Germán Laborda se indignó cuando un amigo, padre de un niño con síndrome de Down, le contó como cosa de todos los días las peripecias que debía afrontar para conseguir una vacante en el colegio, para que la prepaga autorizara una terapia, para conseguir que lo aceptaran en una escuela de fútbol del barrio sin que el profesor le pusiera una excusa. “Debe ser muy triste estar rogando y rogando y que tu hijo no sea aceptado”, pensó.
Después de la bronca, siguieron el plan y la acción. Así, Laborda, de 38 años, creó hace cinco la Fundación Empate, una organización de la ciudad de Córdoba en la que personas con síndrome de Down de distintas edades cuentan con un espacio para practicar deportes, actividades artísticas o adquirir herramientas que les permitan insertarse laboralmente.
El modelo de Empate fue replicado en la localidad cordobesa de San Francisco, en la ciudad de Lima y —recientemente y gracias al patrocinio de la Fundación UEFA— en Mendoza, San Miguel de Tucumán y la Ciudad de Buenos Aires. Se cimienta en la construcción de equidad y trabaja en la selección y seguimiento de voluntarios y en la articulación con organizaciones públicas, privadas y educativas para enriquecerse mutuamente.
“Todas las familias que conocimos en estos cinco años y medio pasan por lo mismo que aquel amigo”, relata Laborda sobre las barreras sociales que son comunes a personas con síndrome de Down y sus seres más cercanos.
Empate nació con la primera escuela de fútbol de Córdoba exclusiva para personas con síndrome de Down. Y rápidamente su actividad consiguió difusión. Laborda cuenta que el proyecto registra numerosas historias de gente que encontró el espacio para desarrollarse no solo en lo deportivo o cultural sino también como individuos. “Nos cuentan de personas que, por ejemplo, no levantaban la cabeza y que ahora hacen contacto visual. Que están alegres, que socializan cuando antes casi no hablaban”, dice.
“Nosotros generamos herramientas para que la persona con síndrome de Down se desarrolle en los ámbitos en los que se encuentra: en el colegio, en el barrio, con sus primos”, agrega Laborda, quien en 2019 ganó el Premio Abanderados, de la Fundación Noble.
Deporte, cultura y trabajo
Todas las actividades de Empate son gratuitas y exclusivas para personas con síndrome de Down. “Nosotros nos especializamos en esto porque creemos que las discapacidades son diversas y cada una tiene características específicas que aprender”, explica Laborda.
No hay límite etario para participar: la persona más joven que asiste a Empate tiene tres años y la más grande, 51. Al fútbol luego se le sumó el tenis, ambos deportes en el club General Paz Juniors de la capital cordobesa, que cede las canchas. Más tarde la fundación alquiló una casa que funciona como sede y donde se realizan talleres de artes plásticas y música.
Al mismo tiempo, también busca impulsar el desarrollo laboral. Por un lado, mediante talleres de pastelería, a partir de los cuales surgió, en 2021, Masa Mano, un emprendimiento de venta de alfajores artesanales en el cual participan nueve personas, seis de ellas con síndrome de Down. Cada caja, que se hace a pedido, tiene seis sabores distintos: un mensaje de diversidad.
La otra forma en la que Empate favorece la inserción laboral del colectivo es capacitando gratuitamente a empresas que quieren contratar personal con síndrome de Down. “Los formamos durante tres meses en el trato con personas con síndrome de Down, tanto cuando son empleadas como cuando son clientes. En paralelo, armamos un perfil laboral y hacemos una preselección que luego sigue la empresa”, cuenta Laborda. Así, diez jóvenes han conseguido empleo.
La principal fuente de financiación de la organización son las donaciones individuales. Además, hay empresas que apadrinan ciertas actividades. Y la fundación se anota en cuanto subsidio esté disponible como una vía adicional de ingresos.
Hoy, la sede de Córdoba capital tiene 127 beneficiarios y 105 voluntarios. En San Francisco, donde solo hay fútbol y tenis por ahora, hay 27 beneficiarios y 18 voluntarios.
Identidad y metodología
“Nadie pierde y todos ganan si empatamos, si nos aceptamos por igual. En esta fundación buscamos el empate”, explican en la web de la fundación sobre su filosofía.
“Uno de nuestros valores es la equidad: ver a la persona no por el síndrome de Down”, amplía Laborda. En la práctica, esto se traduce en ser estrictos con los entrenamientos y demás actividades, tal como se haría con una persona sin síndrome de Down. O en querer que se compren alfajores de Masa Mano por su sabor o packaging, pero no porque los hacen personas con discapacidad. Parte de esta identidad se transmitió a Lima, cuando desde la capital peruana consultaron sobre cómo llevar adelante Empate, y desde Córdoba hubo que pensar en cómo comunicar el know how. Fue la previa de un crecimiento más organizado.
“Desde 2019, cuando gané el Premio Abanderados, comenzaron a llegar consultas de todo el país para llevar Empate a otros lugares. Nosotros queríamos hacer una expansión responsable, ordenada. Nuestra metodología es innegociable, porque queremos que las personas se desarrollen y no que se hagan actividades de manera improvisada”, dice Laborda.
