Mario Giammaría es el presidente de la Asociación Rosarina de Fútbol, una liga que reúne a 1.600 equipos y 36 mil jugadores de fútbol, futsal y fútbol playa, masculino y femenino, en todas las divisiones y categorías. Esta asociación acaba de establecer que desde la próxima temporada en las competencias de menores de 11 años el cabezazo será considerado una falta al reglamento. El énfasis de esta decisión está puesto en la prevención de daños en la salud y el cuidado de las infancias.
“Realizar esta acción (el cabezazo) de forma repetitiva durante varios años tiene el potencial de causar lesiones cerebrales por efectos acumulativos, afectar negativamente el desarrollo cognitivo de los deportistas y potenciar la aparición de enfermedades neurológicas a mediano y largo plazo”, argumentan en la resolución que se comunicó en la reunión plenaria del 3 de agosto de la Asociación Rosarina.
“No es un cambio de reglamento, sino que es una adecuación de la regla de juego”, dice Giammaría y se remonta a los orígenes de esta iniciativa. A raíz de un convenio de la Asociación con Disney y el campo de deportes de ESPN, en 2015 los seleccionados rosarinos se preparaban para viajar a la Memorial Cup, un torneo que se desarrollaba en Orlando, cuando, meses antes de salir, Giammaría recibió una comunicación: se había implementado la regla del no cabeceo. Luego de la sorpresa inicial, “sobre la marcha” se capacitó a los técnicos y a los jugadores.
Los seleccionados de Rosario participaron desde aquel año del Memorial Cup y con esa experiencia como antecedente, en 2019 el presidente de la asociación, convencido de que la medida favorece el juego y previene futuras lesiones, decidió emitir la resolución para que fuera incorporada en 2020. Las primeras reacciones fueron de rechazo y después la pandemia de COVID-19 paralizó los torneos. Entre el poco acatamiento y las suspensiones producto de las cuarentenas extendidas, no se pudo poner en práctica.
“Este año, al fin, pudimos instrumentarla, con mayores fundamentos y consultas a neurólogos, traumatólogos y pediatras, para ponerla en marcha a partir del 2023″, asegura Giammaría.
Los objetivos
Son seis los objetivos prioritarios que propone la Asociación Rosarina de Fútbol:
-Prevenir lesiones y conmociones cerebrales evitables asociadas a la práctica deportiva en menores de 11 años, producto del impacto del balón sobre los tejidos craneales en desarrollo.
-Limitar los daños potenciales a mediano y largo plazo en el desarrollo cognitivo y neurológico por efectos acumulativos del cabeceo.
-Establecer un protocolo de acción para la correcta evaluación y diagnóstico de golpes, conmociones y lesiones cerebrales.
-Planificar la instrucción paulatina de las técnicas seguras de cabeceo en jugadores menores de edad.
-Instruir y concientizar a todos los actores involucrados: deportistas, entrenadores, árbitros y familiares sobre los riesgos asociados al cabeceo.
-Actuar como referente para propiciar la nueva reglamentación en otros lugares del país.
“Como medida de protección a la infancia y previniendo cuestiones futuras en aquel que tiene una predisposición, que podría derivar en enfermedades neurodegenerativas, está muy bien”, sostiene el neurólogo infantil Santiago Galicchio (matrícula 11147). Y agrega: “Se toma una edad madurativa del cerebro. Nacemos con poco pavimento, con poca mielina. La mielina nos va pavimentando y vamos madurando funciones cerebrales. Se espera a tener una mielinización completa del cerebro y de esa manera evitar situaciones que predispongan a una enfermedad”.
Alicia Lischinsky es directora del Departamento de Neuropsiquiatría del Instituto de Neurología Cognitiva y en el documento de la asociación argumenta que “lo que se produce en un cabezazo, puede generar un desplazamiento del cerebro contra el cráneo y si se da en forma reiterada, puede producir un daño serio”.
“Lo que se pretende evitar son estos microtraumatismos. Hay trabajos científicos que lo avalan. Se analizaron casos de adultos y existe una comprobación científica sobre cómo los cabezazos durante la infancia pueden provocar que los síntomas se inicien antes”, agrega Galicchio.
Los antecedentes
Willie Stewart es un neuropatólogo de la Universidad de Glasgow. En 2019 presentó un estudio donde sostiene que un exfutbolista tiene tres veces y media más posibilidades de morir por una enfermedad neurodegenerativa, como pueden ser el alzhéimer o el párkinson, que el resto de la población.
La Federación de Inglaterra y la Asociación de Futbolistas Profesionales de ese país encargaron en 2017 un estudio sobre la incidencia de la enfermedad neurocognitiva degenerativa en exjugadores. 7.676 futbolistas nacidos en Escocia entre 1900 y 1976, cruzados con 23.000 de la población general, 1.180 habían muerto. El 11 % de ellos, después de haber sufrido algún tipo de demencia —casi cuatro veces que el porcentaje de personas que no estuvieron ligadas con el fútbol: 3 %—.
“Aunque el riesgo pueda parecer menor comparándolo con otros deportes de contacto como el boxeo, el rugby o el hockey sobre hielo, varios profesionales médicos destacan los posibles problemas, sobre todo a largo plazo, que puede llegar a significar para el cerebro humano esta práctica del cabeceo en el fútbol”, argumentan desde la Asociación Rosarina.
“Coordinadores y técnicos diseñan nuevas estrategias para enseñar el cabezazo, con pelotas más livianas, con la cámara sin el cuero o con un globo. Hemos hecho un seguimiento en el fútbol infantil y casi no se hacen goles de cabeza”, describe Giammaría. Y, con cierto pesar, nombra a dos referentes del fútbol argentino: Edgardo Bauza y José Luis Brown.
Brown, campeón mundial en México 1986 y autor de uno de los goles en la final contra Alemania, falleció en 2019. Tenía apenas 62 años, jugó en Estudiantes y en Boca Juniors y fue clave en la Selección de Carlos Bilardo para obtener el segundo campeonato mundial de la Argentina. Desde fines de 2018 estaba internado en el Instituto Médico Argentino de Rehabilitación de La Plata a causa del alzhéimer. Bauza, subcampeón del mundo en Italia 1990, emblema de Rosario Central y extécnico de la Selección, San Lorenzo, Central y Liga de Quito, entre otros equipos, “tiene muy avanzado el alzhéimer y hoy está complicado”, según contó su hijo Maximiliano en junio de este año.
“Duele mucho ver a jugadores que queremos tanto, tan disminuidos. Y uno puede pensar en los casos que no se conocen. No pretendemos desvirtuar el juego, sino colaborar para la salud futura de los chicos”, agrega el presidente de la Asociación Rosarina. “En las redes nos han dicho de todo, que estamos matando el fútbol, pero las redes son incontrolables”, agrega.
En el documento emitido por la Asociación Rosarina se cita también el documental de la BBC La demencia, el fútbol y yo, donde el exfutbolista inglés Alan Shearer cuenta cómo sufre, a los 50 años, de profundas jaquecas y pérdida de memoria. “Cada gol que marqué con la cabeza vino precedido de mil remates iguales en los entrenamientos”, asegura Shearer en el documental. El delantero que jugó en la selección de Inglaterra y en el Southampton F.C., Blackburn Rovers y Newcastle United convirtió 260 goles en 441 partidos oficiales de la Premier League. El 30 % de los goles que convirtió fueron de cabeza.
“Me metí en el fútbol sabiendo que al final de mi carrera, seguro podría esperar tener algunos problemas en los tobillos, las rodillas o la espalda, pero no contemplé ni un segundo que existiese la posibilidad de que golpear la pelota con la cabeza pudiera afectar mi cerebro”, dice Shearer. Un dato que no pasa desapercibido es que de la Selección de Inglaterra que ganó el campeonato del mundo en 1966, tres de sus integrantes, Martin Peters, Nobby Stiles y Ray Wilson, fueron diagnosticados con alzhéimer.
La inspiración
Giammaría cita una película que fue inspiradora: Concussion (que significa conmoción cerebral, aunque en castellano se estrenó como La verdad duele). Will Smith personifica a Bennet Omalu, un neuropatólogo forense pionero en la investigación de los daños a largo plazo que suponen las conmociones cerebrales habituales en algunos deportes como es el caso del fútbol americano. “Fue uno de los precursores, fue perseguido y silenciado por los intereses económicos. Las muertes que investigó tuvieron relación directa con los golpes en la cabeza”, agrega el presidente de la Asociación Rosarina.
En un artículo de Amanda Schaffer, traducido por Teresa Woods, en la publicación Technology Review se describe el trabajo de Omalu, quien realizó en 2002 la autopsia del exjugador de los Pittsburgh Steelers Mike Webster, que durante su carrera ganó cuatro anillos de Superbowl y se lo incluyó en el Salón de la Fama del Fútbol Americano. Murió a los 50 años. Sufrió pérdidas de memoria, depresión, demencia y vivió en distintos momentos como indigente. Omalu analizó el tejido cerebral del deportista y descubrió acumulaciones de proteínas tau, que generalmente están asociadas con la neurodegeneración. En 2005 publicó un trabajo que sostenía que Webster había sufrido lo que reconoció como encefalopatía traumática crónica (CTE, por sus siglas en inglés), causada por más de dos décadas de lesiones cerebrales sufridas en el campo de juego.
Giammaría cree que “no va a pasar mucho tiempo para que las federaciones del mundo adecúen el reglamento”. En Rosario, en los partidos que jueguen chicos y chicas menores, de 11 años, en caso de que alguien cabecee la pelota, se cobrará un tiro libre indirecto a favor del equipo contrario. Si el cabezazo llegara a ocurrir dentro del área por parte del equipo que defiende, el tiro libre indirecto se hará desde afuera, en un punto situado a la misma altura.
—¿Se envió este proyecto a la Asociación del Fútbol Argentino?
—El proyecto fue enviado a la AFA y también a Conmebol. Lo tienen en la comisión infanto-juvenil de AFA y he sugerido que lo estudien.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.