Una investigación de Vice puso la lupa sobre las publicaciones que hacen algunos influencers sobre universidades del Reino Unido a las que nunca asistieron. Se trata de anuncios pagos donde el influencer menciona los beneficios de asistir a tal o cual casa de estudios y alientan a sus seguidores a inscribirse allí haciendo referencia a la importancia que tiene recibir una educación universitaria.
Y lo hacen apelando a la experiencia personal. Claro que si bien no mencionan que fueron a esa universidad en particular, tampoco dejan en claro que no asistieron allí o que si estudiaron, lo hicieron en otro sitio. Tampoco dejan claro que el posteo se trata de un anuncio patrocinado. Es una situación confusa que ha sido repudiada por algunos usuarios y analistas que creen que esto podría ser considerado como publicidad engañosa.
Un ejemplo de este tipo de anuncios es el posteo que publicó la modelo Ambar Driscoll el 13 de agosto donde muestra una foto de su graduación hace cuatro años y luego elogia a la Universidad de Hull. Si bien no dice que fue a esa universidad, tampoco menciona que en realidad estudió en la Universidad de Exter.
Varios usuarios se mostraron críticos con este posteo por considerarlo poco ético, ya que no deja en claro este punto ni que se trata de un contenido pago. El punto en cuestión aquí es la importancia en diferenciar una publicación espontánea respecto de un posteo patrocinado.
Esto es algo que no siempre dejan en claro los influencers y si bien la investigacicón se focalizó puntualmente en el caso de los anuncios en referencia a las universidades lo cierto es que se podría traspolar este mismo análisis a cuando se promocionan otros productos y servicios sin mencionar claramente que se trata de una publicidad.
Y en relación a las universidades en particular, la investigación menciona que se suma el riesgo de que los influencers presenten una percepción idílica de lo que es la vida universitaria, lo cual puede generar falsas expectativas y por ende frustración.
Pero el caso de Driscoll no es el único. Mari Alonso, que tiene una cuenta de Instagram sobre viajes y lifestyle, recibió dinero por decirle a sus seguidores en Instagram que “cambiaran tu vida” estudiando en Anglia Ruskin. Pero omitió decir que nunca había estado en Anglia Ruskin y que en realidad fue a la universidad en Cataguases, en Brasil, según subraya The Times.
Anglia Ruskin pagó a una decena de influencers en Instagram para que promocionen la universidad. No se sabe cuánto dinero recibieron, sólo se sabe que la entidad invirtió £ 1,19 millones en redes sociales, motores de búsqueda y marketing el año pasado, según se menciona en el portal mencionado.
“La credibilidad y la confianza percibidas que los jóvenes depositan en los influencers de las redes sociales ha hecho que tengan un mayor impacto que la publicidad tradicional en el grupo de menores de 25 años”, menciona el psicólogo Oliver Sindall, en el artículo de Vice.
Está claro los beneficios que pueden traerle a las universidades, así como a otras empresas que buscan promocionar sus productos y servicios, contar con el aval de influencers en las redes sociales. El punto es que le quede claro al consumidor cuando un posteo es patrocinado.
De hecho, la ley de protección al consumidor en el Reino Unido requiere que los influencers mencionen si se les ha pagado para promocionar un producto, para evitar caer en una situación engañosa para el usuario.
En The Times se remarca que en febrero de este año, la Autoridad de Competencia y Mercados (CMA) y la Autoridad de Normas de Publicidad publicaron pautas de comportamiento donde se menciona que los influencers no deben dar la impresión de que son clientes genuinos si no lo son, y deben informar a los seguidores “de manera clara, prominente y directa” si están recibiendo pago por una publicación. La mayoría ahora etiqueta tales publicaciones con la palabra “Anuncio” al principio. El organismo de control de la publicidad dice que este es el requisito mínimo para estar dentro de la ley.
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