Emerson Brooking, experto en ciberguerra: "Nuestra respuesta a los peligros de las redes sociales está dos o tres años atrasada"

Edward Brooking, coautor de LikeWar, el mejor libro sobre las redes sociales y el combate político online y offline, habló con Infobae sobre la paradoja de la transparencia, por qué la desinformación es como una pandemia, las responsabilidades que niega Silicon Valley y las sombras sobre el futuro cercano

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Los usuarios de las redes sociales son víctimas y soldados de la ciberguerra real. (likewarbook.com)
Los usuarios de las redes sociales son víctimas y soldados de la ciberguerra real. (likewarbook.com)

Desde que la revolución tecnológica despertó temores antes sólo reservados al género literario de la ciencia ficción, la ciberguerra ha sido un objeto de interés para políticos, periodistas y académicos. Entre ellos, Peter Singer (consultor de inteligencia en los Estados Unidos y autor de numerosos libros sobre geopolítica e internet) y Emerson Brooking (especialista en conflicto y redes sociales e investigador del Consejo de Relaciones Exteriores) esperaron ver hackers que, con unas líneas maliciosas de código, dejaban una ciudad sin luz, llevaban el caos a Wall Street o confundían las redes y sistemas de un organismo de gobierno.

Pero la tecno-pesadilla tuvo otro aspecto.

Las noticias falsas. La manipulación de votantes mediante los perfiles de votantes de Cambridge Analytica. La intervención de agentes vinculados al Kremlin en hackeos aparentemente neutrales. "Nuestra respuesta a los peligros de las redes sociales está dos o tres años atrasada en relación a la realidad", dijo Brooking.

Emerson Brooking, coautor con Peter Singer de “LikeWar: The Weaponization of Social Media”.
Emerson Brooking, coautor con Peter Singer de “LikeWar: The Weaponization of Social Media”.

En noviembre de 2012, él y Singer observaron cómo una operación del ejército de Israel contra Hamas, en la franja de Gaza, se convirtió en la primera batalla física en la que el público participaba de manera virtual. En las redes sociales, la gente alentaba o insultaba a cada facción en conflicto; los altos mandos israelíes miraban sus feeds antes de tomar decisiones; sus medidas impactaban tanto el terreno en Gaza como la batalla en Twitter, Facebook y otras plataformas.

"Las redes sociales no cambiaron sólo el mensaje, sino la dinámica del conflicto: el modo en que se accede, se manipula y se disemina la información cobró nuevo poder", escribieron en su libro —que la crítica estadounidense ha destacado como el mejor entre los que se ocupan de la ciberguerra— LikeWar, The Weaponization of Social Media (La guerra de los "me gusta": la armamentización de las redes sociales).

"Si lo que estaba en línea podía cambiar el curso de una batalla —o eliminar, directamente, la necesidad de una batalla— ¿qué es exactamente lo que se puede considerar guerra?", agregaron.

En diálogo con Brooking, Infobae comenzó por ese punto: qué es ese sucedáneo de la guerra, que también es una guerra de likes, en la que, voluntariamente o no, los usuarios ya son tanto víctimas como soldados. Si la guerra es la política por otros medios, LikeWar es la política por otros memes: hackear no las redes sino a las personas en las redes mediante los recursos específicos de las plataformas sociales.

—Cómo crearon el término que da título al libro, y cómo describiría su significado?

—Una LikeWar es una batalla por la atención que dan eventos virales que compiten entre sí. Llamamos a este fenómeno LikeWar porque los likes (me gusta) de Facebook son una de las principales medidas mediante las cuales el contenido gana visibilidad para los algoritmos de las redes sociales, junto con los favoritos de Twitter y los enlaces para compartir. Cuanto más popular un contenido parece al algoritmo, más gente lo ve. Y cuanto más gente lo ve, más real se vuelve.

ISIS dominó la LikeWar: ganó batallas físicas gracias a sus estrategias en redes. (likewarbook.com)
ISIS dominó la LikeWar: ganó batallas físicas gracias a sus estrategias en redes. (likewarbook.com)

—Aunque el fenómeno tiene antigüedad mayor, su explosión política es reciente. ¿Cuándo la ubicaron?

