Entre diciembre y enero, el feed de Twitter comenzó de a poco a inundarse con grillas que intercalaban cuadrados verdes, amarillos y grises. Atraídos por esos misteriosos patrones que se replicaban más y más, los curiosos conocieron Wordle.
Wordle es un juego online, sencillo y gratuito en el que hay que adivinar una palabra de cinco letras en un máximo de seis intentos. Cuando tipeamos nuestra primera respuesta y damos enter, en verde se marcan las letras que acertamos y que se encuentran en el lugar correcto; en amarillo las letras que están en la palabra pero en otro lugar; y en gris las que directamente no aparecen.
En Wordle no hay publicidad constante, nadie te pide dinero y no se busca tomar de rehén al usuario durante 24 horas: se ofrece una sola palabra por día y es la misma para todos. De esta manera, brinda un escape ameno y entretenido que consume poco tiempo y se puede jugar para hacer un pequeño descanso en medio del home office con una taza de café, para entretenerse en la fila del colectivo, o simplemente como un desafío de a dos.
Así fue precisamente cómo nació.
Josh Wardle, un ingeniero de software de Brooklyn, EEUU, pero originalmente de Gales, lo creó para divertirse junto con su pareja, Palak Shah, que ama los juegos de palabras.
Primero lo jugaban él y su compañera para matar tiempo durante la cuarentena. Así estuvieron meses, pasando el rato y desafiándose entre sí. Después se sumó su familia, que pronto se obsesionó y comenzó a ser el tópico preferido del grupo de WhatsApp. En octubre del 2021, Wardle decidió hacerlo público, para ver si otra gente lo disfrutaría tanto como ellos.
Según un recuento del New York Times, el 1 de noviembre lo jugaron 90 personas; dos meses después, esa cifra escaló a 300 mil. Hoy tiene más de 2,5 millones de jugadores y sigue sumando.
El fenómeno es innegable: tuvo su propio homenaje en forma de caricatura en The New Yorker (la ilustradora Zoe Si dibujó a una mujer durmiendo sonriente, y una nube muestra que sueña con ovejas saltando por encima de una grilla de Wordle); un músico creó un secuenciador que hace composiciones con los resultados; matemáticos debaten las probabilidades y crean métodos para acertar rápido, como colocar palabras con muchas vocales. Otros simplemente escriben la primera que se les ocurre.
“Volverse viral no se siente muy bien para ser honesto”, le dijo Wardle a The Guardian. “Siento un sentido de responsabilidad por los jugadores. Siento que realmente les debo mantener las cosas en marcha y asegurarme de que todo funcione correctamente”.
Es que la avidez por más es tanta que gente de todo el mundo crea sus propias grillas para jugar solos o con amigos.
Uno de ellos es Joaquín, de 39 años y de Buenos Aires. Con unos amigos con los que se junta para juegos online -incluso inventaron uno durante la cuarentena llamado “Search”- crearon un grupo de Whatsapp en el que se desafían diariamente con más palabras para saciarse la voracidad que Wordle no les permite.
“Si pudieras jugar ilimitadamente, habría algunos jugando todo el día”, dice a Infobae mientras cuenta cómo se las ingeniaron con sus amigos para adaptar rápido Wordle a WhatsApp: “Uno ejerce de ‘Master’, elige la palabra y empieza a jugar otro. Si la letra está en el lugar correcto, la pintás de negrita; si la letra está, pero en el lugar equivocado la tachas”.
Wordle no tiene app. Apple eliminó recientemente varias aplicaciones de imitación de su App Store (la única que queda en pie es un juego no relacionado llamado “Wordle!”, creado por un adolescente hace cinco años). Se puede jugar a través de la página del desarrollador, a la que se puede acceder desde cualquier dispositivo, sea computadora de escritorio o smartphone. Por ahora, la única versión oficial es en inglés (aunque Wardle está trabajando para sacar la adaptación francesa).
La versión no oficial más fiel y más popular en Latinoamérica (y la que probablemente hayan jugado la mayoría de los lectores de esta nota) la hizo el desarrollador colombiano Daniel Rodriguez, y se puede acceder a través de su web.
El jugador promedio de Wordle requiere de cuatro o cinco intentos para adivinar la respuesta, que, coincidentemente, es la cantidad que necesita su propio creador: “[Mi pareja] y yo lo jugamos juntos en el sofá todas las mañanas. Ella siempre lo logra en tres intentos, lo cual es mucho, mucho mejor de lo que yo puedo esperar lograr. Normalmente necesito al menos cuatro o cinco intentos”, le dijo a Newsweek y reconoció: “Creé Wordle pero no soy muy bueno. Me temo que no soy realmente el mejor”.
Y hay una razón por la que cada palabra tiene exactamente cinco letras y se permiten seis intentos para adivinarla. Wardle probó diferentes longitudes de palabra y experimentó con el número de oportunidades que se les permiten a los jugadores: “A través de ese proceso de refinamiento, descubrí que cinco letras y seis intentos era el punto justo ideal. Es lo suficientemente limitado como para sentirse desafiante y hacerte pensar, pero la mayoría de las veces las personas aún logran resolverlo. Entonces, hay una sensación de logro real”.
Cuando se acierta, se puede compartir en las redes sociales con un widget, lo que es parte del éxito del juego. Después de que notó que las personas en Nueva Zelanda compartían sus resultados usando una cuadrícula de emojis, Wardle agregó la función en el juego mismo, creando una forma única y sin spoilers para que los fanáticos muestren su resultado diario: a todos les gusta vanagloriarse un poco de los logros propios, por más mínimos que sean. Y en un juego de vocabulario, adivinar hace que los usuarios se sientan bien consigo mismos.
Wordle ofrece ese pequeño destello de luz en medio de la pandemia. ¿No acertaste hoy? No pasa nada: mañana habrá otra oportunidad.
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