En 1991, Medellín fue la ciudad más violenta del mundo, con una tasa de 381 muertos por cada 100.000 habitantes: casi 20 por día y la mayoría fueron jóvenes por herida de bala. La ciudad colombiana era símbolo de narcotráfico, violencias, inseguridad y corrupción. Entre 1992 y 2020, se logró bajar en un 96,3 % la tasa de muerte por homicidio. Y la capital de Antioquía se convirtió en un modelo para otras ciudades del mundo en materia de cambio, modernización, internacionalización, transformación, educación, cultura y de programas sociales y urbanos de alto impacto.
A partir de transformaciones emprendidas a principios de los 90 y aceleradas desde 2004, con altibajos, Medellín se convirtió en un laboratorio de innovación. En enero de 2004, comenzó a gobernar la ciudad un grupo de ciudadanos y ciudadanas que ganaron las elecciones a nombre de un movimiento cívico, Compromiso Ciudadano, con el aval político del Partido Alianza Social Indígena. El grupo estaba integrado inicialmente por 50 personas provenientes de la academia (de universidades públicas y privadas), de ONG, de organizaciones comunitarias y del mundo empresarial.
En ese entonces, la ciudad colombiana pasó de invertir el 0.68 % de su presupuesto público en cultura en 2002 al 5 % en 2007. Hasta 2020 esa inversión se mantuvo entre el 3% y el 5 % y se centró en la construcción de equipamientos culturales de alto valor simbólico en los barrios de mayor pobreza, violencia y densidad poblacional. Los dispositivos desarrollados fueron los parques-biblioteca, los centros de desarrollo cultural, las casas de la música y las llamadas “unidades de vida articulada” (UVA). “El objetivo de estos espacios era que lo público fuera un generador de equidad y calidad en todos los territorios de la ciudad”, expresa Jorge Melguizo, el consultor colombiano que estuvo vinculado a proyectos sociales de transformación en Medellín.
Melguizo es periodista y estudió Comunicación Social en la Universidad de Antioquía. Fue profesor en la Pontificia Bolivariana, San Buenaventura y Escolme. Dirigió durante siete años la ONG Surgir, de Medellín, dedicada a la prevención del consumo de drogas. También tuvo a su cargo procesos de transformación urbana, social, educativa y cultural de la ciudad como gerente del Centro de Medellín (2004 – 2005), secretario de Cultura Ciudadana (2005 – 2009) y secretario de Desarrollo Social (2009 – 2010). Desde hace doce años, se dedica a acompañar procesos urbanos en Latinoamérica. Asesoró a 140 ciudades de 18 países.
Uno de los hitos de la política cultural de Medellín que destaca Melguizo es el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia, construido en 2007 con un costo de 2,8 millones de dólares, aportados en un 100 % por una fundación privada. En Moravia estuvo durante 16 años (1968 – 1984) el basurero a cielo abierto de la ciudad. Eso lo convirtió en el barrio de mayores violencias y en uno de los más pobres.
Ahí se empezaron a desarrollar programas de servicios públicos, vivienda, salud, educación, medioambiente y cultura para los 40.000 habitantes del barrio. El Centro de Desarrollo Cultural es el símbolo de Moravia desde entonces.
Otro proyecto muy característico de la ciudad es el de los parques-bibliotecas. Actualmente existen diez, que son parte del sistema de bibliotecas públicas de Medellín. Estos espacios están ubicados estratégicamente en las zonas más necesitadas de Medellín y fueron concebidos como lugares para implementar los diferentes programas sociales, culturales y educativos que apunten al mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos. Por medio de estos equipamientos se busca que en la ciudad se respire la cultura, se viva la inclusión social, se pueda tener acceso a la información oportuna y a una educación con calidad.
En cada parque-biblioteca hay 20.000 libros, sala de lectura infantil y de adultos, computadoras con conexión a internet de uso gratuito, red de wifi, ludotecas para menores de 10 años, auditorios, salones para talleres y cursos, escuelas de música sinfónica, centros de desarrollo empresarial y cafeterías (que son manejadas por microempresarios del mismo barrio).
“En América Latina las violencias están presentes en la vida de la mayoría de sus habitantes y, por lo tanto, el norte de todas las políticas públicas y de las acciones ciudadanas debe ser la convivencia. La cultura es clave: la programación cultural y las fiestas se convierten en escenarios de convivencia, creación y proyección; son espacios donde se evidencian nuestras memorias, nuestra diversidad y nuestra riqueza cultural; espacios y momentos donde reconocemos las manifestaciones culturales como una manera de mirar otras realidades y aprender de otros”, expresa Melguizo. Y agrega: “Lo contrario a la inseguridad no es la seguridad sino la convivencia”.
La experiencia en Recife
Los Centros Comunitarios de Paz, más conocidos como Compaz, de la ciudad de Recife, Estado de Pernambuco, en Brasil, se inspiraron en el modelo de Medellín. Entre 2012 y 2020 se desarrollaron cuatro centros, que incluyen bibliotecas. El secretario de Seguridad Urbana de Recife Murilo Cavalcanti fue quien impulsó este proyecto con la premisa de Melguizo de generar espacios de convivencia para reducir la inseguridad. Los Compaz son instalaciones de gran calidad arquitectónica que ofrecen actividades deportivas, culturales y educativas. Ahí se promueve la ciudadanía, la cultura de la paz y la no violencia. De acuerdo con Cavalcanti, estos espacios tienen el objetivo de reducir la desigualdad y la tasa de crímenes violentos y letales Iitencionados (CVLI) y crear oportunidades para el mercado de trabajo. Además, se ofrecen servicios integrales a la comunidad y, por eso, intervienen todas las secretarías de la Alcaldía de Recife. Se desarrolló una metodología en la que la comunidad fue una protagonista decisiva para la ubicación de los edificios.
La primera unidad de los Compaz de Recife fue inaugurada en 2016 en el barrio periférico de Alto de Santa Terezinha. En 2018, la zona donde está ubicada la unidad no registró ni un solo homicidio. En ese lugar se desarrolló la Biblioteca Afrânio Godoy, que acoge diariamente a una media de 250 personas. El centro, de 850 metros cuadrados, tiene unos 15.000 libros en su colección.
El principal reto identificado por el secretario de Seguridad Urbana respecto a la continuidad del proyecto de los Compaz es que no tienen una ley o política pública que lo sustente. Al ser iniciativa de un Gobierno, su subsistencia está ligada a la permanencia de la gestión.
Los resultados observados son la reducción de la violencia, fortalecimiento de la ciudadanía y oportunidadespara miles de jóvenes de la periferia. Además, el proyecto ganó dos premios en 2019: el de Ciudades Sostenibles, organizado por Oxfam Brasil, y a la Eficiencia del Servicio Público, organizado por la Organización de las Naciones Unidas.
“Murilo vino 39 veces a Medellín. En marzo lanzamos un libro sobre el aprendizaje entre las dos ciudades”, cuenta Melguizo, que está acompañando el proyecto de hacer el quinto y el sexto Compaz.
UTOPÍAS en Iztapalapa
La alcaldía Iztapalapa, en la Ciudad de México, también se inspiró en la experiencia de Medellín y desarrolló el Proyecto UTOPÍAS, acrónimo de las Unidades de Transformación y Organización para la Inclusión y la Armonía Social. La iniciativa consiste en el desarrollo de grandes espacios culturales y recreativos pensados para combatir la violencia y la desigualdad desde la cultura. Hay diez UTOPÍAS construidas, en las que miles de jóvenes acuden cada día a aprender teatro, fotografía, música, murales, boxeo, atletismo, natación.
En el centro ubicado en la Plaza Cívica General Álvaro se destaca un avión Boeing 737-200, que fue reformado para ofrecer 29 espacios de lectura, una cabina con simulador de vuelo semiprofesional con dos asientos y computadoras con libros electrónicos precargados.
Uno de los próximos centros es el Barco Biblioteca, que consistirá en un complejo cultural, educativo y recreativo en forma de embarcación. Contará con un acuario virtual interactivo; escuelas de diseño, animación y creación de música digital; un simulador de navegación y el primer museo del cambio climático en la Ciudad de México, entre otras atracciones.
Al poco tiempo de que Clara Brugada asumiera como alcaldesa de Iztapalapa, Melguizo fue a brindar un taller a la alcaldía. Luego, ella viajó a conocer los proyectos de Medellín. “El concepto que ella se llevó de ese viaje en 2018 fue el de generar espacios públicos culturales, educativos ambientales y simbólicos en barrios de máxima pobreza y máxima violencia. En paralelo, se propuso diseñar unos caminos para mujeres libres y seguras”, relata Melguizo.
El consultor cuenta que en la alcaldía mexicana ya se inauguraron 182 de esas sendas con iluminación, videovigilancia y botones de emergencia, rodeadas de murales: “Hicieron uno por semana. Ya podemos hablar de comunidades libres y seguras. Hace un tiempo fui con funcionarios de Recife para ver ese proyecto. Creo que Iztapalapa supera los aprendizajes de Medellín”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.