—En 2010, en los Estados Unidos. Fue el año del comienzo de la revolución del Tea Party: una ola de candidatos populistas que utilizaban virulentos mensajes online para hacer crecer sus campañas políticas poco tradicionales. Fue también la primera vez que se usaron bots y cuentas falsas en redes sociales con el fin de exagerar la popularidad de algunos candidatos y así manipular la percepción de los votantes.

"Nuestra moderna internet no es sólo una red sino un ecosistema de casi 4.000 millones de almas, cada una con sus propios pensamientos y aspiraciones, cada una capaz de imprimir un pequeño fragmento de sí misma en la vasta corriente digital", describieron en su libro. "Son los blancos no de una sola guerra informativa, sino de miles y potencialmente millones". Si las tecnologías se pueden utilizar para bien o para mal —entre otras cosas—, algo parece distinguir a este grupo del telégrafo o la televisión.

—¿De qué manera las redes sociales son diferentes a otras tecnologías? 

—Las redes sociales son la primera tecnología de comunicación que permite tanto la interacción individual como la transmisión masiva en una misma plataforma. Un usuario puede crear un mensaje y enviarlo instantáneamente a otro usuario en cualquier lugar del mundo; el mismo mensaje puede también volverse viral y llegar a decenas de millones de personas en unas pocas horas. El resultado es una velocidad y una imprevisibilidad que supera a cualquiera de las tecnologías anteriores.

—¿Y cuestiones como la adicción o la escala?

—Estas plataformas fueron específicamente diseñadas para ser adictivas: ¡así es cómo ganan usuarios y logran que la gente vuelva una y otra vez! Sólo hace poco Silicon Valley comenzó a considerar la dimensión moral de sus productos. Y aun así, sin embargo, una vigilancia efectiva (moderación de contenidos) en estas plataformas iría en contra de muchos de sus incentivos. Consideremos el caso de Twitter: si toma una acción enérgica para prohibir todas sus cuentas automatizadas, reduce su cantidad de usuarios, lo que a su vez afecta su valor de mercado.

—Se avecinan la internet de las cosas, la conectividad 5G, la inteligencia artificial: no sólo hoy jugamos a un juego cuyas reglas no conocemos del todo, sino que esas reglas están a punto de cambiar. ¿Cómo imagina este futuro cercano?

Nuestra respuesta a los peligros de las redes sociales está dos o tres años atrasada en relación a la realidad. En 2016 entendíamos vagamente que las redes sociales se podían usar para manipular las percepciones y afectar un cambio político espectacular; hoy sólo comenzamos a comprender lo que sucedió en 2016.

—En el libro advierten que los videos falsos, por ejemplo, podrían hacer que la desinformación sea imposible de discriminar de la realidad. ¿Puede sobrevivir la democracia occidental en ese ambiente?

El sistema de gobierno democrático es imposible sin una realidad objetiva compartida. Si no damos los pasos para vacunar a nuestra sociedad contra esta clase de agresiones informativas, significa el fin efectivo de la vida civil.

—¿En qué podría consistir esa vacuna?

—Debemos comenzar a pensar en la desinformación de diseño del mismo modo en que pensamos en una pandemia viral. En su núcleo, la desinformación es una crisis de salud pública. Afecta a los consumidores de información más crédulos y vulnerables y —gracias a la propensión humana a creer en la gente a la que se conoce— se disemina rápidamente en el tejido unido de las redes sociales. Debemos considerar hacer inversiones en educación informativa pública. También debemos decidir, como individuos, interceder activamente para combatir la desinformación cuando vemos amigos o familiares que comparten afirmaciones abiertamente falsas.

El fenómeno de LikeWar se extiende a muchas formas. En su libro, Singer y Brooking ponen como caso el del rapper y gangster Young Pappy, muerto luego de que se burlara en Facebook de sus asesinos, miembros de una banda rival de Chicago, porque habían fallado dos intentos. "La mayoría de las disputas entre pandillas no tienen que ver con la venta de drogas, o el dominio del territorio, y todo con los ajustes de cuentas personales", dijo el concejal de Chicago Joe Moore, familiarizado con el caso. "Se trata de insultos que se lanzan en las redes sociales".

