Cómo funciona el proyecto que busca reintroducir a los tapires en la provincia de Tucumán

Hace alrededor de ochenta años que no hay tapires en estado natural en el territorio tucumano. Un proyecto que se desarrolla en dos áreas protegidas, con profesionales y 40 voluntarios de la Universidad Nacional de Tucumán, está por liberar dos hembras y se espera que en poco más de un año nazca el primer tapir en libertad. Se trata de una especie muy importante para la diversidad de los ecosistemas que habita, por eso se los suele llamar “arquitectos del paisaje”

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Hasta hace ciento cincuenta o
Hasta hace ciento cincuenta o doscientos años, la distribución de este gran mamífero incluía Formosa, Chaco, Misiones; el este de Jujuy, Salta y Tucumán; el norte de Santiago del Estero, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos

El Proyecto Tapir trabaja hace más de veinte años por la conservación del Tapirus terrestris o tapir de tierras bajas, que es el que se encuentra en la Argentina. Su objetivo es devolverlo a su hábitat natural. Entre septiembre y octubre de este año, el proyecto dio un paso importante para que esta especie regresara al territorio tucumano por primera vez en ochenta años: dos hembras, Samy y Sunaya, fueron trasladadas a lo que se denomina un “corral de presuelta”. Luego, serán liberadas en el Parque Sierra de San Javier.

En este proyecto están involucradas dos áreas protegidas: el Parque Sierra de San Javier y la Reserva Experimental de Horco Molle, ambas pertenecientes a la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Además, participan más de 40 voluntarios estudiantes de toda la UNT e investigadores y técnicos de distintas facultades, como la de Ciencias Naturales, la de Ciencias Exactas y la de Veterinaria.

“Las dos hembras están haciendo el período de aclimatación, de adaptación. Una vez que notemos que están adaptadas al nuevo sitio, se les abrirán las puertas del corral para que decidan cuándo salir y hacia dónde irse”, cuenta Ana Paula López, coordinadora del Área de Educación Ambiental de la Reserva Experimental de Horco Molle, ubicada dentro del Parque Sierra San Javier.

El Proyecto Tapir trabaja en
El Proyecto Tapir trabaja en la órbita de la Universidad Nacional de Tucumán para que después de ochenta años vuelva a haber tapires en territorio tucumano. (Imagen: gentileza Proyecto Tapir)

Se estima que solo hasta la década del ‘40 hubo tapires viviendo en libertad en Tucumán. Desde entonces, la especie se extinguió en toda la provincia como consecuencia de la caza ilegal y el avance de la frontera agrícola e inmobiliaria. A la destrucción de su hábitat, se suma la baja tasa de natalidad de los tapires, cuyas hembras tienen una gestación de 13 meses y dan a luz una sola cría. En la Argentina, esta especie se considera en peligro de extinción y se calcula que sufrió un 60 % de retracción en su área de distribución histórica, el NOA y el NEA.

El tapir es un animal solitario, de hábitos crepusculares y rutinarios. “Son algo parecidos a un caballo ―de hecho, sus parientes vivos más cercanos son el caballo y el rinoceronte― y muy tranquilos; si en alguna oportunidad alguien tiene el privilegio de encontrarse con un tapir, lo más probable es que el animal se vaya, lo evite o, si lo ha escuchado acercarse, ni siquiera se deje ver”, cuenta López.

En México, Colombia, Ecuador, Venezuela, Perú y Brasil también hay tapires de distintas especies. En todos los casos, se encuentran amenazados, pese a que se trata de un herbívoro de gran importancia ecológica dentro de los ambientes en los que está.

“Nosotros esperamos liberar tapires durante diez años, a una media de tres a cuatro ejemplares por año, hasta llegar a un número de no más de 50 animales. Como la Sierra de San Javier tiene hábitat para entre 70 y 100 tapires, creo que 50 es un buen número y el resto de los tapires serán nacidos en estado silvestre durante estos diez años”, afirma el biólogo Juan Pablo Juliá, quien inició el Proyecto Tapir y es, hoy, director de la Reserva Experimental de Horco Molle.

Una especie bandera

“Para la reserva, el tapir siempre ha sido una especie bandera, un estandarte de la conservación, una especie emblemática dentro de la colección de animales que tenemos aquí”, señala López, quien se incorporó al proyecto en 2009. El trabajo con esta especie comenzó entre 2000 y 2001, con el Primer Simposio Internacional de Tapires en Costa Rica en 2001, del que participó Juliá. En este evento se gestó la idea de trabajar con los tapires en la provincia de Tucumán y comenzó el intercambio con otras instituciones, como el Bioparque Temaikén, en la provincia de Buenos Aires, hasta que la Reserva pudo desarrollar sus propios proyectos de conservación.

