Lil Miquela fue creada en 2016 por Trevor McFedries y Sara Decou como un proyecto de arte digital basado en el fenómeno de los influencers. Pero, a pesar de que se trate de una imagen en 3D o una especie de holograma, es un claro ejemplo de que la realidad y la ficción a veces se entremezclan. Además de pasearse por las calles de Los Ángeles, Miquela tiene una carrera como modelo, compone singles, viste las últimas tendencias de moda o asiste a eventos de la talla de los Fashion Awards o Coachella.
Para muchos se trata de una muy buena estrategia de marketing. Esta teoría tiene cierto sustento: Miquela hace referencia constantemente a lugares físicos de Los Ángeles donde dice haber ido de fiesta, o nombra marcas de ropa que afirma haber usado y publica constantemente imágenes. Incluso, se llegaron a postear selfies en sus cuentas de Twitter, Instagram y Tumblr con modelos, artistas y músicos, que luego también publican el material.
En su lista de amistades, además de las robóticas, se encuentran la editora de moda Giovanna Battaglia, la actriz estadounidense Tracee Ellis Ross y artistas como Rosalía y J Balvin. Esta vez, Miquela llegó a Coachella, sumándole periodismo musical a su lista de galardones y continuando con la tradición del festival de difuminar la línea entre la tecnología y lo tangible.
La influencer CGI escogió al cantante de reggateon latino J Balvin para su primera entrevista. En el muy esperado mega festival, encabezado por Ariana Grande, Childish Gambino y Tame Impala, Miquela también se sacó selfies con la cantante y compositora española Rosalía. Según advierten sus creadores, la modelo también entrevistará a otros artistas este fin de semana.
“Es un placer conocerte finalmente”, dijo Balvin en la entrevista. “He estado buscando por todas partes, pero sos difícil de encontrar”, añadió entre risas.
Con 1,5 millones de seguidores en Instagram, Lil Miquela se ha convertido en una auténtica sensación de las redes sociales, entrevistando a artistas y diseñadores, y más recientemente incluso lanzando su propia música con la ayuda de artistas electrónicos como Baauer.
En los últimos años, Lil Miquela ha cautivado no solo a millones de seguidores en Instagram, sino millones de dólares de las compañías más grandes de Silicon Valley. Fue el año pasado que el sitio web TechCrunch informó que solo Sequoia Capital había invertido alrededor de USD 6 millones tanto en Miquela como en la compañía detrás de la idea.
Si bien la codificación y la programación inteligentes forman los pilares fundamentales del personaje, el éxito de la compañía al llevar a un avatar a la esfera de influencers exitosos se debe en gran parte a un marketing aún más inteligente.
La aparición de Miquela en Coachella podría ser la instalación más reciente de CGI en el festival, pero está lejos de ser la primera. En 2012, el festival, para cierta controversia, adornó su escenario con un holograma del fallecido rapero Tupac Shakur, quien fue asesinado en 1996 en el apogeo de su carrera.
La presentación del espectáculo, que se produjo después de un juego de los amigos y colaboradores de Tupac, Snoop Dogg y el Dr. Dre, se encontró con una mezcla de desconcierto y, en algunos casos, miradas incómodas. Si bien la aparición de Miquela en el festival de este año ha sido mucho menos polémica, la presencia de la influencer marca un hito para el papel del CGI en los medios y el marketing.
En esta cultura occidental moderna -reinada por una ansiedad persistente sobre la relación entre lo real, lo verosímil y lo que se muestra en las redes sociales- muchos explican la incomodidad que produce Miquela como un fenómeno que suele darse en torno a la robótica y las animaciones: a pesar de que al ojo humano le agradan los personajes irreales, su imagen se torna cada vez más insatisfactoria a medida que éstos comienzan a tener una apariencia cada vez más humana.
SEGUÍ LEYENDO: