Libros infantiles gratuitos. Sudafricanos. Y hermosos. Así resume su espíritu y su promesa la ONG Book Dash. Con el sueño de reducir la desigualdad social a través de la lectura, esta organización diseñó y desarrolló un sistema único de creación de libros atractivos y diversos: reúne talentos de la industria para crear en tiempo récord, salteándose procesos costosos de producción y distribución. Así, en medio día desarrolla maratones creativas y ofrece al mundo historias de valor que nutren infancias. Esta editorial de impacto social en sus 8 años de vida ya produjo 2.270.000 ejemplares y tejió una red de distribución con casi 120 organizaciones asociadas para que los libros que crea lleguen a hogares en todo el territorio sudafricano.
La Asociación de Alfabetización de Sudáfrica (LITASA es su sigla en inglés) reúne esfuerzos para hacer crecer la lectoescritura en la población de este país. En un video difundido por esta organización, la directora ejecutiva de Book Dash Julia Norrish describe el espíritu de su iniciativa: “Nuestra visión es que cada niño debe tener 100 libros a los cinco años. Tenemos libros disponibles de forma gratuita en nuestro sitio web para cualquier persona en cualquier parte del mundo. Y recaudamos fondos para imprimir y distribuir copias físicas a las familias sudafricanas que no pueden permitirse comprar libros”.
Tener acceso a un libro es importante, pero ser dueño de uno es un factor clave en el desarrollo temprano y en el éxito académico y económico de por vida, sostiene la organización. “Sabemos que en Sudáfrica, en el 58 % de los hogares no hay ni un solo libro, y que en el 93 % hay menos de 10 ejemplares”, puntualiza Norrish.
Book Dash trabaja para que más chicos sean dueños de más libros, con la intención de romper efectivamente un ciclo de desigualdad que se repite de generación en generación.
Hackatones para crear
Esta organización comenzó en 2014 como un proyecto entre amigos que trabajaban en la industria editorial y deseaban unir sus habilidades para colmar el país con nuevos libros de cuentos africanos accesibles y de calidad. En mayo y junio de ese año se realizaron los primeros hackatones en Ciudad de Cabo. Tal fue el entusiasmo de los creativos voluntarios que a raíz de esos encuentros se formalizó la ONG, con Arthur Attwell, Michelle Matthews y Tarryn-Anne Anderson como confundadores.
En cada maratón creativa se reúnen 12 profesionales entre escritores, ilustradores y diseñadores. Todo lo creado durante el evento Book Dash es un regalo para el mundo, y cada libro que nace de estos encuentros queda en la web para que cualquiera pueda descargar, traducir, modificar, imprimir y distribuir libremente el título que quiera. Los libros también están disponibles en más de 50 plataformas de lectura en todo el mundo.
Cada hackatón le gana al modelo de publicación tradicional —que se extiende por varios meses— porque condensa la producción en una jornada intensiva. Esto es posible gracias a la enorme capacidad de los voluntarios y es económicamente positivo porque ellos regalan su talento y su tiempo. Y lo hacen con pasión y entusiasmo. Así se ahorran los costos y los procesos largos del trabajo editorial convencional.
En su tierra y en su lengua
“Representamos a un público que no compra libros. Nuestra audiencia son niños que aún no están en la escuela. Los libros son para ellos una forma de sentirse valientes y seguros, se ven representados a sí mismos y a sus hogares, en una historia contada en su idioma”, cuenta Norrish.
Cada libro invita al disfrute y permite aprender cosas interesantes. Y además es una herramienta igualadora, de desarrollo y hasta de justicia social, porque en Sudáfrica acceder a un libro infantil es un lujo. Y los títulos más difundidos están escritos en inglés. En un país en el que 6 de cada 10 niños viven en la pobreza y no dominan este idioma como primera lengua, el panorama editorial no los incluye.
El Estudio Internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora (PIRLS, Progress in International Reading Literacy Study en inglés), de la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo, se realiza cada cinco años, desde 2001, con alumnos de 4.º grado de escuela primaria para monitorear la evolución de su comprensión lectora. Los resultados de 2016 —el último relevamiento prepandémico— indicaron que el 78 % de los estudiantes de cuarto grado en Sudáfrica no sabía leer como para entender un cuento. Fue el último país en el ranking de los 50 encuestados. En la evaluación saltan a la vista las inequidades que derivan de una educación que segrega, ya que los alumnos de habla inglesa mostraron un desempeño muy superior al de estudiantes en lenguas indígenas como el zulú, la más hablada entre sudafricanos negros.
Además de caros, los libros de editoriales mainstream no le hablan al grueso de los chicos sudafricanos. Ni en su idioma materno. Las historias que crea Book Dash están disponibles en 11 dialectos. Además, incluyen guiños para los pequeños lectores desde el contenido: desarrollan temas que les resultan familiares y que tocan su mundo cercano, provocan su curiosidad y su aprendizaje situando las historias en sus entornos cotidianos y describen personajes que ellos pueden conocer de primera mano. Todas claves para captar su interés y sostenerlo. Pero también para tocarles una fibra que les permita identificarse y sentirse parte de un mundo muy grande.
“Mis historias son importantes”
Thokozani Mkhize es parte del equipo de diseñadores de Book Dash y contó en una entrevista reciente en CSM Monitor cómo se unió a la iniciativa, luego de una infancia rodeada de libros que parecían no hablarle a ella. “En ese momento no pensaba ‘¿por qué ninguno de estos personajes se parece a mí?’ Pero a medida que crecí, me di cuenta de que había una brecha”. Así, la idea de unirse a un proyecto que creara historias sudafricanas le pareció una forma innovadora de hacer un aporte para que nuevas generaciones crecieran de manera diferente. Y eso importa mucho: “Te ves a vos mismo en estas historias y estos personajes”, dice ella. “Podés sentir: ‘Soy normal, mis experiencias son normales y mis historias también son importantes’”.
Leer tiene beneficios infinitos. Ya nadie cuestiona que la lectura desde edades tempranas ayuda a ampliar la capacidad de atención y a mejorar la habilidad de pensar claramente, porque leer historias ayuda al cerebro a pensar en orden y a vincular causas, efectos y significados. Poder disfrutar de un libro desde la infancia favorece el aprendizaje de palabras con mayor rapidez, mejora la comprensión, la ortografía, la expresión, la redacción. Sumergirse en sus páginas ayuda a la memoria, a la concentración y a la escucha eficaz. Además, una buena historia abre las puertas de la imaginación y nos traslada a otros mundos, tendiendo puentes entre la creatividad y las emociones. Finalmente, leer (y leer bien) tiene mucho que ver con el aprendizaje activo y el desarrollo futuro de más aprendizaje.
En Book Dash entienden los libros como herramientas para cambiar infancias en el presente y futuras vidas adultas. Concluye Norrish: “No hay nada más satisfactorio que ver esas escenas de niños con libros en las manos y la mirada de alegría porque el libro es suyo”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN