Identidad Marrón: cómo la producción cultural puede desarmar prejuicios y combatir la discriminación

Con obras de teatro, muestras de arte, producciones audiovisuales y poesía, entre otras acciones, este colectivo creado hace siete años contribuye a visibilizar y discutir el racismo que viven las personas de piel marrón, que de tan extendido y cotidiano se vuelve “natural”, invisible. Sus actividades se desarrollan en instituciones culturales, museos y universidades, justamente los lugares donde las identidades indígenas y migrantes han sido históricamente marginadas

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“No soy blanco ni soy negro, no me abren las inmobiliarias, no me paran los taxis, no puedo entrar con zapatillas. A veces, en las noches, la gente cuando me ve se cruza de vereda, cuando me subo al colectivo guardan sus celulares. No soy blanco ni soy negro, no soy el afroamericano de Estados Unidos y no soy el argentino europeo porteño. De qué color soy. (...) ¿De qué puedo actuar? De pibe chorro. En la cárcel, de peón, de pobre. ¿En qué publicidades puedo aparecer? En las de planes sociales, en las campañas políticas. Parecés peruano, me dicen. De Filipinas, de Camboya, de Vietnam, de Indonesia. Todo menos argentino”. Marrón, el monólogo que el actor David Angel Gudiño escribió en su cocina durante la cuarentena de 2020 y del que puede verse un montaje ―grabado en una sala del Teatro San Martín― en la serie de Canal Encuentro Marrón. Antirracismo en tiempo presente, intenta responder, dice, a las preguntas sobre qué sucede con los cuerpos marrones en la ciudad, a qué se asocian sus rasgos, a qué el color de su piel.

Se suele hablar de personas racializadas cuando la categoría racial que les es atribuida socialmente les significa un trato diferencial, en este caso, discriminatorio. “¿Cómo hablamos de racismo en la Argentina?”, fue la pregunta que se hizo un grupo de personas racializadas, después de ver que eran las únicas no blancas en los diferentes espacios de los que participaban. “Identidad Marrón surgió cuando nos dimos cuenta de que girábamos en torno a organizaciones de personas blancas —que son nuestros compañeros y amigos—, cuando advertimos que éramos la excepción y que a nivel mediático no se hablaba de racismo. Y que había situaciones en nuestras vidas que pensábamos que eran aisladas, individuales y no una cuestión estructural”, dice Alejandro Mamani, que es abogado, especialista en Derecho Informático, asesor en temas de tecnología, diversidad y derecho y forma parte del colectivo Identidad Marrón desde su fundación, hace más de siete años.

El colectivo Identidad Marrón nació
El colectivo Identidad Marrón nació hace siete años y su propuesta de activismo es la producción cultural en espacios en los que las identidades indígenas y migrantes ocupan lugares marginales, como los museos y otros centros de cultura. (Imagen: Adhemar Miranda Medrano, gentileza Identidad Marrón)

“En la Argentina, para referirse a las personas de ascendencia indígena, de piel marrón y no blancas en el léxico social se habla de negro, de negro de mierda, de negro cabeza. Inclusive lo podemos llevar a descamisado, morocho, moreno. Estos son los adjetivos que se usan para hablar de personas racializadas. Nosotros entendemos muy bien que la palabra negro viene de lo afro, pero en la Argentina fue mutando. Si vos le pedís a alguien que dibuje un negro, el dibujo va a mostrar una persona de piel marrón, con ropa urbana, con joggins, con zapatillas caras, con gorrita. La portación de rostro, que muchas veces se encuentra como concepto en algunos medios de comunicación, es una ficción, la portación de rostro es en realidad portación de piel”, enfatiza Mamani.

Entonces el grupo decidió que era tiempo de actuar y visibilizar lo que les sucedía a muchas personas que vivían situaciones de discriminación y enfrentaban prejuicios similares por su color de piel o sus rasgos. Situaciones que muchas veces no denominaban racismo, pero lo eran. Y se empezó a constituir un espacio para hablar sobre ello y hacer algo al respecto.

Su primera aparición pública como colectivo fue en el discurso oficial de identidades de la marcha del orgullo LGTBIQ+ de 2015. Desde ese momento comenzó a reunirse en diferentes sitios de la ciudad y también a través de plataformas virtuales. Hoy es una organización de unas 100 personas, la mayoría en la Ciudad de Buenos Aires pero también con fuerte presencia en Jujuy y participación en otras provincias como La Pampa, Ushuaia, Tucumán y Salta. Muchas trabajan en diferentes artes: escénicas, visuales, audiovisuales, letras. Es así que, naturalmente, comenzaron a valerse de ellas para transmitir sus mensajes.

Visibilidad cultural

Una vez establecido como colectivo, Identidad Marrón comenzó a tejer vínculos con organizaciones, principalmente culturales, con el objetivo de poner la diversidad en la vidriera porque, dice Mamani, “la forma de visibilizar el racismo estructural es charlar con instituciones en la estructura”. “Tuvimos un debate muy grande en relación a los museos porque, históricamente, han sido lugares donde se ha depositado lo robado a nuestros pueblos y donde se ha determinado el valor y el disvalor de la historia. Es por eso que la pintura La vuelta del malón [del pintor argentino Ángel Della Valle] se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes como el cuadro que inicia la historia del arte argentino y también el discurso que justifica el exterminio indígena: los indios robando una iglesia y a una mujer blanca. Alguien que no tiene fe y se roba una mujer merece ser exterminado”, subraya Mamani.

A partir de eso, y para intentar cambiar esa mirada, es que el grupo comenzó a trabajar con sitios como La manzana de las luces, donde hace tres años realizó el primer “Octubre marrón”, un ciclo de actividades para resignificar el 12 de octubre que incluye obras de teatro, muestras fotográficas, festivales de música, instalaciones y exposiciones artísticas con mensajes antirracistas. También se vinculó con el Palais de Glace, con la Casa de Ricardo Rojas y diferentes museos de la región. Incluso forma parte de una muestra en la Universidad de Manchester.

Una perfomance en el Museo
Una perfomance en el Museo Casa de Ricardo Rojas. (Imagen: Adhemar Miranda Medrano, gentileza Identidad Marrón)

“Los museos son la cuna de la verdad de la Historia y la verdad de la belleza, nuestro trabajo con ellos es empezar a debatir esas nociones. El problema, y esto es algo que sentimos análogo en la cultura y en la justicia, es que por más que tengamos una ficción de igualdad, las personas racializadas no entran en igualdad de condiciones ni a los museos ni a la justicia. Los sujetos que dicen qué es bello, qué es antiguo, qué es legítimo, qué es arte y qué es artesanía, son y han sido personas blancas, históricamente. Y lo racializado ingresa como excepción o artesanía”, amplía Mamani.

El foco del debate y de la acción de Identidad Marrón está, entonces, en las instituciones culturales y el activismo, dice el abogado, “es la acción”. El colectivo produce todo tipo de actividades culturales.

Uno de los objetivos de Identidad Marrón es ser un catalizador para artistas, trabajadores y trabajadoras de la cultura, especialistas que no alcanzan visibilidad debido a situaciones de racismo, aunque muchas veces no las reconocen como tales. “El tratamiento diferenciado en base al color de piel o a la ascendencia étnica es racismo pero nos cuesta mucho, inclusive a los sujetos víctimas de racismo, usar la palabra”, enfatiza Mamani. “Ahora por primera vez va a haber un marrón en el universo Marvel en la película Black Panther: Wakanda Forever. Si te ponés a pensar qué personas en la televisión argentina tienen la piel marrón o rasgos indígenas, creo que los contás con una mano y a duras penas: Juan Palomino, Osqui Guzmán, Roly Serrano…”.

“Artivismo”

El colectivo está integrado en gran parte por artistas racializados que producen contenidos y piezas en las distintas ramas del arte y la cultura. Daniela Ruiz, actriz, dramaturga y productora de la asociación civil y compañía teatral Siete colores diversidad e integrante de Artetrans, la primera cooperativa artística para travestis, transexuales y transgénero en la Argentina, es una de ellas. Ruiz dice que encara su “artivismo” haciendo foco en la interseccionalidad entre la identidad marrón e indígena y la perspectiva de género.

“Si no repensamos las prácticas que están atravesadas por el género, la clase y el racismo estructural, se hace complicado visibilizar algunos cuerpos”, dice. Desde Siete colores diversidad, integrado en su mayoría por mujeres racializadas, indígenas, travestis, trabaja junto con Identidad Marrón para “visibilizar la diversidad sexual y las perspectivas identitarias como la del colectivo indígena, marrón, travesti-transexual”.

“Yo creo en la lucha colectiva comunitaria y esto viene de mi familia. Muchas veces en el campo artístico se piensa de manera individual. Repensar esas prácticas es pensar nuevas formas de ver y de interpretar lo que queremos decir. Nosotras trabajamos para empoderarnos, para construir nuevas formas y expresiones culturales no vistas. Cuando armamos una obra de teatro la pensamos comunitariamente entre las compañeras. Y creo que ahí es donde nace nuestra revolución: la revolución travesti, la indígena marrona. Nosotras somos la otredad, somos lo que no nos quisieron mostrar”, afirma.

