Robots sexuales, gafas de VR para experimentar el porno en primera persona o dildos que se manejan desde el celular son algunas de las tantas variantes que se pueden encontrar dentro de lo que se llama sextech. En esta unión entre el sexo y la tecnología, la innovación está puesta al servicio del placer.
“En el devenir del siglo XX se pasa de la prohibición al empuje a gozar, sin límites. No es sin consecuencias para los encuentros sexuales donde el amor ya no regula lo pulsional y el deseo se licúa. Lo tecnológico es como la prótesis que tapona el vacío necesario para que el cuerpo estalle en placer”, dijo Any Krieger, psicoanalista miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), en diálogo con Infobae.
Krieger también habla del rol del consumismo en la creciente variedad de este tipo de tecnología en el mercado. “Aparece un gadget y se oferta como el milagro del deseo, del placer y la gente que puede lo consume”, dice.
Con el avance de la IA en este terreno, surgen nuevas categorías para poner en palabras las formas de relación que pueden surgir. De ahí que hace un tiempo se comenzara a usar el término “teledildónica” para describir la práctica del sexo en una realidad virtual (VR) simulada por una computadora. En especial hace alusión al encuentro sexual en un contexto digital entre los avatares o presencias virtuales de dos humanos. ¿Podría ser acaso una opción de interacción recurrente dentro de algún metaverso futuro? El tiempo lo dirá.
Juguetes sexuales inteligentes
El mercado del sextech viene creciendo en los últimos años. Prueba de ello fue que en la edición 2020 de CES, la feria de tecnología más importante del mundo, este rubro tuvo un espacio destacado por primera vez. Y desde aquel entonces, se han visto cada vez más gadgets pensados para potenciar el goce y estimular la fantasía en sus diversas formas.
La pandemia también ha funcionado como un potenciador de la virtualidad y los gadgets sexuales: las cuarentenas y las recomendaciones de limitar el contacto humano llevaron a muchos usuarios a volcarse, todavía más, a la tecnología para saciar sus deseos.
Y si algo abunda en este mercado es la variedad. Dentro del universo de los dildos inteligentes hay productos con sensores que recopilan información respecto del contexto y los estímulos que llevan al clímax.
Sí, el big data dice presente también aquí: se toman diferentes datos del dispositivo y se cruzan con información que ingresa la persona, para así identificar algunos patrones que ayudan a sentir placer.
También hay modelos automatizados que cuentan con controles personalizados para ajustar la intensidad y la frecuencia de los movimientos. Se destacan también los estimuladores de clítoris por medio de ondas de aire que gentilmente succionan y masajean las terminaciones nerviosas para lograr una experiencia satisfactoria u “orgasmos inteligentes”.
“Las vincularidades que emergen de los intercambios virtuales parecen haber resignificado la posición del dildo en la arquitectura del placer. Corridos de su clásico rol de coadyuvantes o accesorios, se establecen como puentes, transiciones, monedas de intercambio entre subjetividades”, aseguró Romina Vitale, especialista en TOC y diversidad sexo-género.
La tecnología también permite jugar con los sentidos. Es el caso de las gafas de VR para ver cine erótico en modo “point of view”, que buscan generar una experiencia más inmersiva para el/la usuario/a.
“La visión se puede estimular a través del uso de gafas de VR o también puede utilizarse la visión de alguna película erótica o pornografía no heteronormativa, una opción más realista como se puede ver en el cine de Erika Lust. Todo lo que sea potenciar el erotismo a través de los sentidos es saludable, siempre y cuando no genere una dependencia”, explicó Sandra Magirena, médica especialista en ginecología y sexología clínica, en diálogo con Infobae.
El punto está justamente ahí: ¿qué pasa cuándo sólo se puede obtener placer de la mano de estos dispositivos? “Si solamente se puede lograr tener un orgasmo o satisfacción con un material de este tipo, ya se entraría en la categoría dependencia, en la cual el elemento tecnológico se convierte en un fetiche”, dice Magirena.
En línea con esta idea, la socióloga Manuela Gutiérrez plantea que los dispositivos no son buenos o malos per se y que la situación se debe analizar contemplando el contexto y la forma de vinculación de los usuarios con ellos.
“Sería bueno integrar el sexo mediado por la tecnología como una opción más de tener sexo. Además, no está bien subestimar aquello que es novedoso, por el contrario, es una oportunidad para continuar explorando modos de vincularse. En la medida en que sea beneficioso y no dañino, en tanto se trate de placer y deseo, sin afectar la integridad de algún otro, no habría conflicto”, analiza Gutiérrez.
Robots sexuales y la digisexualidad
Existen varias compañías que se dedican a crear robots pensados para dar placer: ofrecen androides con diferentes estéticas, capaces de hablar y hasta de “sentir” orgasmos, cuando se presionan los sensores indicados, buscando así emular los puntos erógenos humanos.
Hay modelos hechos de silicona con una estética híper realista que integran una app para que el usuario interactúe con su sex toy como más desee. El software con el que vienen les otorga a los muñecos diferentes personalidades para que el usuario viva el encuentro de una manera más “realista”.
“La definición del sujeto de la modernidad como biológica y necesariamente humano está cayendo en desuso. La emergencia de otras categorías conceptuales que dan cuenta de subjetividades múltiples y experiencias radicalmente diversas, habilita la potencialidad de la experiencia transhumana, androide y cyborg como derivas posibles. En ese nuevo contexto paradigmático la distancia relativa entre “sexo carnal” y sextech se torna como mínimo debatible y acaso, incluso, obsoleta”, reflexiona Vitale.
Y añade que como en cualquier otro ámbito la tecnología puede ser una aliada u obstáculo. El desafío es repensar su rol para que obre en favor del bien común.
Estos robots y otras formas de tecnología en ocasiones se emplean para acompañar el encuentro sexual con un otro o para potenciar la autosatisfacción, pero en otros casos se plantean como sustitutos de otras formas de vinculación. Es aquí donde se pasa a otro tipo de terreno porque ya el dispositivo deja de ser un medio para alcanzar el placer o un elemento más para sazonar la sexualidad y pasa a ser el fin en sí mismo, reemplazando el encuentro con el otro.
De hecho, los autores especialistas Neil McArthur y Markie L.C., en su artículo “El advenimiento de la digisexualidad: desafíos y posibilidades terapéuticas” publicado en 2017 describen como “digisexuales” a aquellas personas cuya identidad sexual principal proviene del uso de la tecnología. En este grupo entrarían, por ejemplo, Akihiko Kondo un hombre japonés que en 2018 se casó con un holograma o Yuri Tolochko, el fisicoculturista que en 2020 se casó con una muñeca sexual.
“El ser humano es sociable y necesita la expresión sexo-afectiva o afectiva-emocional en la presencialidad y con el contacto de los cuerpos. El cuerpo es un escenario maravilloso que ofrece una fuente inagotable de sentires y placeres que se va a ver siempre potenciado por la interacción con otros cuerpos”, subraya Magirena.
Y vuelve a remarcar que la tecnología puede ser una gran aliada para potenciar el deseo y las fantasías pero que no debería ser un obstáculo para vincularse con otros por completo porque en ese caso se cae en un aislamiento afectivo que puede ser nocivo. “La socialización y el encuentro entre personas favorece el desarrollo psicoafectivo emocional y es un elemento de la salud integral”, concluye.
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