“Más de 290 millones de jóvenes en todo el mundo no tienen acceso a la educación debido a la superpoblación (y una oferta educativa que resulta escasa), a las largas distancias de viaje de hasta 9 millas (más de 14.000 kilómetros) hasta la escuela más cercana o a la ausencia total de escuelas. Simplemente no hay suficientes escuelas y buscamos cambiar esto”, dice la organización Thinking Huts en su sitio oficial.
Esta fundación sin fines de lucro propone aprovechar las ventajas que ofrece la impresión 3D para construir establecimientos educativos en poco tiempo en lugares del mundo donde son escasos o no existen. Involucrarse con las comunidades a las que busca beneficiar y posibilitar el acceso de más personas a una educación de calidad con “soluciones tecnológicas innovadoras y humanitarias para cerrar la brecha de oportunidades de educación global” es la meta que persigue.
El nombre de la fundación ya anticipa la idea general y el tipo de construcción que propone su proyecto: thinking significa “pensamiento” y hut, “choza” o “cabaña”. El proyecto acaba de presentar el primer modelo de una escuela construida en impresión 3D y es precisamente así: una casa pequeña y funcional.
La idea
Maggie Grout cuenta que en 2015, cuando tenía 15 años, tuvo una visión a partir de la cual entendió —o eligió— su propósito en la vida: debía crear oportunidades a través de la educación para que más personas alrededor del mundo pudieran progresar y cumplir sus deseos y metas. Su objetivo no fue azaroso, Grout nació en un pueblo rural en Dawu, al sur de China. Fue adoptada a los 18 meses y creció en los Estados Unidos. Estudió en la Universidad de Colorado y desde pequeña fue consciente de las oportunidades que le brindaron su madre y su padre a través de la educación. Cuando todavía era adolescente, durante una conversación con su padre sobre el futuro de la tecnología, empezó a pensar en las posibilidades de la impresión 3D. Así nació su proyecto.
“Fundé Thinking Huts cuando tenía 15 años, después de quedar fascinada con el potencial de la tecnología para crear soluciones arquitectónicas con objetivos de bien común. Mi esperanza es encontrar una solución que aumente el acceso global a la educación porque ahí está la raíz del empoderamiento de las personas para salir de la pobreza”, dice en el sitio web de la organización.
Cuando Grout supo que las impresoras 3D, en su máximo potencial, eran capaces de erigir edificios enteros y, de esta manera, reducir a pocas semanas el tiempo de construcción ―que con los métodos tradicionales lleva meses o años―, los residuos, el impacto ambiental y los costos, lo supo: se valdría de esta herramienta para construir más escuelas en menos tiempo y donde más se necesitaran y así también crearía puestos de trabajo. Porque estaba —está— totalmente convencida de que “la educación es el solvente universal que tiene el poder de prevenir epidemias, impulsar las economías, abordar los problemas ambientales y empoderar a las comunidades”, según declara en la página institucional.
Para entusiasmar a aportantes y patrocinadores tuvo argumentos porque la propuesta de su fundación se alinea con más de uno de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas que tienen que ver tanto con la educación de calidad como con la industria, la innovación y la infraestructura —que en la lista de los ODS equivalen al número 4 y al número 9—. “Todo comienza con proporcionar a los estudiantes un lugar donde puedan aprender con comodidad y seguridad”, subraya sobre los estándares de la construcción en sí misma.
La fundación, además, tiene otros proyectos vinculados con la escolaridad. Mientras desarrollaban la tecnología necesaria para iniciar la construcción de la escuela, la organización también creó Think Boxes: cajas equipadas con mochilas, lápices, cuadernos, materiales de aritmética, ciencia y geografía, y también con productos de higiene personal y hasta mosquiteros, para satisfacer las necesidades más urgentes de los estudiantes. Entre 2017 y 2019 distribuyó estos productos en escuelas y orfanatos de República Dominicana y Guatemala.
Cómo es el modelo
De los 290 millones de personas en el mundo que no cuentan con acceso a la educación, 61 millones son niños y niñas y 34 millones viven en el África subsahariana. En Madagascar, dice el sitio oficial de Thinking Huts, el 45 % de los niños y niñas no está matriculado en ninguna escuela. Según datos de la UNESCO, solo ahí se necesitan construir 22.000 establecimientos. Por este motivo es que Grout decidió comenzar en este punto del globo.
El sitio elegido para levantar el primer modelo impreso en 3D fue el campus de la Universidad EMIT (por su sigla en francés: Ecole de Management et d’Innovation Technologique, que en español es Escuela de Administración e Innovación Tecnológica), en la provincia de Fianarantsoa en Madagascar. La fundación se asoció con la universidad “por su perspectiva política estable en una economía emergente y la oportunidad de crecimiento”. También estrechó vínculos con organizaciones locales que promueven el acceso a la educación y la participación comunitaria y con la agencia de arquitectura Studio Mortazavi.
La forma de la pequeña construcción está inspirada en una colmena: es un polígono con dos entradas, dos baños y un armario. El diseño exterior va en línea con los textiles tradicionales de Madagascar. La idea es que, a medida que se expandan los niveles y la cantidad de estudiantes, se vayan añadiendo fácilmente nuevos módulos poligonales para bibliotecas, música y arte.
La construcción es un híbrido que fusiona paredes impresas en 3D, levantadas capa por capa, con materiales de origen local en techos, puertas y ventanas. La electricidad proviene de paneles solares y se planea añadir un sistema de recolección de agua de lluvia.
Para los muros se utilizó una impresora a escala arquitectónica que aplicó una mezcla de cemento que soporta la presión ambiental y emite menos dióxido de carbono que el concreto tradicional. De todos modos, en el futuro, Grout espera contar con otras opciones de materiales, más sostenibles, vinculados a los elementos disponibles en los entornos donde la fundación trabaje.
Se estima que las paredes generadas mediante la impresión 3D son veintisiete veces más fuertes que las de ladrillos de arcilla secados al sol, tres veces y medio más fuertes que las de ladrillos de arcilla cocidos al horno y dos veces más fuertes que el hormigón usual. Esto le garantizaría una larga vida al edificio.
Con este procedimiento el costo total de la construcción, de unos 230 metros cuadrados, ronda los 20.000 dólares. Esto, según la revista oficial de la Smithsonian Institution en Washington D.C. (el conjunto de museos, centros de estudio e investigación que buscan difundir el conocimiento), equivale a la mitad de lo que otras organizaciones de Madagascar han invertido para construir escuelas con métodos tradicionales. Aún así, la financiación, proveniente principalmente mediante donaciones, fue uno de los mayores desafíos para la organización.
El edificio que se transformó en el primero de este tipo en el mundo se terminó el 14 de abril pasado y en esta primera etapa acogerá a unos 20 estudiantes de ingeniería. En los planes inmediatos está verificar su funcionamiento e instalar este tipo de construcciones en zonas rurales para acoger niños, niñas y adolescentes sin acceso a la educación en la cercanía.
Replicar y escalar el modelo
“Estamos increíblemente orgullosos de todos en nuestro equipo por hacer posible esta escuela. Es el primer paso de un viaje interminable para aumentar el acceso a la educación en todo el mundo”, dijo Grout en las redes sociales de Thinking Huts una vez finalizada la construcción del primer edificio. Y añadió: “Antes de construir redes vibrantes de escuelas impresas en 3D en todo el mundo, nos comprometemos a establecer una base sólida en Madagascar. Los cambios a gran escala suceden poco a poco y no existe tal cosa como tomar atajos cuando se trata de derechos humanos”.
De este modo, la fundadora de la organización dejó claro que, aunque planea replicar el modelo en todos los lugares que lo necesiten —ya se encuentra en diálogo con asociaciones en Zimbabwe, Malawi, Pakistán, India y Sudáfrica—, no se darán más pasos hasta no perfeccionar y afianzarse en el primer lugar escogido para la prueba piloto.
Si todo sale según sus deseos, durante este año se levantarán tres escuelas más en Ibity, una zona rural de Madagascar. La organización también pretende enseñarles a los miembros de la comunidad a utilizar la impresora 3D, así como lo hicieron con quienes fueron contratados para participar de la construcción del primer establecimiento. Si más personas conocen el procedimiento, creen, podrán replicarlo y construir más escuelas en el futuro.
“Estamos comprometidos a abordar las necesidades específicas de cada comunidad con la que nos asociamos, preparando a los estudiantes y maestros para el éxito sin importar las circunstancias”, dijo. “Visualizamos un futuro con igualdad de oportunidades en el que la educación sea universalmente accesible. Esto es para lo que estamos trabajando con todas y cada una de las escuelas que construimos”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN