En los Estados Unidos, una persona con ingresos promedio debe trabajar entre dos y tres meses para completar los pagos anuales (con el seguro incluido) de un automóvil nuevo. Para David Bach, cofundador de la firma de asesores financieros AE Wealth Management y autor de The Automatic Millionaire, pocos gastos son tan vanos como este.
"Es enorme e innecesario, en una época en la que muchos estadounidenses tienen pocos o ningún ahorro y no guardan dinero para retirarse", argumentó a The Wall Street Journal (WSJ). En su opinión, de lo grande a lo pequeño a lo largo del día una persona gotea, sin advertirlo, dinero que podría utilizar de manera más inteligente. "Yo no puedo empezar el día sin café", agregó, como ejemplo. "Pero lo preparo en casa, todas las mañanas, por 20 centavos, en lugar de gastar USD 5 en una cafetería".
Además de Bach, el WSJ dialogó sobre estas cuestiones con Robert Shiller, ganador del premio Nobel en economía y profesor en la Universidad de Yale; Danika Waddell y Ellen Weber, especialistas en planificación financiera; Soo Kim, profesora de marketing en la Universidad de Cornell y el psicólogo Jonathan Bricker.
1. Casas grandes
"La gente todavía piensa en casas que son como del siglo XIX", dijo Shiller. "A medida que nos modernizamos, no necesitamos todo ese espacio. Por ejemplo, no necesitamos cocinas elaboradas, porque tenemos todo tipo de servicios de entrega de comida a domicilio. Y quizá tampoco nos hace falta un taller en el sótano. Uno solía tener un gabinete para archivar los documentos de los impuestos, pero ahora que todo es electrónico no hace falta. Tampoco las bibliotecas para la gente que lee mucho: hoy tenemos libros electrónicos. Las casas grandes son un desperdicio".
Weber consideró que es parte de un fenómeno mayor: "La gente gasta dinero comprando más cosas que las que necesita". En este caso, más espacio. "Esta idea de que cada persona en la casa necesita un baño es algo ridículo. Y sin embargo así se construyen muchas casas, aunque las familias reducen su tamaño. Cada vez más guardamos nuestras cosas electrónicamente; deberíamos necesitar menos espacio. También hay una tendencia a comprar casas con jardines que la mayoría de la gente no usa y termina por gastar un montón de dinero para que otro lo mantenga".
2. Gastos pequeños
"Las compras de escaso costo, como el café o el agua embotellada", dijo Bach, terminan por marcar una gran diferencia. "Si estás tomando un latte ahora en lugar de ahorrar, bueno, es algo idiota".
También Waddell apuntó a los gastos que, de tan irrelevantes, parecen no tener impacto: "Lo principal en lo que la gente desperdicia su dinero son los artículos de ocasión y en viajes al supermercado sin planificación previa. La falta de planificación hace que la gente vaya a comprar una cosa o dos y termine por gastar USD 100 o más". Esa falta de planificación también se vincula, destacó, con que las personas tienden a elegir los atajos.
Bricker coincidió en apuntar a los "artículos de consumo rápido, en general cosas que se pueden llevar a la boca". Al comer un dulce o beber un refresco, "el consumo es inmediato, así que hay una recompensa inmediata que se obtiene al hacerlo". Se pierde de vista "la perspectiva mayor sobre cómo ese consumo no sólo daña la billetera sino también valores de largo plazo como qué queremos hacer con nuestras vidas".
3. Objetos que compensan
Muchos gastos prácticamente nacen como un desperdicio: cosas que no nos importan realmente, o que demandan un compromiso al que no estamos dispuestos. Por ejemplo, una bicicleta fija con programas de entrenamiento, música motivadora y métricas en tiempo real, de USD 2.000, que pronto queda dentro de un ropero porque no se usa.
"Y las compras compensatorias", agregó Kim. "Básicamente cualquier cosa que la gente usa para señalar a otros que tienen éxito en algún dominio. Cosas llamativas como bienes de lujos y accesorios con grandes logos visibles, para mostrar que tienen dinero y estatus social".
Eso es igual entre los que tienen muchos ingresos y los que tienen pocos ingresos: la única diferencia es que los primeros tienden a "comprar experiencias" y los segundos "objetos y materiales más tangibles y duraderos", ilustró Kim. Sean unas vacaciones de lujo o un calzado de marca, el mecanismo es el mismo.
Mucha gente justifica esas indulgencias, agregó Waddell, "porque trabaja mucho y siente que lo merece". Y a veces, destacó Bach, ni siquiera se piensa al respecto: "Gastamos dinero de manera inconsciente. Es un hábito. Uno no se detiene a reflexionar".
La lógica de la compensación se aplica también a las compras de baja cuantía que se inscriben en lo que es tendencia, como cierta marca de café. "A la gente le gusta verse exitosa", dijo Shiller. "A la gente le gusta saber sobre los logros de los demás. ¿Y cómo se sabe? ¿Quién sabe lo que las personas hacen en su labor cotidiana? Pero sus casas se pueden ver".
4. Niños que no crecen
"Suelo ver padres que, cuando los hijos se convierten en adultos, se resisten o se olvidan de hacerlos pagar su propio seguro de automóvil o su cuenta de teléfono, cosas que están en un plan familiar aun si los hijos tienen 27 años", ironizó Weber.
La razón es que a ningún padre o madre le gusta parecer malo o avaro con sus hijos. "Pero sería beneficioso tanto para los padres como para los hijos", agregó. "Aunque simpatizamos mucho con los jóvenes graduados para los que es difícil comenzar una nueva carrera y viven con un presupuesto muy ajustado, creo que aprender a vivir así es una experiencia de vida valiosa".
—¿Hay maneras de que los consumidores recorten los gastos que son derroche? —preguntó WSJ.
Bach: —Se puede comenzar por registrar a lo largo de un día en qué se gasta el dinero. Y analizar qué cosas están en pago automático mensual.
Waddell: —La planificación de las compras de supermercado es una de las mejores maneras. Si uno piensa en un menú semanal y hace las compras un solo día por semana tendrá menos probabilidades de pasar por la tienda y gastar en artículos imprevistos.
Bricker: —Hay que tomarse 30 segundos para advertir el ansia de hacer una compra, y preguntarse: "¿Puedo no hacerla?". Y si se pueden esperar cinco minutos, probablemente se descubra que el ansia ha pasado.
SEGUÍ LEYENDO: