Con la idea de generar inclusión social a través del deporte, desde hace 7 años funciona en Rosario la Escuela Municipal de Actividades Náuticas, un espacio coordinado por profesores de la Secretaría de Deporte y Turismo local. El objetivo es acercar al río a vecinas y vecinos de forma segura y muy accesible desde lo económico.
Rosario, desplegada sobre la costa del Paraná, es considerada la capital nacional del kayak, ya que se estima que en las decenas de guarderías y clubes ribereños hay más de 16 mil embarcaciones de este tipo. Acercar la actividad a la mayor cantidad de personas posible y transmitirles el amor y el respeto por la naturaleza es una de las ideas sobre las cuales se articula el trabajo del grupo de docentes que coordina Alcides Flores, profesor de gimnasia a cargo de la escuela.
“Nuestra formación tiene que ver con la pertenencia a la región del Litoral y la cercanía que tenemos con este paisaje. Yo estoy en el río desde los 12 años, y aunque en el profesorado no nos formamos como remeros ni kayakistas, somos amantes de este estilo de vida”, explica. La idea no es solo transmitir un aprendizaje técnico sino, sobre todo, el respeto a lo que significa convivir con un gigante como el Paraná.
Si bien lo deportivo es central, el objetivo de fondo de la escuela es generar, a través de las disciplinas náuticas típicas del río, un espacio inclusivo y económico para franjas de la población que, en muchos casos, no pueden acceder a esta oferta cuando viene exclusivamente de parte de actores privados. “La idea fundacional es brindar la apertura de este tipo de deportes a los habitantes de cada barrio de la ciudad, porque se trata de actividades que son caras ya que requieren de equipamiento específico como la propia embarcación, chaleco y la cuota de una guardería” dice el coordinador. “En nuestra escuela la cuota es muy accesible y con eso les brindamos todo: salvavidas, botes y también un seguro médico. Es una propuesta pública que ofrece lo mismo que una privada, a un costo casi simbólico”.
Actividades todo el año
La escuela comenzó a funcionar en 2015 en el Club Malvinas Argentinas, que está ubicado en la zona norte de la ciudad, cerca de la desembocadura del arroyo Ludueña, afluente del Paraná. Si bien en un principio la idea original era reflotar la práctica del remo —actividad deportiva histórica de Rosario—, luego se agregaron opciones que se volvieron más masivas en los últimos años, como el canotaje. Con el tiempo se fueron agregando también clases de vela, así como la posibilidad de seguir trabajando durante los meses de invierno en piletas cubiertas para hacer clases de natación y ejercicios de auto rescate de kayak.
A partir del verano 2017/2018, la escuela se trasladó al predio del balneario La Florida, la playa más grande de Rosario, que es de gestión mixta pública-privada y donde funciona una guardería de embarcaciones náuticas.
La temporada pasada, cerca de 260 alumnas y alumnos concurrieron a las clases en grupos que se dividen por edades y por nivel, un número que esperan superar con creces este año gracias a una mayor publicidad. A ellos se suman de forma habitual las chicas y chicos de las colonias municipales y de otras instituciones públicas de la ciudad que trabajan con infancias y adolescencias.
En total, además del coordinador, trabajan en la Escuela de manera estable Darío Olivera, Esteban Mason, Mario Cejas y Lucía Abba, más un profesional que se suma los sábados en verano, cuando hay más gente.
También se trabaja mucho la natación, ya que saber nadar es una de las condiciones que se exigen para aprender a remar. “Es el requisito número uno y una de las primeras preguntas que hacemos a los alumnos, por eso aprovechamos los meses fríos para hacer la parte de natación y la complementamos con la clínica de autorescate”, detalla Alcides.
De alumno a profesor
Cristian Romano tiene 38 años, es profesor de Educación Física y tiene una historia particular para contar, ya que llegó a la escuela como alumno y hoy es uno de los capacitadores que trabaja con personas adultas y niños y niñas en los meses de verano. “Arranqué el verano antes de la pandemia como alumno. Mis viejos siempre me llevaron al río, pero a tomar sol y mate, al agua le tenían miedo. Por eso me anoté” cuenta con entusiasmo.
Cristian comenzó a ir los sábados con los grupos de adultos y la conexión con la actividad fue inmediata: “Más que el deporte, lo que seduce es el encuentro con los otros, la comunión grupal que se genera y desconectarse de lo que pasa en la ciudad. Cuando estás cerca de los botes se comparte, se ayuda, si salimos con alguien que no sabe, remamos el doble, pero lo ayudamos”.
El año pasado, desde la coordinación del espacio le ofrecieron sumarse como profesor de refuerzo durante el verano, algo que va a repetir en la temporada 22/23. “Lo más lindo acá es la mirada social del trabajo, mucho más que lo deportivo o recreativo. Se genera un vínculo fuerte y siempre se intenta ayudar a quien no llega con la plata”, afirma.
Para Cristian, haber asumido un rol como profesor “es increíble”. “Tengo mi grupo de los sábados, con los avanzados, pero cuando me toca con los iniciales me encanta también. Además, el trabajo con adolescentes y niños es hermoso, es muy lindo ver el vínculo que establecen con la naturaleza, verlos jugar al aire libre, manejarse solos, es muy gratificante”, cuenta.
Cristian resalta el mismo punto que Alcides: el papel social que cumple la escuela: “es muy accesible y si a alguno se le complica pagar, siempre se atiende esa necesidad con alguna venta o una rifa que se usa para cubrir el seguro de esa persona. Hay toda una acción social muy grosa en esto”.
Alcides destaca que si bien siempre se menciona a Rosario como una ciudad que mira al río, la posibilidad de disfrutar a pleno de lo que ofrece esa naturaleza no siempre está al alcance de todos: “Por más que seamos ribereños y que haya muchos kayaks no siempre tenemos la chance de contar con un profe que nos enseñe a remar, a tener cuidado y a saber por dónde ir. Por eso la filosofía de la escuela es que todos tengamos acceso al río, con un aprendizaje respetuoso de su uso”.
Manual de seguridad
“Al río no hay que tenerle miedo, pero respeto sí”. Esa máxima, que circula desde hace generaciones entre los habitantes ribereños de Rosario, fue adoptada por los profesores como un mantra que nunca hay que olvidar y que debe ser transmitido, para disfrutar sin correr riesgos. Por eso, a las medidas de seguridad básicas como saber nadar y usar chaleco se suman otros aprendizajes muy útiles como conocer el sistema de boyado, las reglas de la navegación fluvial y las técnicas básicas de autorescate.
Antes de salir a aguas abiertas, los y las navegantes adquieren seguridad y dominio de la embarcación cerca de la costa o en los llamados “corredores seguros”, un sector del río lindero a las playas por el cual no pueden circular embarcaciones a motor. También se recomienda cruzar el río en grupo por el lugar más angosto del canal, en forma recta y en el menor tiempo posible.
La regla de oro es salir siempre con los elementos obligatorios de seguridad: chaleco salvavidas, achicador (para sacar el agua que pueda entrar al bote), soga y un silbato. A eso se le agregan algunas otras máximas, como dejar siempre asentado en la guardería el horario de salida de la embarcación y el destino.
¿Por qué vale la pena acercarse a la Escuela de Actividades Náuticas? Alcides responde con el corazón: “Es descubrir una pasión”. “Le diría a aquel que duda o tiene miedo que se acerque que trabajamos desde el respeto por el río para perderle el miedo, porque con precauciones y sabiendo las medidas de seguridad, se puede disfrutar plenamente”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.