Cuánto pueden durar, depende del uso del vehículo. En general, con un buen mantenimiento, la vida útil de unos neumáticos de calidad ronda aproximadamente los 5 años o entre 40.000 y 50.000 kilómetros. En vehículos de tránsito pesado como camiones o transporte de pasajeros, puede reducirse a solo un año. La Red de Investigación y Acción sobre Residuos (RIAR) estima que en el país se desechan cada año entre 130.000 y 150.000 toneladas de neumáticos fuera de uso (se suele usar la sigla NFU para hablar de ellos).
Si se los descarta en basurales, pueden tardar unos 600 años en descomponerse, mientras liberan gases tóxicos y contaminan la tierra. En cambio, si se los recicla, pueden convertirse en material para diversos productos como el césped sintético para canchas de fútbol o de hockey, baldosas plásticas utilizadas muchas veces en las áreas exclusivas para niños en las plazas y mobiliario urbano como reductores de velocidad y divisores de ciclovías.
En la Argentina solo hay tres empresas —Regomax en Buenos Aires, Ecocuyum en Mendoza y Kumen-Co en Santa Fe— que reciclan los elementos que componen un neumático: el caucho, el metal y el nailon. Existen otras, como la cementera Holcim, que reciben neumáticos fuera de uso para utilizarlos como combustible para sus hornos. Lo que no hay en la Argentina, aún, es una ley que obligue a reciclarlos. Hace un año, se dio media sanción en el Senado de la Nación al proyecto de ley sobre presupuestos mínimos de protección ambiental para la gestión integral de los NFU, pero desde entonces no hubo más movimiento ni indicios de que vaya a tratarse pronto en Diputados.
La iniciativa establece que “la generación de los neumáticos fuera de uso y el descarte deberá prevenirse y minimizarse en términos de su cantidad y potencial de causar riesgos e impactos negativos o daños al ambiente o la salud humana”. También sostiene que “los neumáticos deberán manejarse de manera tal que se minimicen los impactos negativos al ambiente o la salud durante todas las actividades que se desarrollen en su ciclo de vida (producción, uso, reutilización, reciclaje, valorización, tratamiento y/o disposición final)”, y que el tratamiento de los NFU deberá realizarse en “sitios cercanos al lugar de su generación y los procesos en materia de puesta en el mercado de neumáticos y gestión integral de NFU deberán ser transparentes y trazables, permitiendo conocer stocks, flujos de generación, trayectos y cantidades”.
Las tres recicladoras
Hace más de diez años, Regomax fue la primera planta recicladora de neumáticos del país. Se instaló en San Martín en un predio del CEAMSE (Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado) y cuenta con supervisión del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) en todos sus procesos. Es también la más grande del país y cuenta con 65 empleados. “Tenemos capacidad para procesar 1.400 toneladas pero actualmente estamos en 900. Si hubiera más neumáticos podríamos dar más trabajo y hacer más productos. Tenemos un 35 % de la planta que podría estar trabajando pero no llegan neumáticos”, explica Marcelo Pizelman, representante de Regomax. “La empresa no tiene ningún subsidio, la planta funciona las 24 horas los 7 días de la semana, y si recibiéramos más neumáticos podríamos emplear a unas 15 personas más”, agrega.
“Si haces 25 kilómetros fuera de CABA tenes neumáticos regados por los ríos y las rutas, que son un gran problema ambiental ya que su degradación es muy lenta y son fuente de contaminación por incendio y emisión de gases y facilitan el desarrollo de roedores y mosquitos transmisores de enfermedades como el dengue y zica”, enumera Pizelman.
En la planta procesadora, relata, se reciben gratuitamente los NFU y se entrega, sin costo, la certificación de disposición final que piden los municipios y las empresas privadas. “Los neumáticos se pesan y luego son triturados mecánicamente y derivados al sector de granulación. El caucho obtenido de la trituración primaria se granula en diferentes etapas, para reducir el tamaño del gránulo y separar en cada una de ellas el acero y el textil que componen el neumático”, agrega. Regomax vende esos materiales a empresas que los utilizan para canchas de fútbol sintético, pistas de atletismo y baldosas de caucho para plazas.
El 60 % de los neumáticos que se desechan en el país provienen de la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires. “La mayor concentración está en el AMBA por lo tanto es de donde más recibimos, pero también traen desde el resto del país, tanto del norte como del sur, incluso de Tierra del Fuego”, explica, y señala que uno de los mayores obstáculos es la logística: el traslado es muy caro y no suele ser una prioridad. Regomax se abastece principalmente de los neumáticos fallados que le envían las fábricas Fate, Bridgestone y Pirelli y de los NFU que hacen llegar los distribuidores de su producto, que son quienes tienen más sucursales en AMBA. “Trabajamos muy fuerte también con los municipios de la provincia de Buenos Aires donde ha crecido mucho la conciencia sobre este residuo”, agrega.
En Mendoza, Ecocuyum existe desde 2016. Se desprendió de un proyecto familiar: “Con mi familia venimos de una metalmecánica y en el 2014, cuando bajó mucho el precio del petróleo, empezamos a pensar en cómo diversificar las inversiones y al ver que lo que se venía era el reciclado, nos dedicamos a trabajar con los neumáticos. Trajimos la planta de China, aunque hoy el 90 % ya es argentina, porque como tenemos una metalmecánica le hemos ido anexando máquinas”, explica Armando Parlanti, presidente de Ecocuyum, ubicada en Godoy Cruz.
“Trituramos 800 kilos por hora, en jornadas de 8 horas. El acero se vuelve a fundir, el caucho se vuelve a fundir y se usa para canchas de césped sintético o para parques de niños u otros productos y el nailon lo comercializamos a una empresa que hace hormigón o lo almacenamos porque en esta empresa no se tira nada. Estamos haciendo un estudio con la Universidad de Cuyo para ver qué se puede hacer con él”, cuenta Parlanti. Además de los usos tradicionales del caucho reciclado, Ecocuyum desarrolló y patentó productos de mobiliario urbano como reductores de velocidad, divisores de ciclovías, banquitos, bolardos (los postes de baja altura que separan la zona peatonal de la de vehículos cuando se encuentran al mismo nivel en una calle), bastoncitos amarillos y bases para faroles.
“Trabajamos con municipalidades y empresas, recibimos sus NFU, los pesamos en una báscula y emitimos un certificado de disposición final. Eso se paga porque el tratamiento de este residuo es muy costoso, el nuestro es un reciclaje mecánico que no contamina”, explica el presidente de la empresa mendocina y especifica que cobra 70 pesos por cada kilo de NFU que recibe y tiene convenios con las municipalidades de Godoy Cruz y Guaymallén a las que abastece de baldosas y otros productos. Ecocuyum tiene 20 empleados, y para más del 90 % es el primer empleo.
En Santa Fe, más concretamente en Arroyo Seco, Kumen Ko surgió en 2015 de la mano de Claudio Frydman. En 2016 un tremendo incendio devoró casi toda la planta y en 2017 se sumó un grupo de socios y de inversores que lograron que a fines de ese año volviera a operar. “La planta siempre tuvo como fin la disposición final de los NFU pero en un comienzo los neumáticos iban a ser utilizados como combustible, que es uno de los caminos posibles. Cuando entramos nosotros, decidimos darle un valor agregado al residuo y reciclarlo”, cuenta Leandro Palma, uno de los socios.
En la misma planta se realizan baldosas de goma para gimnasios o patios y el excedente del material reciclado se vende a granel a empresas que hacen canchas de césped sintético. “Trabajamos con grandes compañías del cordón industrial santafesino que asumen dentro del proceso el tratamiento del residuo, están obligadas por la certificación ISO y necesitan una correcta disposición final. Les cotizamos por tonelada. También trabajamos bastante con municipios de Santa Fe”, explica Palma y señala que los costos más altos de la actividad son la logística y la energía, que representa entre un 35 y un 40 % del costo. A pesar de ser plantas que se ocupan de la disposición final de un residuo, no cuentan con ningún subsidio. También, dice, toda la maquinaria es importada.
“La Argentina está bastante atrasada en lo que respecta al reciclaje en general. La región avanzó más en legislación. Chile ya tiene su ley, que empieza a funcionar desde el año que viene; Uruguay también cuenta con una: no tiene fabricantes pero sí importadores de neumáticos a los que se les cobra un extra y con esa plata se financia la red logística para dejarles a los trituradores el residuo en planta. También Ecuador y Brasil tienen leyes de responsabilidad extendida del productor en las que quien produce también debe hacerse cargo de la disposición final”, amplía Palma.
A la espera de una ley
“Sería muy positivo si sale la ley porque todas las partes están de acuerdo y porque se obligaría a los productores e importadores de los neumáticos a hacerse cargo de una forma clara de los desechos que generan sus productos. Hoy muchas empresas ya se hacen cargo pero es a voluntad y no hay reglas precisas e iguales para todos. La ley de presupuestos mínimos establece una base a nivel nacional”, explica Karina Potarsky, presidenta de la Comisión Permanente de Trabajo de Reciclado de Neumáticos del INTI y directora del Comité de Reciclaje de la Sociedad Latinoamericana del Caucho.
Potarsky trabaja en el mundo del caucho y los NFU desde 2004 y explica que con una ley que ordene el proceso el potencial del reciclado es grande. “En el mundo, algo que se usa mucho hoy para hacer rutas es una mezcla asfáltica con caucho molido, que reduce mucho el ruido y las grietas y alarga la vida útil del asfalto. Eso podría hacerse acá con los NFU. Para ello tiene que haber incentivos, como que se agregue a las licitaciones públicas el uso de molido de caucho, por ejemplo, o como los préstamos del BID que ya buscan financiarlo. Igualmente, trabajo hace muchos años en el tema y si veo lo que pasaba hace una década y lo que pasa ahora, avanzamos un montón”, explica.
“Al no estar sancionada la ley, no hay una obligación directa, entonces el reciclado depende más de la conciencia del municipio, de la prioridad que pueda darle al tema”, suma Pizelman y concluye: “La ley es importante porque lo que hacemos las plantas de reciclaje de neumáticos es parte de la economía circular, tratamos un residuo que puede traer muchos problemas, le damos una nueva vida útil y además de reducir el impacto ambiental, damos trabajo”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.