En el amor no existen reglas fijas, ni fórmulas secretas. Los contratos tradicionales de a poco van encontrando nuevos formatos. En ese contexto, cada día más se afianzan las parejas que deciden estar juntas: se aman, se respetan pero no pasan el umbral de la convivencia ni siquiera de verse reiteradas veces en una semana. Es más, creen que hacerlo es el fin de todo. La tendencia llegó y se instaló en muchas generaciones, sobre todos entre millenialls -los de 30-35 y nacidos a finales de los ´90 – bajo el espíritu de que ni la convivencia, ni la rutina apagarán “la llama”.
Las relaciones, como todo, cambian con el tiempo. Y si bien hay muchas cosas positivas sobre un compromiso a largo plazo con alguien, mantener viva la chispa a veces puede ser todo un desafío. Después de todo, cuando se asientan juntos en una rutina, no es tan sencillo encontrarse fuera de la rutina y retener ese elemento sorpresa.
“La lógica de esta nueva modalidad es funcional porque tiende a oxigenar el vínculo y aliviana a los integrantes de la pareja. Es una tendencia que suele darse después de los primeros cuatro o cinco años de convivencia cuando en las parejas empieza a ser más densa la rutina y apunta a oxigenar el peso de lo cotidiano. De este modo, sería como volver a un modo noviazgo, donde tenemos tiempo de extrañarnos, donde la motivación para verse se presenta mucho más que si lo tenes asegurado todos los días de tu vida”, comentó a Infobae el licenciado en psicología Sebastián Girona, especialista en vínculos y autor del libro No te aguanto más.
“Dormir en casas separadas está siendo una opción para algunas parejas que saben de antemano o han experimentado los pros y los contras de la convivencia, dijo a este medio Walter Ghedin, psiquiatra y sexólogo. “Esta tendencia actual se da en el marco de mayor individualismo y defensa de lo propio, sobre todo en personas con un fuerte deseo de defender su autonomía. Si bien en un modelo de pareja con convivencia se llegan a diferentes acuerdos para que lo propio no se diluya en la vida marital, algo hay que ceder para estar juntos”.
"Muchas parejas se están cuestionando el modelo de convivencia, sobre todo cuando se ha atravesado esa experiencia y se sabe cuánto desgasta la rutina. Además hay que sumar una menor tolerancia para afrontar los problemas que la vida en pareja conlleva, desde los más sencillos hasta los más complejos. Por supuesto que existen momentos alegres y disfrutables. Sin embargo, estos no llegan a conformar, generando un estado de insatisfacción con uno mismo y con el otro. Los momentos de felicidad y de acuerdo conyugal no llegan a compensar los deseos personales, sobre todo los que están basados en el estudio o en el trabajo”.
De este modo, el matrimonio a medias tiene como base el deseo de volver a las épocas doradas del noviazgo, donde no convivían ni se tenían que ver sistemáticamente todos los días, de forma tal que se busca respetar la libertad de cada uno y evita que el amor caiga en la monotonía y la rutina. De acuerdo al especialista, se busca volver a sentir la adrenalina, potenciar el romanticismo y el efecto sorpresa que se va perdiendo en el día a día.
Las parejas que suelen elegir este tipo de relación que escapa a lo tradicional se diferencian en dos grupos: los de 30 a 35 años que priorizan su profesión, su carrera y prefieren elevarse de manera individual; y los de 50 a 55 años que ya transitaron un matrimonio e incluso son padres o abuelos, y no quieren arriesgarse a perder su independencia.
Esta tendencia no es nueva, ya que también existe otro tipo de convivencia a las que los llaman los “LAT” (Living Apart Together, según su sigla en inglés). Son individuos que eligen compartir su vida con otra persona pero que no están dispuestos a vivir bajo un mismo techo.
Se podría decir que las parejas LAT están compuestas por personas que se aman pero que intentan cumplir primero sus objetivos personales, y que ven a la pareja como un complemento y no como un elemento esencial en su vida, aunque sin duda les interesa preservar la relación por el tiempo de calidad que pasan juntos.
“Es viable un matrimonio donde no se conviva, esto responde a los nuevos modelos de pareja que se están dando. Y es que durante décadas reinó el modelo de pareja clásico donde una persona se junta con otra y se van a convivir para formar una familia. Lo cierto es que el modelo clásico dejó muchas falencias o no termina de funcionar para algunos, me parece que las variantes apuntan a eso”, enfatizó Girona.
Mantener vivo el concepto de deseo
Fórmulas hay tantas como parejas. Y es que no es un hecho menor que la convivencia y la rutina tienen el poder de soslayar los sentimientos amorosos y la necesidad de mantener viva la “llama” del amor y del sexo.
“Si se hace poco o nada para sostener a cada momento la unión amorosa la monotonía hará lo suyo, horadando lo mejor de cada uno y de la relación. Muchas parejas que conviven esperan el fin de semana, los feriados largos o las vacaciones, otras aspiran a reencontrarse cuando los hijos crezcan, en otros casos se creen que la pasión volverá por arte de magia. No hay nada milagroso. Hay que tomar conciencia de que si no hacemos nada para mejorar la pareja, que cada momento puede ser valioso para comunicar, para tomar contacto con el cuerpo del otro, la realidad se impone. Y la rutina hará los suyo, alejándolos bajo un mismo techo”, comentó Ghedin.
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