Identidad Marrón también produce narrativa
Identidad Marrón también produce narrativa y poesía. (Imagen: gentileza Identidad Marrón)

En Jujuy, la segunda provincia en la que el colectivo está organizado y tiene actividad, la herramienta más fuerte para transmitir mensajes y plantear debates acerca de la diversidad y el racismo, también es el teatro. Ahí, la mayoría de los integrantes del colectivo son docentes y profesores de teatro y artes visuales, como Sara Pérez, que dicta talleres de arte escénico particulares desde una perspectiva antiracista y también se dedica a la gestión cultural planteando circuitos teatrales con diferentes grupos.

“Desde mi obra Isidora, la boliviana, con mi grupo de teatro cuestionamos ciertas estructuras teatrales y lo que se considera el buen teatro y lo que no. Partimos de la realización de ciclos y circuitos teatrales autogestivos o financiados por el Instituto Nacional del Teatro. Pensamos en qué temas, historias y propuestas están resonando en relación al racismo, siempre desde el arte y desde qué cuerpos habitamos en escena”.

Lo que propone el colectivo es reflexionar sobre la identidad: mostrar y cuestionar las prácticas racistas y hablar desde una identidad indígena. En Jujuy también plantean “desmontajes” de obras con miradas antirracistas, es decir, destejen “los pensamientos y construcciones que dialogan en las producciones teatrales: desde dónde parten, cuáles son las ideas que están en escena, desde qué estética están narradas”.

No resulta sencillo, también ahí, en el norte del país, donde la cultura parecería girar alrededor de los pueblos originarios, sus tejidos, creaciones y costumbres, ser y enunciarse marrón o “marrona e indígena”. Como señala Pérez, implica plantar una bandera que no siempre es bien recibida: “Ya el nombrarse desde una perspectiva te pone en tensión con el otro, más que nada en el campo del teatro. Porque dicen ‘vienen a dividir’, ‘esta lucha es posmoderna’ o ‘no es tan así’. Porque hay una cuestión estructural que está muy naturalizada y somos una provincia superfeudal, colonial, con una negación identitaria muy arraigada. Muchas veces no cae bien. Entonces, quienes expresamos y ponemos el cuerpo somos relegadas de ciertos sectores y eso se nota en los ámbitos laborales. Lo hacen muy personal. Cuando uno empieza a plantear ciertas cuestiones sobre el racismo dentro de las artes, de la educación, hay resistencia en reconocer que es una cuestión estructural y no personal”.

Producciones audiovisuales; muestras de fotografía,
Producciones audiovisuales; muestras de fotografía, pintura y dibujos y desfiles de moda como Pasarela Marrón son algunas de las acciones del colectivo que trabaja para desarmar prejuicios y visibilizar la diversidad. (Imagen: gentileza Identidad Marrón)

Chana Mamani es aymara, migrante, docente, trabajadora social, y se define como escritora decolonial. Forma parte de Identidad Marrón desde su fundación. “Ya venía participando en otros espacios de activismo vinculados a migraciones racializadas, a políticas migratorias, cuestiones indígenas y quería aunar todo eso en una acción concreta pero que tuviera un horizonte distinto, que transversalizara lo que venía haciendo. También estaba escribiendo y haciendo talleres, así que un poco tenía que ver con hacer de lo biográfico, que atraviesa lo político, algo que pudiera entretejer lo colectivo, que tuviera que ver con esto que no se habla, que se naturaliza y no se dice”, cuenta sobre sus motivos para sumarse al colectivo.

Su escritura, dice, surge del deseo de plasmar cuestiones biográficas sumado al de nombrarse a sí misma y contar su historia con su propia voz en lugar de dejarse contar por otros. “Tenía que ver con interpelar todo eso porque leer ciertos materiales era verme en un papel donde hablaban de mí cuando podía hacerlo yo misma”.

Sus textos no tienen un único género: escribe narrativa, poesía, habla de políticas migratorias o transfronterizas, reflexiona sobre el sistema democrático y la ciudadanía en un presente de desplazamientos y migraciones a nivel mundial. “Para mí cada acción no deja de ser una especie de justicia epistémica por el silencio, la negación y el lugar que se les adjudica a los conocimientos indígenas originarios o racializados porque siempre está en una parte B, en un complemento o dicho y hecho por lenguas blancas”. Ser escritora marrón, dice, es siempre una acción política.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.

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