaria, Psiquiatría Preventiva y APS de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.
Sin embargo, para la especialista también es cierto que pasados muchos días, hay personas que se estresan, y que les falta relacionarse socialmente. "Están acostumbradas a resolver en acciones y no en reflexiones. Esta coyuntura obliga a extender el quantum de reflexiones y a achicar el de acciones, por lo menos fuera de casa”, continuó.
La paradoja de este momento es que, si bien se requiere un distanciamiento social para contener la propagación del coronavirus, el aislamiento social también puede contribuir a la mala salud a largo plazo. Entonces, es importante que no permitamos que tales medidas también causen aislamiento emocional.
Para Sergio Grosman, médico psiquiatra, vicepresidente del capítulo Psicoterapias de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (MN 77443), a las personas la interacción social nos nutre, las rutinas nos organizan y tenemos a la libertad en alta estima. “Los seres humanos somos cultura, interacción e intercambio. La limitación de estas actividades sociales nos produce malestar que según cada persona se va a manifestar de diferentes formas. Para algunos como irritación, aburrimiento y ansiedad, y para otros como falta de aire, sensación de encierro y molestias corporales”, indicó consultado por Infobae.
La Administración de Recursos y Servicios de Salud de los Estados Unidos advierte que la soledad puede ser tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarrillos al día. Los sentimientos de aislamiento y soledad pueden aumentar la probabilidad de depresión, presión arterial alta y muerte por enfermedad cardíaca. También pueden afectar la capacidad del sistema inmune para combatir infecciones, un hecho que es especialmente relevante durante una pandemia.
“El aislamiento social, y más particularmente en los grupos de riesgo por edad tiene graves consecuencias en relación con la salud psíquica. En personas mayores, tiende a generar no solamente depresión, sino además una retracción libidinal psíquica, es decir un distanciamiento o desconexión de los objetos y las personas que puede elevar el nivel de daño de las enfermedades neurológicas o acelerarlas”, explicó el psicoanalista Jorge Eduardo Catelli (MN 19868).
Los estudios también han demostrado que la soledad puede activar nuestra función de lucha o huida, causando inflamación crónica y reduciendo la capacidad del cuerpo para defenderse de los virus. Aunque el aislamiento es la respuesta correcta a la pandemia de coronavirus, necesitamos exactamente lo contrario en respuesta a la epidemia de soledad. Entonces, ¿cómo podemos cultivar el bienestar social mientras evitamos la infección?
“El temor va a estar presente en muchos porque esa es la razón por la cual estamos limitándonos. Esta humanidad que somos en el siglo XXI ya no está solo a merced de la naturaleza como nos recuerda la epidemia, sino que es constructora del mundo que la rodea. Tener un propósito en estas limitaciones nos da sentido y si bien no disuelve el malestar, hace que podamos sobrellevarlo mejor. Cuando recordamos por qué estamos limitándonos, nuestra angustia puede cobrar un sentido superador", agregó Grosman.
“La rigidez de este tipo de medidas tiene un enorme riesgo para los adultos, los niños y los ancianos, y dependiendo de cada grupo etario esto tiene una incidencia diversa. Los adultos tenemos que ocuparnos de mantener un nivel de actividad que nos permita sostener una rutina. Para el bienestar de los niños, es fundamental que puedan comprender que no están de vacaciones. Y para los ancianos, sostener el contacto para que haya algo de un sostenimiento de una actividad que no los lance al abandono de sí mismos como estado psíquico que la reclusión espontáneamente provoca y al desasimiento de los objetos y los lazos, es vital", aseguró Catelli.
Para la especialista, si bien el distanciamiento social “desafía la capacidad que tenemos las personas de estar con nosotros mismos”, estar con uno mismo “tampoco es un veredicto absoluto” porque al fin y al cabo nuestra conexión a través de la tecnología por todas las vías es muy frecuente. “A lo mejor para algunos es un hallazgo encontrarse consigo mismos, pensando y reflexionando sobre sus prioridades, deseos y proyectos. Sin embargo, es muy raro que las personas estén solas en tanto tengan vínculos significativos en distintas áreas de interés. Estos no se evaporan por que no se les ‘eche agua’ como a las plantas todo el tiempo”, concluyó.
La pandemia de coronavirus nos ha recordado que la conexión humana puede propagar enfermedades. Pero la conexión humana también promueve el bienestar. En este contexto se nos presenta una oportunidad para reconocer la importancia de las relaciones para nuestra salud y practicar el aprovechamiento de la tecnología para el bienestar social.
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