El Alto Perú es un barrio del distrito limeño de Los Chorrillos, ubicado en laderas rocosas de un morro sobre el océano Pacífico. Para bajar hacia la ciudad, las personas que iban con niños tenían que tomar un taxi o un mototaxi que los bajara, ya que el sendero no era seguro. En 2019 se construyó una escalera que benefició a las más de 30 familias con hijos de este barrio: los niños y sus cuidadores ahora pueden subir y bajar con seguridad, gracias a que la escalera cuenta con pasamanos para adultos y también otros pensados para la altura de un chico de tres años.
“Si midieras 95 centímetros, ¿qué cambios le harías a tu ciudad?”, es la pregunta que guía las acciones de Urban 95, una iniciativa de la fundación holandesa Bernard van Leer. Esta organización impulsó el Proyecto Abriendo Caminos, responsable de la escalera en Alto Perú y de otras mejoras en espacios públicos de la ciudad para hacerla más accesible. De la misma manera que en la capital peruana, el Programa Urban 95 ha trabajado en conjunto con municipios, urbanistas, arquitectos y ciudadanos de distintas partes del mundo para diseñar soluciones que ayuden al bienestar de los niños y sus cuidadores.
“Nuestro reto principal es lograr que, desde la mirada de un niño de 95 centímetros de alto, la estatura media de una persona sana de tres años, nuestras ciudades garanticen espacios seguros, saludables y estimulantes, con oportunidades para que los niños aprendan, creen, imaginen y jueguen”, resume Cecilia Vaca Jones, quien trabajó en la fundación como directora de Programas y Directora Ejecutiva entre 2016 y 2022, en un artículo escrito para el blog del Banco Interamericano de Desarrollo.
“Tradicionalmente, las políticas de desarrollo infantil temprano han centrado sus esfuerzos en integrar los programas y servicios de salud, educación, protección y nutrición a fin de lograr que todos los niños puedan desarrollar al máximo sus potencialidades. Pero esto queda trunco sin una adecuada planificación urbana”, explica. Y, en una consulta para esta nota, amplía: “No somos conscientes de los beneficios sociales, económicos y ambientales que tiene invertir en la primera infancia”. Según distintos estudios, el entorno social en el que los niños crecen y aprenden a interactuar entre sí afecta en gran medida la calidad de su desarrollo.
En este sentido, el urbanista español Jordi Borja señala en el libro La ciudad conquistada que “bajo la concepción de las ciudades para el automóvil, los niños son excluidos cada vez más. Los espacios protegidos pero que a la vez les brinden autonomía son escasos, y su vivencia de la ciudad queda restringida a espacios de juegos estrictamente controlados”. Investigadores como el psicólogo inglés Tim Gill y el psicopedagogo italiano Francesco Tonucci son dos de los principales referentes que destacan la importancia que tiene el juego al aire libre en el desarrollo de los niños.
Ante este panorama, según explica Vaca Jones, Urban 95 trabaja en tres ejes:
- Mejora los espacios públicos para lograr equidad, seguridad y bienestar. En este apartado se incluye, por ejemplo, el desarrollo de zonas de juego destinadas a niños.
- Promueve la movilidad sostenible, por ejemplo, facilitando el acceso a pie o en bicicleta a centros de cuidado infantil o de salud. Este tipo de movilidad, explica Vaca Jones, ayuda a estimular el desarrollo neurológico de los bebés. Y, claro, les facilita el día a día a los cuidadores.
- Contar con datos confiables que visibilicen a la primera infancia y permitan tener un impacto en mejorar sus condiciones de vida.
“Esta iniciativa busca guiar la gestión pública hacia la planificación y diseño de ciudades más sostenibles y saludables, y en esa línea los planes y programas son muy flexibles, ya que nos adecuamos a la realidad y la geografía de cada contexto”, añade.
Urban95 arrancó en ciudades donde la fundación ya contaba con programas. A eso se sumó en 2020 la creación de una academia en conjunto con la London School of Economics: se trata de un curso en el cual se comparten con municipios de todo el mundo ideas y experiencias de soluciones urbanas que pueden implementarse en pos de incluir a las infancias.
Microespacios para vivir mejor
“Cuando comenzamos a trabajar con Urban95 vimos la necesidad de enfocarnos no en grandes inversiones o en hacer espacios públicos nuevos, algo que demora mucho, sino en mejorar los que las familias con niños ya usan a diario”, explica el arquitecto Carlos Javier Vega, quien trabajó en proyectos de esta iniciativa en la capital peruana entre 2019 y 2022, durante la gestión del alcalde Jorge Muñoz.
Vega explica que las familias con niños por lo general no se desplazan grandes distancias todos los días y que “se podía mejorar mucho la calidad de vida” en esos trayectos cortos que recorren a diario.
“Quizás una vereda en mal estado perjudica la interacción del bebé o niño, o del cuidador, con su entorno. Alguien que lleva a su hijo a la guardería y recorre dos cuadras, no interactúa sanamente si la acera está en mal estado o el sitio parece inseguro. Son dos cuadras, pero es algo que hace todos los días. Y podemos trabajar para que estos espacios sean saludables”, explica.
Por eso, dice, se centraron en microespacios que denominan “zonas de calma: pequeños lugares con árboles, comodidades como bancos grandes que sirven para cambiar un pañal o para que los niños trepen o jueguen y veredas transitables para que los cuidadores no tengan que tomar un mototaxi por una distancia de unas pocas cuadras”.
Vega señala que este tipo de pequeños desafíos genera un entusiasmo inmediato en la comunidad, que se apropia de los proyectos y los apoya. Y que, además de ser menos costosos por no demandar tantas inversiones, tienen resultados rápidos: “Hemos tenido muchas situaciones reconfortantes y descubrimientos. En muchos barrios los líderes no sabían que tenían vecinos con niños pequeños, que estaban encerrados. Estos microespacios ayudaron a visibilizar a los bebés y niños del barrio y mejoraron la interacción de sus cuidadores con el resto de la comunidad”.
Vega destaca que además de renovar 32 espacios públicos en función de bebés y niños, este trabajo dejó un modelo a replicar por cualquier municipio, ya que no implica grandes inversiones e involucra a la comunidad.
De Bogotá a Tel Aviv
El trabajo de Urban95 varía de ciudad en ciudad. Un recorrido breve por lo que se hizo en otros lugares además de Lima ayuda a entender la diversidad de recursos con los que una gran urbe puede volverse más amigable para bebés, niños y sus cuidadores.
Por ejemplo, en Colombia, Urban95 ha trabajado junto con la ONG Casa Infancia. En el barrio La Acacia, de la zona de Ciudad Bolívar (al sur de Bogotá), han desarrollado aulas ambientales (espacios naturales en los que se aprende sobre el ambiente), calles de juego (cuadras que se cierran al tránsito durante unas horas para que los niños salgan a jugar o disfruten de propuestas artísticas), cruces seguros (puntos dentro del recorrido habitual de las familias donde se enfatizan los mensajes a los conductores para que reduzcan la velocidad y garanticen el paso peatonal) y parques infantiles en lugares estratégicos de la ciudad.
La brasileña Boa Vista es otro caso elogiado desde la Fundación Bernard van Leer. Además de crear múltiples zonas de juego, el municipio hizo especial énfasis en incluir estos espacios en campos de refugiados. La capital del Estado de Roraima limita con Venezuela y en los últimos años ha recibido a muchas personas que emigraron desde ese país. En este proyecto, el municipio y la fundación trabajaron en conjunto con ACNUR, la agencia de la ONU para personas refugiadas.
Por otra parte, “Urban95 también se ha convertido en una red de actores que están dispuestos a compartir experiencias y conocimiento”, cuenta Vaca Jones. Un ejemplo es lo que ocurrió con Tel Aviv. La ciudad israelí recibió en 2016 la propuesta de implementar acciones para convertirse en una urbe más amigable con las infancias y sus cuidadores. El punto de inflexión en este proyecto fue una visita de funcionarios de Tel Aviv a Copenhague, Dinamarca, ciudad considerada modelo.
Con inspiración en la experiencia danesa, el municipio de Tel Aviv desarrolló múltiples iniciativas en favor de niños y bebés. Creó 150 espacios públicos de juego, se diseñaron talleres de entrenamiento parental y se dispusieron dos almacenes permanentes de juguetes y siete móviles. En paralelo, las clínicas infantiles comenzaron a ofrecer cursos de reanimación cardiopulmonar, primeros auxilios y otros contenidos dirigidos específicamente a personas que operaban guarderías diurnas privadas.
Una estrategia que ayudó a las personas a hacer uso de los espacios de juego que se crearon es que, para diseñarlos, se encuestó a la población sobre aspectos del diseño a implementar.
Además, desde 2017, cada niño nacido en Tel Aviv recibe una tarjeta denominada Digitaf que funciona en una plataforma llamada Digitel y ―explican en el sitio de la fundación― facilita a los adultos la reserva de citas en clínicas y la búsqueda de guarderías locales y ofrece una agenda de eventos artísticos abiertos al público (como narración de cuentos) y descuentos en productos, servicios y actividades.
Principios comunes
Aunque cada caso es particular, hay algunos principios comunes en el trabajo de Urban95. Uno de ellos es tomar un registro de los resultados, de cómo las medidas implementadas impactan en la vida de las personas. En esa línea, por ejemplo, Vega señala que en Lima “se multiplicó por 14 el número de bebés, niños y cuidadores que usan los espacios restaurados y el porcentaje de vecinos que se sentían seguros en esos espacios pasó del 4 al 79 %”.
Otro aspecto en el que Urban95 hace hincapié es en tomar decisiones con base en datos precisos. En ocasiones se echa mano de voluntarios e investigaciones de universidades para diseñar las acciones.
A nivel operativo, la fundación promueve que los Gobiernos trabajen con organizaciones de la sociedad civil que ya cuenten con experiencia en el campo y que tengan intereses afines.
Eso sí: es importante que la tarea sea liderada por el Estado municipal, y en los casos de éxito suele ser clave que el propio alcalde o intendente impulse los proyectos y sea la cara visible. A su vez, las iniciativas deben involucrar distintos ministerios o sectores de un mismo municipio e, idealmente, tener el apoyo de Gobiernos provinciales o nacionales.
A su vez, hay un reto que suele tener cada ciudad que decide apostar a mejorar su diseño y prestaciones para bebés, niños y cuidadores: el hecho de competir con cuestiones que se consideran más urgentes. Acaso aún resta camino por andar en la tarea de explicar que, como dicen desde la fundación Van Leer, “el mejor indicador de una ciudad estimulante, próspera y saludable es el bienestar de los niños pequeños y las familias que la habitan”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.