Crean un robot capaz de percibir olores, como el ser humano

Este dispositivo usa inteligencia artificial y sería útil para la detección de drogas y explosivos

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Para su funcionamiento se desarrolló una plataforma biohíbirda.
Para su funcionamiento se desarrolló una plataforma biohíbirda.

Científicos de la Universidad de Tel Aviv desarrollaron un robot que cuenta con el sentido del olfato igual al de un ser humano y que puede servir para reemplazar a los perros en aeropuertos para la detección de explosivos y estupefacientes.

“La creación de un robot con olfato biológico podría ayudarnos a preservar la vida humana e identificar a los delincuentes de una forma que hoy no es posible. Algunos animales saben detectar enfermedades. Otros pueden percibir terremotos”, afirmó el doctor Ben Maoz, parte de la facultad de ingeniería de donde surgió la investigación.

Para su funcionamiento se desarrolló una plataforma biohíbirda, que utiliza sensores biológicos conectados a sistemas electrónicos. Además, se complementa con algoritmos de inteligencia artificial, en un proceso que se parece mucho a como funciona este sentido en las personas.

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El estudio asegura que utilizaron antenas extraídas de una langosta del desierto.
El estudio asegura que utilizaron antenas extraídas de una langosta del desierto.

El robot que detecta olores

El estudio asegura que utilizaron antenas extraídas de una langosta del desierto, que fueron conectadas a sistemas eléctricos para medir la cantidad de señal producida por las antenas al detectar un olor.

El siguiente paso fue enlazar el robot a una inteligencia artificial y desde ahí desarrollar un sistema que diferenciara correctamente ocho olores puros que reconoce el ser humano. Tres de ellos fueron geranio, mazapán y limón.

Lo que resultó de esto fue un proceso muy similar al que está en el cuerpo de las personas y en general de los seres vivos. Un estímulo recibido por un órgano sensorial, que posteriormente es llevado al cerebro y este lo convierte en impulsos eléctricos para descifrar la información.

“La naturaleza está mucho más avanzada que nosotros, así que debemos utilizarla. El principio que hemos demostrado puede utilizarse y aplicarse a otros sentidos, como la vista y el tacto”, aseguró Moz.

Los alcances de esta investigación son muy amplios, porque los encargados sugieren que también se puede llevar el robot al campo para que sea capaz de detectar pestes que representen un peligro para los cultivos, así como la identificación de células cancerígenas en el cuerpo humano.

El avance de este robot, superó lo hecho por otros dispositivos similares, según los científicos. “Una comparación con los dispositivos de medición estándar mostró que la sensibilidad de la nariz del insecto en nuestro sistema es unas 10.000 veces mayor que la de los dispositivos que se utilizan en la actualidad”, concluyeron.

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El dispositivo pudo detectar ocho olores con precisión.
El dispositivo pudo detectar ocho olores con precisión.

El robot que ayuda a la vida marina filtrando los microplásticos

Un estudiante de ingeniería en Inglaterra ha diseñado un pez robótico llamado Gillbert, que usa sus branquias para filtrar estos residuos de un río o del mar.

Este pez robot mide medio metro de largo. Nada moviendo la cola mientras mantiene la boca abierta para recolectar agua (y microplásticos) en su cavidad interna. Cuando la cavidad está llena, el robot cierra la boca y abre sus válvulas branquiales lamelares, expulsando el agua de las válvulas y levantando el fondo de la cavidad.

Incluye aletas pectorales, motor de branquias y boca, rastrillo branquial, red de partículas, un motor independiente para las aletas, una barra de accionamiento para las aletas de la cola, un motor para las aletas de la cola, batería y microcontrolador, y sensores para detectar el nivel de volumen y la claridad del agua. Gilbert puede recolectar microplásticos de hasta 2 milímetros de tamaño.

Para que este sistema sea efectivo, se necesitarían miles, millones de estos robots. Pero la idea no es usarlos para retirar microplásticos, sino recolectar algunas piezas y analizarlas. Así los biólogos marinos sabrían qué microplásticos afectan a determinadas zonas y con qué densidad.

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