SonRisas Lab: cómo trabaja un proyecto de inclusión digital para niños, niñas y adolescentes de Esteban Echeverría

Con cursos de programación y robótica para chicos de entre 8 y 16 años, la propuesta, desarrollada por la organización local SonRisas y la Asociación Civil Chicos.net con financiamiento privado, busca cerrar brechas digitales. Esto es: no solo brinda acceso a la conectividad sino también a la creación, la producción y a un uso activo de la tecnología

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SOLUCIONES para publicar el VIERNES 15 de JULIO
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Las investigaciones realizadas durante la pandemia de COVID-19 permitieron ver cómo aumentó la brecha digital entre aquellos que tienen acceso a dispositivos tecnológicos y conectividad y aquello que no. Hoy la tecnología digital no representa el ideal de inclusión con el que se soñó en los comienzos de internet: en vez de potenciar canales de conexión más horizontales, en los que todos y todas compartan información libremente, generó y acentuó accesos diferenciales y una gran cuota de desinformación.

Mariela Reiman, directora de Chicos.net, la asociación civil que impulsa el uso seguro, responsable y significativo de las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y propicia el pleno ejercicio de los derechos de niños, niñas y adolescentes en entornos digitales, plantea: “La pregunta que tenemos que hacernos no es solo cuántos niños, niñas y adolescentes de nuestra región están conectados o desconectados, sino cuántos de ellos y ellas están conectados de manera significativa”.

Según un informe del Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH) de la UNESCO, el 80,2 % de la población en la Argentina tiene acceso a internet, teniendo en cuenta tanto las conexiones fijas como las móviles. Pero en un mundo cada vez más atravesado por la tecnología, es necesario repensar y cuestionar la palabra “acceso” y entender sus alcances respecto de la desigualdad social-educativa-digital. Por eso, las habilidades digitales son fundamentales para transformar ese acceso en un uso real de la tecnología, que le permita a las personas aprender, crear, expresarse y desarrollar otras competencias como, por ejemplo, la resolución de problemas, la comunicación y el pensamiento crítico.

Frente a este diagnóstico, la empresa Microsoft, la Asociación Civil Chicos.net y la organización Sonrisas comenzaron a desarrollar durante la pandemia el proyecto SonRisas Lab. La intención fue acercarles a más chicos y chicas la posibilidad de explorar, inventar y diseñar sus propios proyectos con tecnología.

SonRisas es una organización de Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires, que ofrece espacios de formación, creación y contención a chicos y chicas en situación de vulnerabilidad. (Imagen: gentileza SonRisas Lab)
SonRisas es una organización de Esteban Echeverría, provincia de Buenos Aires, que ofrece espacios de formación, creación y contención a chicos y chicas en situación de vulnerabilidad. (Imagen: gentileza SonRisas Lab)

SonRisas es una organización que ofrece un espacio de formación, recreación, contención y expresión donde niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad pueden encontrar un marco adecuado para su desarrollo. Desarrolla sus actividades en tres barrios de la localidad de Esteban Echeverría.

“Cuando arrancó la pandemia, empezamos a ver que los chicos y chicas quedaban afuera de la escolaridad y que la brecha digital se volvía más complicada. Muchas familias no tenían internet en las casas y desde la organización tuvimos que destinar recursos para financiar tarjetas de celular. Frente a este problema, nos contactamos con un donante del exterior para encontrar una solución. Le presentamos un proyecto para equipar nuestros tres centros con computadoras y conectividad. Logramos instalar 20 Chromebooks. En paralelo, esta persona nos conectó con Microsoft y de ahí surgió el financiamiento para implementar junto a Chicos.net un curso de programación y robótica”, relata Martín Ferreira, director ejecutivo de SonRisas que trabaja en centros de infancia en sectores vulnerables desde hace más de dieciocho años.

SonRisas Lab comenzó a materializarse a finales de 2020. En ese entonces, los talleristas Mario Efron y Laura Dalla Pasqua comenzaron a planificar las propuestas que podían interpelar a la comunidad. A mediados de 2021, se reunieron con ocho jóvenes que estaban dispuestos a formarse como tutores y que se capacitaron para acompañar el proceso.

“SonRisas Lab es una propuesta totalmente diferente a lo que se venía ofreciendo para los chicos y las chicas en nuestros centros. Nos ayudó a reconectarnos con adolescentes que venían a nuestras actividades de más chicos y se habían alejado”, detalla Martín. “Esta propuesta generó además un interés inédito entre vecinos y chicas de clase media de Monte Grande que no forman parte de la comunidad que asiste a los centros. Escucharon sobre la convocatoria, se sintieron atraídos por la propuesta y consultaron para anotarse, pero los cupos estaban reservados para los chicos y chicas que ya asistían a SonRisas”, cuenta Ferreira.

Los talleres de SonRisas Lab combinaron conocimientos tecnológicos con materiales analógicos para, por ejemplo, construir robots . (Imagen: gentileza SonRisas Lab)
Los talleres de SonRisas Lab combinaron conocimientos tecnológicos con materiales analógicos para, por ejemplo, construir robots . (Imagen: gentileza SonRisas Lab)

Robótica y programación

En febrero de 2022 comenzaron formalmente dos cursos, divididos por rango etario: de 8 a 12 años uno y de 13 a 16 el otro. Cada grupo tenía 20 chicos y chicas. El programa se cursaba los lunes, durante una hora y media, a lo largo de cuatro meses. El cierre fue en junio, con una feria donde se mostró todo lo que se había realizado.

