Una organización acompaña la educación secundaria de adolescentes de parajes rurales y genera fondos propios con la producción de miel

La Fundación Grano de Mostaza brinda alojamiento y apoyo para que chicos y chicas de Salta y Santiago del Estero completen la secundaria. Desarrolló en Campo Gallo y en conjunto con la escuela agrotécnica de la zona un proyecto apícola que permite generar más oportunidades

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La Fundación Grano de Mostaza nació en el 2004 con el objetivo de propiciar que los adolescentes que terminaran la escuela primaria en lugares aislados pudieran acceder a la educación secundaria. La intención era lograr la permanencia en el sistema educativo en los parajes rurales.

La organización surgió para dar una respuesta más sistematizada que la experiencia previa: durante nueve años, un grupo de jóvenes misioneros se había acercado a la vida de los niños y las niñas de los cerros salteños y año tras año se enfrentaron con la misma dura realidad. Para esos chicos y chicas, la única oportunidad de estudiar y crecer era la que ofrecían las escuelitas rurales plurigrado, a las que en muchos casos se llegaba luego de varias horas a lomo de mula o de extensas caminatas.

“Cuanto más alejados estaban los chicos de la escuela, como en el caso de los cerros y del monte, más alto era el nivel de deserción escolar. Los motivos son diversos. Puede ser porque la escuela les queda lejos o porque los padres no pueden sostener la educación durante cinco años. Durante la pandemia se sumó la dificultad de la conectividad”, explica Sandra Pierdominici, directora ejecutiva de la Fundación Grano de Mostaza.

Entonces, esta institución decidió acompañar a esos chicos y chicas que viven muy lejos de las escuelas secundarias y que generalmente forman parte de la primera generación que termina este ciclo en los territorios en los que viven. En general, sus familias solo fueron a una escuela plurigrado dentro de sus comunidades.

En Campo Gallo, Santiago del Estero, la producción de miel junto con la escuela agrotécnica genera fondos para el programa de la Fundación Grano de Mostaza que acompaña la trayectoria educativa de adolescentes de comunidades rurales. (Imagen: gentileza Fundación Grano de Mostaza)
En Campo Gallo, Santiago del Estero, la producción de miel junto con la escuela agrotécnica genera fondos para el programa de la Fundación Grano de Mostaza que acompaña la trayectoria educativa de adolescentes de comunidades rurales. (Imagen: gentileza Fundación Grano de Mostaza)

La fundación hoy acompaña a más de 300 jóvenes que están cursando la escuela secundaria. Su programa más importante se llama Mi Proyecto de Vida. Comprende alojamiento en una residencia, alimentación, tutorías, talleres y acompañamiento a las familias, a fin de ayudar a los estudiantes a ingresar, sostener y completar sus estudios secundarios. Y les permite a los adolescentes pensarse de cara al futuro. Se busca empoderar el trabajo en equipo, que aprendan herramientas tecnológicas y generar espacios para pensar en algún tipo de trabajo, ya sea formal o un microemprendimiento.

“En la Argentina, el 53 % de los jóvenes termina en tiempo y forma sus estudios secundarios. Entre quienes son parte de la Fundación Grano de Mostaza el 95 % logra su título en el tiempo con el rendimiento esperado”, expresan en la fundación.

La fundación tiene cinco sedes en Salta, dos en Santiago del Estero y dos en Buenos Aires (una cerca de la Villa 31 y otra en Don Torcuato). “En 2012 comenzamos a trabajar en Santiago del Estero y más recientemente en Buenos Aires. La escalabilidad se logró a partir de un premio que nos dio la Fundación La Nación en 2008. Eso significó un crecimiento económico muy alto y permitió la expansión. Fueron aumentando los donantes y hoy ya tenemos 1.700″, cuenta Pierdominici. Y agrega: “Después se siguió creciendo en alianzas con empresas. Eso nos permite ir generando más becas”.

La Fundación Grano de Mostaza aplicó a premios y financiamientos para poner en marcha los albergues y becas para adolescentes y, luego, el proyecto productivo con el que ya genera sus propios fondos. (Imagen: gentileza Fundación Grano de Mostaza)
La Fundación Grano de Mostaza aplicó a premios y financiamientos para poner en marcha los albergues y becas para adolescentes y, luego, el proyecto productivo con el que ya genera sus propios fondos. (Imagen: gentileza Fundación Grano de Mostaza)

El proyecto en Campo Gallo

Lucrecia Rosales nació y creció en Campo Gallo, un municipio, cabecera del departamento de Alberdi, en el noreste de Santiago del Estero. Estudió en la zona y conoce a casi todas las familias. Ella es coordinadora de la sede de Grano Mostaza en el lugar, donde el principal desafío que enfrenta la comunidad es la escasez de agua. “Pasamos el otoño y el invierno sin lluvias”, cuenta.

Otro desafío, dice, es la educación. “Se necesita una política que permita a los chicos salir de la pobreza de los parajes y garantizar el acceso a una educación integral. Debido a la vulnerabilidad económica y social de las familias del interior del monte santiagueño se hace difícil continuar la trayectoria educativa si no tienen un lugar donde estar para terminar el secundario. Es ahí donde la fundación pone foco. Se les brinda casa, comida y un programa integral para acompañarlos durante el secundario”, agrega.

Rosales observa que en su entorno hay pocas oportunidades laborales: “Los jóvenes que terminan de estudiar se van a las grandes ciudades a buscar trabajo”.

Los chicos y chicas que participan del programa reciben capacitación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria en apicultura, huertas agroecológicas y manejo de residuos, entre otros conocimientos que luego también transmiten a sus familias en el monte chaqueño. (Imagen: gentileza Fundación Grano de Mostaza)
Los chicos y chicas que participan del programa reciben capacitación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria en apicultura, huertas agroecológicas y manejo de residuos, entre otros conocimientos que luego también transmiten a sus familias en el monte chaqueño. (Imagen: gentileza Fundación Grano de Mostaza)

Pierdominici cuenta que en la zona la gente se dedica a hacer carbón y postes de mistol para los cercos de los campos, actividades que impactan en el medioambiente. “Cuando uno trabaja con estas poblaciones alejadas, ve que la economía de las familias es de subsistencia. En nuestro programa, los chicos terminan el secundario, los formamos y nos encontramos con un nuevo problema: ¿qué trabajo van conseguir ahí?”, expresa.

Entonces, en respuesta a esto, desde la fundación se plantearon un nuevo proyecto. “Desarrollamos una propuesta para producir miel. Le propusimos al Colegio Agrotécnico Virgen de Huachana que se involucre con esta iniciativa. El rector es apicultor y se interesó mucho”, relata la directora de la fundación.

En 2020, Pierdominici presentó el proyecto al Programa Semillero de Futuro (hoy conocido como Legado) de la compañía Bayer para obtener los fondos que permitirían desarrollarlo. A través de esta iniciativa la empresa financia proyectos innovadores y sustentables en los ámbitos de la salud y la alimentación.

El proyecto obtuvo este apoyo y se hizo un laboratorio para la producción de miel, aprobado por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) en la escuela. Además, se compraron todos los insumos necesarios para tener una miel de calidad: trajes, núcleos, colmenas, abejas reinas, entre otros.

Rosales destaca que el emprendimiento está pensado para el crecimiento social y económico. “Cuando los becados vuelven a los parajes con sus familias, pueden desarrollar la producción de miel, que les permite no solo sustentarse económicamente sino también cuidar el monte santiagueño”, dice.

El dinero que entra del proyecto de producción de miel permite el sostenimiento del programa de acompañamiento para estudiantes. De esta forma, se autofinancia. Los clientes, en general, son empresas que compran los productos para hacer regalos corporativos. De todas formas, los individuos interesados en la miel pueden contactarse con la fundación y encargarla.

Los principales clientes del proyecto apícola son empresas que compran los productos para hacer regalos corporativos. (Imagen: gentileza Fundación Grano de Mostaza)
Los principales clientes del proyecto apícola son empresas que compran los productos para hacer regalos corporativos. (Imagen: gentileza Fundación Grano de Mostaza)

Más proyectos productivos

La fundación empezó a trabajar con unas 13 becas en Salta, en 2016 llegó a las 70 entre esa provincia y Santiago del Estero y este año se superó las 300, contando también el trabajo en Buenos Aires. “Tener proyectos productivos nos da la posibilidad de generar más oportunidades para más chicos. El crecimiento es también fruto de las alianzas”, dice Pierdominici.

Por ejemplo, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) está cerca de la fundación. El vínculo iniciado con INTA Monte Quemado, una localidad santiagueña situada 90 kilómetros al norte de Campo Gallo, permite la capacitación de los jóvenes en temáticas tales como huerta, granja y apicultura, conocimientos que no solo aplican en sus quehaceres diarios dentro del albergue, sino que también los transfieren a sus familias.

Entre los proyectos de la fundación está el de crear una granja, con el objetivo de producir huevos para consumo interno y comercialización de excedentes en el mercado local. El trabajo articulado con los jóvenes becados y sus familias incluye la aplicación de buenas prácticas apícolas.

Sobre los resultados, habla Rosales: “Este proyecto es muy importante para mí. Me mueve ver el crecimiento de los chicos y de las familias. Cuando terminan el secundario y vuelven a sus comunidades para hacerlas crecer, ya sea con la producción de miel u otra actividad, es una misión cumplida”.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.

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