También el narco, los gángsters y las guerrillas apelan a la batalla online. (likewarbook.com)
También el narco, los gángsters y las guerrillas apelan a la batalla online. (likewarbook.com)

Si antes usaban los graffiti en las paredes para marcar un territorio o insultar a un rival, ahora los pandilleros hacen un ciberetiquetado y, voilà, inician una guerra en la que, una vez más, el territorio virtual y el real convergen. "El 80% de las peleas en las escuelas de Chicago hoy se instigan online", señalaron los autores.

Y el fenómeno no es exclusivo de Chicago. Ni siquiera de los Estados Unidos. "A los miembros de los cárteles mexicanos de la droga ya no les alcanza con matar a sus rivales y quedarse con sus territorios. También deben exhibir su éxito", agregaron. Editan ejecuciones como videos musicales para compartir y compiten en Instagram con fotos como la de una AK-47 bañada en oro. El resultado es "un ciclo de confrontación en el cual la distinción entre los mundos del delito online y del delito offline se confunde".

Las FARC, por ejemplo, tras la paz de 2016, se dedicó a cambiar sus rifles por smartphones. Un instructor explicó a los autores: "Así como solíamos darles a nuestros combatientes ropa verde olivo y botas, ahora vemos la necesidad de darles servicios de datos".

Sería una suerte de lado oscuro de la transparencia que genera la circulación de datos: una persona fue condenada por retuitear en Turquía, por ejemplo, y en China un complejo sistema de créditos sociales —del que dependen beneficios en el mundo físico— se alimenta de los datos que circulan en las redes sociales.

—Con todo a a vista, ¿la transparencia puede convertirse en una herramienta de control?

—Lo que muchos occidentales no entendieron en el momento de la Primavera Árabe (cuando las redes sociales se consideraron un bien universal) fue la manera en que esta transparencia podría operar en beneficio de los gobiernos totalitarios y represivos. Hoy estos autoritarios ya no ignoran a internet.

—Y la usan.

—Han aprendido a usarla para fortalecer el poder de su propaganda y el alcance de su policía secreta. Resultó que los disidentes democráticos no tenían el monopolio del uso de las redes sociales. Sólo tuvieron una pequeña ventaja inicial, una ventaja que desapareció desde entonces.

Una de las publicaciones de IRA, la organización rusa vinculada al Kremlin, de 2016.
Una de las publicaciones de IRA, la organización rusa vinculada al Kremlin, de 2016.

"La guerra y la política nunca han estado tan imbricadas", destacó, por fin, LikeWar. "En el ciberespacio, los medios por los cuales los aspectos políticos o militares de esta competencia se ganan son esencialmente idénticos. Como resultado, la política ha asumido elementos de la guerra informativa, mientras que el conflicto violento recibe cada vez más influencia del tira y afloje de la opinión online. Esto también significa que los ingenieros de Silicon Valley, en parte sin tener intención, se ha convertido en brokers del poder global", destacaron.

No deja de ser paradójico que los grandes nombres de la industria tecnológica nunca hayan sido fanáticos de la política, sino más bien descreídos. "Silicon Valley debe aceptar más de la responsabilidad política y social que los éxitos de su tecnología les han impuesto", agregaron.

Y sin embargo, a medida que sus plataformas pasaban el primer millar, millón y hasta mil millones de usuarios, sus CEOs no se preocupaban por cómo se podía usar sus plataformas criminalmente, o para la guerra: se preocupaban por mantenerlas en línea. "Más servidores, más inversores. Lo único en lo que pensaban era en que el negocio creciera, obtuviera más usuarios, más tiempo de atención de los usuarios", sintetizaron Singer y Brooking.

—¿Cuál es su visión sobre el papel de la legislación en el campo ampliamente liberado de las grandes empresas tecnológicas?

Silicon Valley ejerce un poder político sin precedentes: es un hecho que tanto Washington DC como las propias empresas de redes sociales deben reconocer. El gobierno de los Estados Unidos debe comenzar a regular algunos aspectos básicos de las redes sociales, como declaración de la publicidad política y la limitación de las cuentas automatizadas que se crean a fin de engañar a los usuarios.

—Los medios están regulados.

—En los Estados Unidos, el telégrafo, el teléfono, la radio y la televisión tuvieron una regulación significativamente más enérgica. Y ninguna de esas tecnologías anteriores ha tenido un impacto político global tan decisivo. Los estadounidenses les debemos al mundo la posibilidad de hacer que estas corporaciones extremadamente poderosas rindan cuentas de manera democrática.

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