Con un filtro de Snapchat la gente real puede parecer irreal. Era sólo cuestión de esperar un tiempo para que la gente irreal pareciera real. Lil Miquela, por ejemplo, es una de las 25 personas más influyentes de internet, con 1,3 millones de seguidores en Instagram. Sólo que no es una persona: esta modelo virtual sale del software de la startup de Los Angeles Brud, especializada en inteligencia artificial y robótica.
El fenómeno más reciente, Shudu, va por los 130.000 seguidores y es "la primera supermodelo digital del mundo", creada por Cameron-James Wilson, de Londres. Es una muchacha nacida en África, de una belleza tan llamativa que el fotógrafo de moda y gamer debió salir a aclarar que no era un ser humano luego de que su imagen se volviera viral.
Shudu es una de las tres modelos —una de ellas, alienígena— que ofrece la agencia de Wilson, The Diigitals. Pero hay muchos más como ellas. Desde abril, Irmaz Models promociona su staff de modelos alternativos a los humanos: de "realidad imaginada". El sitio de la agencia recuerda que las bellezas digitales "nunca discuten, nunca tienen que comer, nunca se encaprichan ni se cansan". Doce modelos —tres de ellos, avatares masculinos— componen su portfolio.
"Las marcas pueden especificar exactamente qué look buscan, hasta la etnia, el género y el peinado", dijo a CNN Philip Jay, ex fotógrafo de Playboy, que dirige Irmaz con Irma Zucker. "Los agentes que representan a estos modelos dicen que su trabajo crea nuevas oportunidades para las marcas y la publicidad, mientras que otorga a los clientes un mayor control de su imagen", interpretó la cadena.
"Los modelos virtuales como Lil Miquela y Shudu son sólo el comienzo de la revolución de los avatares", presentó The Washington Post. Que ya tiene tantos fanáticos (un puñado de influencers hechos de píxeles concentra 2 millones de seguidores fieles en Instagram) como críticos.
Si la industria de la moda y el photoshop han solidificado la instalación de parámetros físicos irreales, ¿qué se puede esperar de modelos creadas a medida de las necesidades de una plataforma o una marca? "Algunos temen que la llegada de una ola de modelos digitales ponga más presión sobre la gente, en particular entre las mujeres, para vivir según una versión extrema y sintética de la belleza", observó el periódico.
Wilson se defendió, alegando que sus modelos tienen piel oscura, curvas femeninas, arrugas finas y estrías, detalles realistas que le permiten "promover la diversidad y aceptar la belleza natural". Por la elección étnica, precisamente, fue criticado en las redes: "Encontró la manera de explotar a una modelo negra sin trabajar con ella", le dijeron, además de que insistía con la mirada racista del exotismo.
Si se trata de diversidad, señaló a CNN Renee Engeln, profesora de psicología de la Universidad de Northwestern, ya existen mujeres y hombres de todos los tamaños y etnias. Si las marcas pueden crear su modelo a medida, ¿cómo se puede afectar la imagen corporal y la autoestima, en particular de las mujeres?, se preguntó.
"No hay modo de que esto pueda ser bueno para la salud de las mujeres", dijo la especialista a la cadena. "Saber que las mujeres se van a comparar con mujeres que son, literalmente, inhumanas, me resulta una especie de broma que no es muy graciosa".
Indiferente a esos comentarios, el artista de 29 años promueve a sus modelos como individuos virtuales realmente únicos, lo cual permite que las empresas capitalicen la creciente comodidad del público con las identidades en línea. "Una modelo 3D no puede caminar por una pasarela, pero puede ser la vocera digital que funcione como rostro del servicio al cliente", ilustró Wilson.
Con su personalidad fuerte —defiende el movimiento Black Lives Matter, a los jóvenes inmigrantes que protegía la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), los derechos de las personas transgénero y la libertad de los inocentes condenados—, Miquela ha promovido ropa de Maison Margiela y Prada, películas de Hollywood, un hotel de lujo y Barneys Beverly Hills.
Tiene 19 años, ascendencia brasileña y española, y vive en Los Angeles. Además de ser una fashionista (su cuenta de Instagram abunda en "atuendos del día") es también "una música entusiasta, y ha lanzado una cantidad de sus propias canciones en Spotify", según Brand Knew. Es, en definitiva, una típica influencer. Con un agregado: presenta su virtualidad como parte de su encanto, en una transición constante, sin marcas, entre la realidad y la ficción. Eso le ganó la admiración de los millennials y la Gen Z, acostumbrados ya a la fluidez de las identidades en línea.
Shudu es más grande —ha pasado los 25 años— y de origen africano. Su nombre, común entre los Ndebele, de Zimbabwe y Sudáfrica, "fue elegido por uno de sus primeros seguidores, de esa zona, quien le envió un mensaje [a su creador] para felicitarlo por su creación realista", explicó Cosmopolitan.
Con menos de 30 publicaciones en Instagram, la cuenta que administra el fotógrafo que solía retratar a Gigi Hadid, creció exponencialmente desde febrero de 2018, cuando fue creada. Sus imágenes más recientes son una colaboración con el artista del maquillaje Sir John —quien trabajó con Beyoncé, Khloé Kardashian y Chrissy Teigen, entre otras—, quien a pedido de la revista creó un look para Shudu: "moderno, fresco y brillante, en tonos rosados".
Si bien las celebridades virtuales han existido antes —por ejemplo, la banda Gorillaz— y la cultura popular ha trabajado el fenómeno del vínculo con los humanos —como en la película Her—, el caso de las modelos y los influencers digitales muestra que el intercambio entre el mundo real y el irreal puede ser de un alcance imprevisible.
Por ahora Shudu —al igual que sus pares— apunta al mercado de lujo, debido al valor económico de producir un avatar 3D. "Una sola modelo puede costar miles de dólares y requerir cientos de horas de producción", según The Washington Post. Y a pesar de que se detiene en detalles realistas como el reflejo de la luz en el iris de los ojos o algún cabello que se escapa del peinado, Wilson no supone que las bellezas virtuales dejen sin trabajo a las modelos humanas.
Sin embargo Kelvin Boon, dueño de la agencia Boon Models, opinó que si los seres creados por computadora tienen aceptación "van a afectar mucho a la industria". Desde la perspectiva de una marca, dijo, no se ve el sentido a pagar miles de dólares en modelos y fotógrafos para una sola imagen cuando se puede contratar simplemente a un artista digital por menos.
"La gente no se engancha con imágenes que parecen dibujos animados", dijo al periódico de Washington, DC. "Pero si los avatares comienzan a lucir como gente real, va a quitarle mucho poder a las agencias de modelos. Las marcas sólo necesitarán modelos humanos para los eventos y los desfiles, y eso será todo".
Wilson objetó que se podría dar un sistema híbrido: las Gisele Bündchen y las Kim Kardashian del futuro cercano licenciarían sus personajes digitales, lo cual les permitiría presentaciones simultáneas en Nueva York y Shanghai, por ejemplo.
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