Un matrimonio de Portland, estado de Oregon, usaba varios auxiliares Echo, de Amazon, en su casa. Creían que los asistentes digitales a la vanguardia del hogar inteligente les servían para regular la temperatura, las luces y los sistemas de seguridad. Sin embargo, Alexa —como se llama la figura virtual que recibe las órdenes de voz y las ejecuta— también cumplía otras funciones, sin advertirles: grababa sus conversaciones privadas y las enviaba a personas en su lista de contactos.
—Desconecten los dispositivos de Alexa ya —les dijo una voz en el teléfono, hace dos semanas—. Los han hackeado.
Cuando lo hicieron, el autor de la llamada, un empleado de la empresa que posee el dueño de casa, les dijo que había recibido archivos de audio con grabaciones del interior de la vivienda.
—No puede ser —lo rechazó su empleador.
—¿No hablaste el otro día con tu mujer sobre pisos de madera?
—Ay, Dios, realmente nos escuchaste.
—¡Nunca más vuelvo a conectar esas cosas! —dijo la dueña de casa—. No se puede confiar en ellas.
Aunque no se sabe qué tipo de Echo fue el que causó el problema, la compañía de Jeff Bezos lo reconoció: "Amazon se toma la privacidad muy seriamente. Investigamos lo que sucedió y determinamos que fue un incidente extremadamente raro. Estamos dando pasos para evitar que esto vuelva a suceder en el futuro".
Amazon presentó esta línea de dispositivos en 2014 (Echo también permite escuchar música y hacer pedidos a la empresa, todo con órdenes de voz) como parte del despliegue de asistentes digitales para el hogar en el que también participan Alphabet, con Google Home, y Apple. Pero Echo es el más popular, con 40 millones de los 60 millones que operan en los hogares de los Estados Unidos.
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