Los tapires se alimentan de
Los tapires se alimentan de hojas, brotes y frutos de árboles y moldean, así, el bosque que habitan, abriendo espacios para otras especies de plantas y animales. Por eso se los suele llamar “arquitectos del paisaje”. (Imagen: gentileza Proyecto Tapir)

“Íbamos a lanzar justo en 2020 el proyecto de reintroducción, pero tuvimos que parar un poco por la pandemia y ahora que ya nos recuperamos nos lanzamos de lleno, pero asociados a un montón de otros institutos de la universidad y de la provincia para darle tanto marco legal como técnico”, relata Juliá. A los grupos universitarios mencionados, se suma la Dirección de Flora, Fauna Silvestre y Suelos de la provincia, además de fondos privados que colaboraron con apoyo financiero.

Los tapires son esenciales para la conservación de los ecosistemas de los que forman parte, son dispersores de semillas y, además, modelan la estructura de su hábitat. A los animales que cumplen este último rol se los suele llamar “arquitectos del paisaje”.

Cómo diseñan el bosque

“Hay algunas especies animales que tienen una influencia desproporcionada en los ecosistemas, en el sentido de que los ecosistemas se reconfiguran y adquieren su estado, digamos, natural en presencia de estos arquitectos. Sin esas especies, el ecosistema cambia hacia otro estado y con esas especies presentes tiene determinadas características”, explica Juliá. Las especies arquitectas, en general, son megahervíboras, como los tapires, o grandes depredadores que regulan las poblaciones de los animales de los que se alimentan.

Hasta hace ciento cincuenta o doscientos años, la distribución de este gran mamífero incluía Formosa, Chaco, Misiones; el este de Jujuy, Salta y Tucumán; el norte de Santiago del Estero, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos. Hoy la especie está extinta en algunas de estas provincias y en alto riesgo de desaparición en otras.

“Es una especie que sufre mucho ante el avance de las actividades humanas y lleva mucho tiempo recuperar individuos una vez que se han perdido”, expresa López. Por su escasez desde hace tanto tiempo, el rol de los tapires como arquitectos es, aún, una hipótesis que debe ser confirmada.

El proyecto está por soltar
El proyecto está por soltar dos hembras en su territorio natural y planea llegar a liberar cincuenta tapires en una década. Se espera que en los próximos años nazcan los primeros tapires en libertad. (Imagen: gentileza Proyecto Tapir)

Proyecto Tapir trabaja a largo plazo, las sueltas de animales se planifican a lo largo de una década y la hipótesis de los tapires como arquitectos del paisaje podrá ser evaluada a medida que transcurra el tiempo. “Pensamos que los tapires van a ayudar a generar unas condiciones diferentes a las actuales en la Sierra de San Javier y que esas condiciones podrían generar o ayudar a que haya mayor diversidad florística y faunística dentro de la sierra”, pronostica el director de la Reserva.

“Los tapires se proponen como arquitectos del paisaje por el ramoneo ―la alimentación con hojas, brotes y frutos de plantas que crecen en altura― que hacen de árboles en crecimiento, lo cual altera la forma en que crecen esos árboles y la estructura del bosque: genera un bosque más complejo, con más nichos o espacios para la fauna. Además, son dispersores de semillas de los frutos de muchas especies de árboles que comen y con eso también ayudan a darle forma a la composición florística de los lugares donde viven”, explica Juliá.

El equipo de trabajo de la reserva está dividido en diferentes áreas. La de veterinaria se encarga del saneamiento de los animales y de asegurarse que se liberarán tapires sanos. La de zoología se encargará del monitoreo y seguimiento de los animales cuando sean liberados. La de educación ambiental es crucial para involucrar a toda la sociedad en el Proyecto Tapir.

“Hemos trabajado mucho sobre esa cuestión: la difusión, la educación y la apropiación del proyecto por parte de la sociedad. Eso ha sido muy difícil, nos ha llevado mucho tiempo”, subraya Juliá. Además de difundir en la sociedad la importancia de la conservación, el proyecto desarrolla investigación y planea tesis de grado y de doctorado sobre el seguimiento de los tapires.

El objetivo es que la
El objetivo es que la sociedad se involucre con el Proyecto Tapir y que la especie sea una insignia de las zonas protegidas donde se desarrolla la iniciativa . (Imagen: gentileza Proyecto Tapir)

Una vez que Samy y Sunaya sean definitivamente liberadas, se trasladará, también, un tapir macho al sitio que ellas habitarán. El objetivo es que en trece meses nazca el primer tapir en libertad. El proyecto también ha tendido lazos con otros centros de investigación o bioparques, en Córdoba y en Buenos Aires. Así, se espera encontrar más ejemplares de tapires para incorporar a su hábitat.

El director de la reserva concluye optimista: “La humanidad toda ha destruido buena parte de los ecosistemas naturales, pero este ha sido llamado el siglo de la restauración porque hemos pasado de una estrategia de preservación a una que busca restaurar áreas degradadas por la acción del hombre y recuperar especies adonde habían desaparecido. No estamos luchando contra el desarrollo sino buscando nuevas alternativas de desarrollo que compatibilicen la naturaleza con los intereses humanos y eso es lo que creemos que estamos haciendo”.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.

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