En la era del consumo tecnológico, la pornografía se ha erigido como un producto más para consumo de jóvenes y no tan jóvenes. Ya hay estudios que datan la edad de inicio de visionado de pornografía en los 12 años, aunque se observan diferencias entre chicos y chicas.
Ahora que ha terminado una de las grandes series de culto de todos los tiempos, Juego de Tronos, se ha de reseñar que según webs de contenidos pornográficos como Pornhub, el flujo de visitas a estas páginas se veía considerablemente reducido, hasta en un 5 %, mientras se emitía un nuevo capítulo de esta popular serie, que incluía escenas propias de filmoteca erótica.
Los contenidos pornográficos venden, sobre todo porque hay consumidores dispuestos a atiborrarse.
Consecuencias cerebrales
Como desgranamos a continuación, estudios publicados ya han puesto de manifiesto cómo el consumo de contenidos pornográficos puede tener consecuencias a nivel cerebral, y los consumidores se comportan de modo que desarrollan conductas adictivas propiciadas por las ingentes cantidades de dopamina liberadas durante su visionado. La dopamina es un neurotransmisor que hace que las personas se sientan alegres, satisfechas, motivadas. Asimismo, está relacionada con el deseo y el apetito sexual.
Vivimos en una sociedad erotizada y de exposición en redes sociales. Es común, mientras se navega por la red, estar expuesto a diferentes anuncios de contenido sexual, por lo que se puede ser tanto consumidor activo como pasivo de estas imágenes.
Ansiedad y descontrol
Hay quienes sienten que tienen el control y son responsables en el consumo y la forma en que les influyen estos contenidos, pero lo cierto es que no todos lo consiguen, por lo que pueden verse influidos negativamente mostrando reacciones de ansiedad y pérdida de control.
Pero, ¿por qué los jóvenes de hoy debutan como consumidores de pornografía? La respuesta no es solo la búsqueda de este placer descrito, sino también el aprendizaje. Hay quienes consumen contenidos, también llamados "para adultos", en soledad, y otros en compañía. Hay parejas que lo visionan en grupo con el afán de experimentar nuevas sensaciones: en algunos casos han referido mejoras en la comunicación y satisfacción sexual, mientras que otros refierieron que el interés por la pareja se vio afectado, aumentó la inseguridad y crearon expectativas no realistas dentro de la pareja.
Tal como han apuntado otros estudios, el consumo de pornografía puede llegar a convertirse en una adicción que, lejos de ser inocua, puede tener serias consecuencias negativas para la pareja, llegando a ser incluso causa de ruptura. Otro de los efectos negativos descritos, sobre todo en hombres, es la contribución a la aceptación de la violencia contra las mujerespor las imágenes en las que se degrada o se muestran escenas violentas contra ellas.
[La relación que tiene la pornografía con la anorexia y bulimia]
Muchos son los jóvenes que inician sus relaciones sexuales de forma cada vez más precoz. Esto les lleva en ocasiones a necesitar experimentar nuevas sensaciones tomando como modelo lo transmitido por la industria pornográfica.
Modas que “importa” la pornografía
Uno de los ejemplos más claros que podemos observar es la moda "importada" del porno del rasurado genital. Está constatado que el vello púbico tiene una función de protección frente a infecciones. Sin embargo, la moda de vulvas y genitales ralos está presente en nuestra sociedad, y más entre los jóvenes, a imitación de lo que se ve en cualquiera de estos vídeos para adultos.
Otro ejemplo es el escaso uso del condón masculino que se constata en las escenas de películas pornográficas, fomentando así el sexo desprotegido, por lo que aquellos jóvenes consumidores habituales de pornografía emplean menos el preservativo como método anticonceptivo.
Por tanto, no podemos obviar que la pornografía tiene una importante influencia a nivel social. Una de las formas de hacer frente a estas conductas poco saludables en sexualidad es mediante la educación sexual, programas dirigidos a jóvenes donde se aborden sus inquietudes en torno al sexo y se desmitifiquen cuestiones arraigadas en el imaginario social.
Esta responsabilidad debe ser compartida por la familia, la escuela y la sociedad si queremos conseguir jóvenes sexualmente competentes.
Fátima León Larios
Profesora de Enfermería en la Salud Reproductiva., Universidad de Sevilla