En Santa Fe, en el estado de Nuevo México, desde hace 16 años suele darse cita lo más cool de los Estados Unidos en la International Folk Art Market, la feria internacional de arte folk más importante del mundo. Esta simpática ciudad de colores tierra, que se levanta en medio del desierto a unos 2200 metros sobre el nivel del mar, se hizo mundialmente famosa por imponer un estilo en la arquitectura y la decoración muy definido: el Santa Fe Style.
Sus construcciones con influencias indigenistas y de la cultura mexicana fueron reproducidas en muchos rincones del globo. Casas que simulan ser de adobe y por dentro son verdaderas mansiones, paredes interiores artesanales, techos chatos que se mimetizan con la aridez del paisaje, terminaciones imperfectas, nichos en todas sus variantes y vigas a la vista son algunos de los rasgos dominantes de esta estética.
Como lo rústico y lo agrietado suele tener más sabor, en el Santa Fe Style no hay brillos ni líneas perfectas. Para pintar los muros, en esta vertiente arquitectónica se suele optar por los pigmentos que emulan a la naturaleza con sus tonos terrosos por sobre la pintura tradicional.
El reciclaje y darle nueva vida a viejos materiales es otra condición intrínseca de las construcciones. El toque artesano de los Navajos con su platería y sus piedras turquesas, los tejidos de audaces coloridos y la alfarería forman parte del legado de esta zona tan peculiar. Un entramado social y cultural que le ha dado vuelo mundial a sus escultores, artistas y pintores.
El clima, la tierra y la arena del desierto más el acervo indígena y la herencia mexicana esculpieron su impronta en Santa Fe y la elevaron al puesto número uno de lo cool.
En estas tierras estudió y tiene su casa nada menos que el diseñador de modas y empresario Tom Ford, quien llegó a Santa Fe con su familia a los 11 años. George R.R Martin, el aclamado autor de Game of Thrones, vive aquí mismo. Y a Ali MacGraw la cruzamos varias veces por la calle enteramente vestida de blanco con su elegante rodete gris. A nadie de aquí le sorprende encontrarse en la plaza del casco antiguo, en el bar del hotel La Fonda o en la Ostería D'Assisi con estas celebridades.
También había elegido vivir aquí la talentosa pintora Georgia O'Keefe, quien fuera considerada la madre del modernismo estadounidense. O'Keefe murió a los 98 años, en Santa Fe, donde hoy se erige un museo que lleva su nombre.
Por todo esto, no es de extrañar que sea justamente aquí que tenga lugar la International Folk Art Market En el verano boreal, en medio de esta maravillosa y colorida muestra que se prolonga -entre pre y post eventos- desde el 8 al 14 de julio, se dan cita unos 190 artesanos de lejanos países. De Mali a Kenia, de India a Perú, de Colombia a México, de Ghana a Madagascar… 52 países están representados en los stands que la componen.
En la feria pueden apreciarse artesanos que hacen demostraciones en vivo; orfebrería delicada; telares exquisitos; sandalias bordadas por nativas de la comunidad Masai; túnicas coloridas que remiten al Imperio Inca.
"Puedo decir que gracias a esta feria, nos cambió radicalmente la vida. Las mujeres de nuestra cooperativa hoy tenemos nuestras propias casas, salimos de la pobreza y hasta ¡tenemos autos!", cuenta Marie Alexandrine Rasaonantenaina, de Madagascar.
Marie viaja por el mundo con sus creaciones sorprendentes de ropa, canastos y alfombras. Pero no fue nunca al colegio. Nunca tuvo maestros ni profesores ni se sentó en un aula. Sin embargo, con la técnicas aprendidas por generaciones en su familia, en la Isla de Madagascar, pudo un día salir de la pobreza.
Rupa Trivedi (60) no es una artesana tradicional. Proveniente de una familia con recursos y su vocación fue tardía, pasados los 47 años. Sobrevino luego del casamiento de su hija (quien hoy vive en los Estados Unidos). Rupa sintió que en su casa le quedaba poco por hacer. Su hijo varón no requería demasiado su atención y su marido trabajaba mucho. Así que la idea de hacer algo con su fascinación por la naturaleza comenzó a cobrar sentido. Arrancó por contactarse con artesanos textiles. Y, allá por 2006, fundó la cooperativa Adiv Pure Nature.
Todo convive en un predio que visitan más de 21.000 personas cada año que a su vez movilizan más de 4 millones de dólares en cada exhibición. Esta muestra internacional ha impactado profundamente sobre mucha gente y sus economías personales en todos los rincones del mundo. Ha logrados sacar a muchas familias de la pobreza al darles herramientas de progreso.
"No comprendían por qué yo, que no era una mujer de negocios ni necesitaba el dinero, quería hacer esto. Fue difícil al principio vencer los prejuicios", dice hoy bajo el sol abrasador de Santa Fe, en la feria a la que asiste desde hace tres años. "La desconfianza del resto me ayudó aenfocarme. Ahora mi familia está muy orgullosa de mí", reconoce.
Rupa, una ama de casa visionaria, se transformó en una exitosa empresaria textil.
Tiene a su cargo 28 personas. Un equipo especializado en teñido natural y costura. "No usamos nada comestible, porque la India es un país con mucha pobreza y hambre. Sólo los restos, lo que no se come. Usamos lo que queda del coco, la cebolla… y también las flores que los templos descartan. Cuando empecé tenía claro que quería hacer mís tejidos sustentables y valerme del reciclaje", aclara convencida de su misión. Su compañía tiene como diferencial el uso de todos elementos naturales.
Vicente Castillo Dionicio (52) nació en Olinalá, en el estado mexicano de Guerrero. Su padre era artesano. A los 10 años comenzó a aprender de él para seguir ayudando a mantener a la familia. A los 12 años empezó a desarrollar la técnica de rayado. Sólo completó la escuela primaria. A los 20 años se casó con Florencia Espinal Ramírez (hoy tiene 47) y juntos fundaron un taller de trabajo en el que también luego empezarían a participar sus tres hijos: Leandro (31), Edgar (23) y Betzy Ived (21). Por la calidad de sus trabajos comenzaron a recibir premios nacionales. Hoy sus cajas y productos laqueados se venden en el Museo Barroco de Puebla, en el Instituto Nacional de Antropología y en el Museo de Arte Popular de la ciudad de México.
Magníficos escultores de la madera y dueños de una técnica de laqueado única, llegaron, por primera vez a la feria de Santa Fe después de 38 horas de manejo. Arribaron cargados con sus pertenencias y de ilusiones.
"Por suerte pasar la frontera en Laredo fue fácil. Teníamos un poco de temor, pero todo fue bien. Miraron nuestras artesanías y nos dejaron pasar", dice Vicente todavía sorprendido.
Florencia agrega que para ella es una "gran emoción estar acá. Es un sueño logrado. Yo me siento feliz y motivada cuando veo cómo reacciona la gente a lo que hacemos".
Su ciudad natal, Olinalá, es la capital mexicana de la técnica del laqueado. Los artesanos de la zona usan la madera local desde hace décadas. Luego reducen a polvo piedras del lugar y las mezclan con aceite de chía para conseguir una pasta base con la que recubren la madera trabajada. La dejan secar para luego, con pigmentos naturales, pintar la madera trabajada con mucho cuidado. El lustre conseguido es impecable.
Las cifras dicen que sus dieciséis ediciones suman alrededor de 1000 artistas que han participado con sus originales trabajos, provenientes de unos 100 países y más de 1.100.00 personas que se han visto beneficiadas a lo largo de los años y con 31 millones de dólares en ganancias para los artesanos por las ventas.
Para la economía regional también hubo ganancias que alcanzaron los 13.7 millones de dólares.
Este año, además, fueron por más y trajeron a Ndaba Mandela, el nieto del admirado Nelson Mandela, quien aprovechó para presentar su libro dónde cuenta las lecciones aprendidas de su mundialmente admirado abuelo. Habló en la plaza y arrancó aplausos.
Detrás de esta megaferia está la rueda de la vida y los objetivos de preservar valores, promover la dignidad humana, rescatar la importancia de lo artesanal y dimensionar las culturas que cada prenda u objeto traen consigo.
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