La posibilidad de una expansión ordenada llegó en plena pandemia. La Fundación UEFA había abierto una postulación para financiar por tres años proyectos sociales basados en el fútbol. En noviembre de 2020, el de Empate fue uno de los 55 elegidos. El plan de la fundación cordobesa era expandirse a Mendoza, Tucumán y la Capital Federal. De cada uno de esos distritos se seleccionó una organización que tomaría la franquicia. Y se las capacitó en cuatro ejes:
La comunicación. Se hizo mucho hincapié en cómo transmitir la identidad de Empate, tener clara la necesidad de lograr el desarrollo de las personas con discapacidad y despojarse de los estereotipos. En este sentido, Laborda dice: “Lo más importante que hacemos es visibilizar la discapacidad”.
El voluntariado. “El voluntario de Empate no es uno más. Surge de una búsqueda exhaustiva, con profesionales de Psicología y Recursos Humanos. Hay una inducción para que quien ingresa esté muy comprometido con una actividad que puede cambiar la vida de las personas”, explica Laborda.
La planificación. Con objetivos según cada actividad y franja etaria.
La ejecución. Aquí se puso el acento en un modelo estricto, con tiempos cronometrados para cada actividad. “Como es para personas con síndrome de Down buscamos optimizar su atención, ya sea física o cognitiva”, aclara el fundador de Empate.
Hace cuatro meses comenzaron las actividades en las sedes de Mendoza (a cargo de la Asociación Down Mendocina, ADOM), Tucumán (la franquicia la tiene Down is Up) y la Ciudad de Buenos Aires (Fundación Fútbol para el Desarrollo, FUDE). Con cada una hay reuniones periódicas y el plan es que, al igual que en Córdoba, sumen al fútbol otras actividades deportivas y culturales. Y que, luego de 2023, puedan autofinanciarse.
“Hay pocos espacios para que personas con discapacidad realicen actividades físicas o culturales. Por eso en poco tiempo se anotaron 70 personas en la escuela de fútbol y cerca de 70 voluntarios”, analiza Gonzalo Sánchez, papá de Bautista (8 años y síndrome de Down) y esposo de Nadín Minuzzi, vicepresidenta de ADOM.
“Empate le dio a Bautista la oportunidad de encontrarse con pares. Es importante que los chicos cuenten con un lugar por fuera de las terapias y el colegio para tener un vínculo con sus amigos y un momento de recreación”, reflexiona.
Dar y recibir
Uno de los ejes clave en el trabajo de Empate es la articulación con distintos sectores. Por ejemplo, el público: en Buenos Aires funciona en un espacio cedido por el Gobierno porteño. “Ahí es muy difícil que te brinden un lugar, como en Córdoba. Pero lo importante es articular en busca de lo que a uno le falta. Los Gobiernos tienen que escuchar y las organizaciones no tenemos que ir ‘a ver qué me dan’”, analiza Laborda.
En Tucumán, en cambio, se buscó el apoyo de empresas. Mientras que en los tres distritos se han hecho convenios colaborativos con universidades nacionales y casas de estudio.
En este sentido, el fundador de Empate señala que es importante que se logre un ida y vuelta. “Nuestro modelo es que como ONG no solo tenemos que pedir, sino que también tenemos herramientas para dar, para compartir”. Por ejemplo, Empate brinda charlas en universidades, que a su vez apoyan económicamente o con voluntarios a la organización. También en las empresas que apadrinan actividades en Córdoba: “Así pueden capitalizar la experiencia con sus empleados”, resume Laborda.
Al mismo tiempo, este emprendedor social destaca que con las otras organizaciones sociales se enriquecen mutuamente. Y pone el ejemplo de FUDE, una fundación con varios años de experiencia de proyectos sociales basados en el fútbol, pero que nunca había trabajado con personas con discapacidad. “Es madurez institucional sumar algo que no sé cómo hacerlo. Las ONG se fortalecen aliándose con quienes saben”, opina.
Impacto social
Laborda considera que el gran crecimiento de Empate se debe, en parte, a que llegó para ofrecer espacios que el colectivo reclamaba. Varios testimonios dan cuenta de ello.
“Participar de las actividades de Empate me cambió la vida. Pude hacer cosas que en otros lugares no hacía, como tenis y música. Además, hemos hecho murgas, visitado colegios, fábricas”, cuenta María Laura Martínez, de 36 años, sobre su experiencia con la fundación.
Patricio tiene 43 años y es un fanático del fútbol. Siempre acompañó a las prácticas a su hermano Amadeo cuando este jugaba, pero recién hace tres años, cuando llegó a Empate, encontró su grupo de pertenencia. “Su razón de vida, lo que lo motiva cada semana, es ir a entrenarse. Cuando no va, se entrena en casa para estar bien. Espera con mucho anhelo encontrarse con sus amigos y ha podido realizar muchos viajes en torneos por todo el país”, cuenta Amadeo sobre la experiencia de Patricio.
Para Adriana, su hija Candela, de 22 años, hoy disfruta en forma “autónoma e independiente” gracias a su participación en Empate, donde practica tenis y música. Ella destaca la motivación y confianza que le brindaron los profesores. Además, la fundación fue el nexo para que Candela entrara a trabajar, hace un año, en una cadena de farmacias.
Soledad, por su parte, es una joven de 30 años que también disfruta de las actividades de Empate. “Estoy ansiosa por comenzar las clases de tenis y música”, se lee en una publicación de su cuenta de Facebook. “Así es todo su muro”, acota Andrea, su mamá.
“La fundación tiene un grupo humano increíble que potencia las capacidades de los chicos mediante el trato igualitario, el apoyo constante y conectándolos con la posibilidad de un trabajo digno”, elogia Andrea. Soledad, además de practicar tenis y música, es una de las emprendedoras de Masa Mano. Y en cada una de estas actividades, su mamá ve algo en común: “Ella es feliz”.
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