“El trabajo en los talleres fue en equipo y colaborativo. El grupo de los más pequeños nos sorprendió con su entusiasmo y alegría al trabajar. El de los más grandes se destacó por su creatividad y compromiso con la tarea. Si bien los proyectos que realizamos plantearon una metodología a seguir, hubo instancias abiertas en las que los y las participantes tuvieron la posibilidad de imaginar y crear libremente. Al hacerlo se formó un vínculo muy fuerte con sus producciones, les generó mucho entusiasmo poder plasmar las ideas que surgieron de su propio trabajo creativo”, cuentan Efron y Dalla Pasqua.

Los conocimientos y las habilidades digitales que se desarrollaron a lo largo del taller permitieron a los chicos verse a sí mismos como creadores de tecnologías y dispositivos digitales, es decir, con la posibilidad de formar parte del mundo tecnológico de forma activa. Mediante la cultura del hacer y el aprendizaje basado en proyectos, las actividades combinaron herramientas digitales y materiales analógicos para estimular transversalmente las habilidades y generar experiencias significativas de aprendizaje.

SonRisas Lab surgió durante la pandemia, cuando quedó expuesta la falta de conectividad y de uso real de la tecnología de muchos chicos, chicas y adolescentes. (Imagen: gentileza SonRisas Lab)
SonRisas Lab surgió durante la pandemia, cuando quedó expuesta la falta de conectividad y de uso real de la tecnología de muchos chicos, chicas y adolescentes. (Imagen: gentileza SonRisas Lab)

Camila Campos tiene 14 años, cursa el tercer año de la secundaria y desde pequeña participa de las propuestas que ofrece SonRisas. Pasó por un taller de arte y otro de danza. “SonRisas es una parte importante de mi infancia”, expresa la joven. También su hermano menor ―Patricio― asiste a la organización.

A través de una amiga, Camila se enteró sobre SonRisas Lab. “Me interesó el curso porque quería descubrir otros gustos o talentos que pudiera tener”, dice.

A partir del programa, descubrió que le interesa explorar en la robótica como una posibilidad de trabajo a futuro. “La propuesta me pareció hermosa. Los profesores explicaban muy bien y te ayudaban mucho. Una de las cosas que aprendí fue a programar en la placa de micro: bit, que es un chip que se pone en objetos para que realicen funciones”, dice.

Camila destaca una actividad en la que se fabricaron pequeños paracaídas y la intención era que la placa de micro:bit contara los segundos que permanecían en el aire. Cuando detectaba el impacto con el suelo, paraba de contar. “Al principio, yo estaba tratando de hacer el paracaídas y no me salía. Eso me ponía mal. Una amiga que hice el curso me ayudó y lo resolví”, relata.

Efron, que trabaja en Chicos.net desde 2018, dice que con SonRisas Lab se buscó reducir las brechas digitales. “Allí, los chicos y chicas pudieron explorar, jugar con distintos materiales, probar, equivocarse y aprender de los errores”, expresa. Y agrega: “Nos sorprendió mucho el nivel de atención y el compromiso que tuvieron con el proyecto. Aprovechaban cada momento de la clase. Las familias también se interesaron y participaron de la muestra final”.

Cómo seguir

En este momento, SonRisas, junto con Chicos.net, está buscando la forma de darle continuidad al programa. “No podemos financiarlo con fondos propios. Por eso, estamos avanzando en una alianza con la escuela técnica de la zona, haciendo trámites para que el Gobierno de la provincia autorice que la escuela realicé prácticas en los centros de SonRisas. Así, ellos podrían dar continuidad a los cursos de programación y robótica”, señala Ferreira.

Una donación privada para equipar tres espacios con computadoras y conectividad más financiamiento de Microsoft en los primeros dos cursos fueron el puntapié inicial del proyecto, que hoy busca alternativas para continuar. (Imagen: gentileza SonRisas Lab)
Una donación privada para equipar tres espacios con computadoras y conectividad más financiamiento de Microsoft en los primeros dos cursos fueron el puntapié inicial del proyecto, que hoy busca alternativas para continuar. (Imagen: gentileza SonRisas Lab)

Ludmila Paz, de 14 años, también participó de la propuesta. “Conocí SonRisas en 2018 por un primo. El centro social está cerca de mi casa. Pasé por un curso de dibujo y también fui para recibir apoyo escolar. En la pandemia empecé el curso de líderes y SonRisas Lab. Pude programar y aprendí a hacer un robot que podía moverse”, cuenta.

El curso también le permitió abrirse y socializar. “Yo soy una persona solitaria y la propuesta me ayudó a vincularme con más gente. En general, los proyectos eran en equipos”, dice Ludmila, que ya hace tiempo.

tenía curiosidad por la programación y ahora se la plantea como algo que le interesaría seguir estudiando.

“Todos los robots tenían alguna función ―cuenta―. Algunos se movían y otros prendían luces. Hacerlo es trabajoso, pero es muy satisfactorio cuando lo lográs”.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.

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