El 14 de octubre de 2018 fue el último día de una conferencia en Londres llamada State Racism, Collusion and Resistance (“Racismo de Estado, colusión y resistencia”), que cambió la vida de una docente de colegio secundario llamada Zahra Bei. La mujer se sintió asombrada ante la presencia de tantos académicos, escritores y activistas reconocidos, cuyo trabajo sobre las relaciones raciales había sido citado por ella en sus propios escritos. Escuchar el análisis de la discriminación directamente de boca de ellos fue abrumador, y fue también el impulso que Bei necesitaba para hacer algo como profesora, madre, afro y activista. “La conferencia fue mi punto de inflexión”, dijo más tarde. En ese mismo año, Bei ayudó a fundar No More Exclusions, un movimiento comunitario centrado en la equidad racial en la educación.
Bei había llegado a Londres sola, a los 16 años. Su madre, nacida en Somalia y emigrada a Italia, no fue con ella. Bei fue a la universidad y consiguió un trabajo como profesora y luego fue ascendida a jefa de departamento. Pero cuando las escuelas inglesas comenzaron a trabajar con “tolerancia cero” —como castigo, alumnos y alumnas son sacados de clase y colocados en un área separada donde trabajan solos, en silencio, lejos de sus compañeros—, Bei consideró que todo empezaba a parecerse a una cárcel. Y aunque en el sector de la educación se suele debatir públicamente el tema, la posición de No More Exclusions es más radical que la de una mayoría que piensa que las exclusiones siempre serán necesarias en los casos más extremos.
Las exclusiones en Inglaterra, según The Guardian, pasaron de 5.082 en 2010/11 a 7.894 en 2018/19 y en 2019/20, durante la pandemia, las escuelas excluyeron a 5.057 niños. Las disparidades raciales son marcadas: las tasas de exclusión de estudiantes caribeños negros son hasta seis veces más altas que las de sus compañeros blancos según un análisis del mismo medio. En 2017, un informe del Comité de Educación de la Cámara de los Comunes con el título Forgotten children: alternative provision and the scandal of ever-increasing exclusions (Niños olvidados: provisión alternativa y el escándalo de las exclusiones cada vez mayores) mostró el panorama. En promedio, 40 estudiantes son excluidos cada día.
El segundo factor que influyó en Bei fue su trabajo cotidiano. En octubre de 2018, después de casi una década en su escuela, estaba pasando por las etapas finales de un proceso de reestructuración junto con el resto del personal. Prácticamente todos eran veteranos, centrados en los niños y comprometidos con darles una segunda oportunidad. Así se dieron cuenta de que era hora de actuar por los que se consideraban desechables. Bei trabajaba en una escuela para alumnos que habían sido excluidos de la educación general o que corrían el riesgo de serlo. Enseñaba las materias de negocios, educación cívica y español. En esos diez años, Bei había comenzado a preguntarse si los niños y niñas deberían estar ahí.
“Algunos de los alumnos se pueden reciclar”, escuchó decir una vez a un director de escuela. “Quizás lo que quiso decir fue ‘reciclado en el sistema de justicia penal’”, contó ella después. “Estos son los niños a los que nadie les quiere enseñar. Hasta el 80 % de ellos, tal vez más, eran disléxicos, autistas, dispráxicos y necesitaban ayuda adicional con la lectura, pero no la obtuvieron. Y así les fallamos, y continuamos fallándoles. Como migrante, sentí una conexión con ellos”.
La escuela como protección
En sus primeros seis meses, No More Exclusions formó alianzas con varios grupos de familias, académicos, periodistas, otros movimientos de justicia social, concejales locales, maestros, trabajadores sociales, organizaciones juveniles, abogados y profesionales de la salud mental. “Me cansé de escuchar que mis estudiantes terminaron en prisión o muertos”, dijo Bei a The Guardian en mayo de 2022. “La escuela es un factor protector en la vida de los niños y jóvenes. Si se quita el factor protector, se los expone a todo tipo de riesgos”.
Gracias al trabajo de No More Exclusions, entre otros, la discusión sobre las exclusiones aumentó. La organización recibe todas las semanas correos electrónicos de familias desesperadas, que no saben cómo defender a sus hijos e hijas. “El precio que se les pide que paguen es demasiado alto”, dijo Bei. “Como sociedad, somos colectivamente responsables de la educación, el bienestar y el futuro de ellos. Al no hacer nada y aceptar el statu quo en la educación (exclusiones en aumento e ilegales, políticas de comportamiento de tolerancia cero, violaciones continuas de los derechos de los niños, propagación de problemas de salud mental entre jóvenes), somos profunda e inexcusablemente cómplices. Si podemos financiar prisiones por una suma de 40.000 libras por año por preso en Inglaterra, podemos financiar lugares escolares con procesos, apoyo y servicios holísticos para quienes los necesitan”.
No More Exclusions tiene un enfoque de “abajo hacia arriba”, privilegia las voces marginadas. “Modelamos una forma de trabajar que trata de apoyar a padres, niños y jóvenes, de ayudar a quienes están en riesgo, de intervenir en una etapa temprana para prevenir exclusiones”, explicó Bei. “El modelo es establecer asociaciones y alianzas para impulsar soluciones a largo plazo, no parches”.
Su estructura es descentralizada, sin jerarquía formal. “Esencialmente, todos en el movimiento han respondido a un llamado urgente para interrumpir el camino que va de la escuela a la cárcel”, explicó Bei. “Aquella conferencia de 2018 produjo las condiciones para la primera iteración de un movimiento de 54 activistas en espera, de todos los ámbitos de la vida, para unirse. Desde el primer día sabíamos una cosa: ya no estábamos dispuestos a confabularnos con un sistema educativo que está causando daño”.
El movimiento está organizado en torno a líneas de trabajo: Voz de la juventud y desarrollo; Voz de los padres, defensa y asociaciones; Formación docente y currícula y Cambio de leyes y políticas. Dijo Bei: “La filosofía de nuestro movimiento se basa en una visión compartida que aplica la teoría a la práctica. [El pedagogo Paulo] Freire nos regaló una de nuestras creencias fundamentales: la praxis es reflexión y acción. Un movimiento revolucionario necesita elementos de teoría (verbalismo) y de práctica (activismo). El movimiento negro, queer y feminista, arraigado en una larga tradición de movimientos negros intelectuales y de base, desde la Revolución haitiana hasta el modelo de Chicago, nos ha dado el lenguaje para articular nuestra visión de justicia social en la educación. Este es el ADN de No More Exclusions”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.