Con los celulares inmersos en el entorno cotidiano de la vida familiar es normal que los menores los vean como un elemento importante para ellos y que los padres lo usen como solución en caso de que el niño esté llorando o desesperado por algún motivo.
Un estudio de la Universidad de Michigan encontró que este tipo de acciones son una opción que termina con el problema en el corto plazo, pero que con el tiempo puede generar un gran número de inconvenientes en el desarrollo emocional del menor.
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Diferentes situaciones de la vida cotidiana llevan a darle a un niño de entre tres y cinco años el teléfono como una opción de diversión, relajación y para ayudar a calmarlo por algo que lo molestó o lo hizo llorar.
Por eso la doctora Jenny Radesky, pediatra conductual del desarrollo y autora principal de la investigación, quiso evaluar si esto último se trataba de una práctica buena o negativa para el menor.
El estudio, que se realizó entre 2018 y 2022, contó con la participación de 422 padres y sus hijos de edades tempranas, quienes tienen un temperamento en formación y es más explosivo, por lo que son más exigentes de controlar en momentos difíciles.
La solución de los padres ante esa situación de desesperación y llanto era darles el celular, pero los mismos tutores aseguraron que con el tiempo los menores luchaban cada vez más para manejar sus propias emociones y por el contrario eran más impulsivos.
Un punto interesante en el estudio es que en el caso de las niñas el impacto no era el mimo, según los investigadores, porque a ellas se les educa con mayor flexibilidad sobre la expresión de sus sentimientos, algo que no pasa con los hombres.
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Además, la doctora encargada del estudio asegura que “no todos los niños van a tener la misma relación con los medios”, por lo que es importante conocer los desafíos que cada menor presenta frente al uso de dispositivos en cada contexto.
Con esto busca dejar claro que el tiempo que pasan padres e hijos frente a una pantalla no se debe eliminar, sino aprovechar en otros momentos. Así como tener una reacción de escucha frente a las situaciones de dificultad para que los niños aprendan a expresar y conocer sus sentimientos, porque la presencia de una pantalla puede reprimir o ignorar sus emociones.
En lugar de darles un dispositivo móvil, Radesky asegura que los niños necesitan experiencias sensoriales para lidiar con sus sentimientos, como correr, columpiarse, saltar, bailar o abrazarse, además de sentirse cómodos. Aunque la doctora sabe lo difícil que puede ser esto en situaciones de alto estrés y que llegará el momento en que el móvil tendrá que aparecer en la vida del niño.
“De vez en cuando tendrás que sacar ese dispositivo móvil que espera en la cola de una tienda. La clave es no convertirlo en la forma principal de gestionar esos momentos emocionales”, afirma la doctora encargada de la investigación.
Es así como una solución pasajera puede ser la puerta de entrada a la construcción de una conducta en la que el menor se vuelva más impulsivo, más difícil de calmar y, sobre todo, limitar la regulación y expresión emocional.
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