Kamila tiene 14 años. Migró de Venezuela a Lima hace cuatro. Si bien era muy pequeña cuando llegó y eso hizo que la experiencia fuese “bastante amigable”, ahora, dice, comienza a comprender mucho de lo que implica haberse ido.
“Dejar tu país, dejar tu hogar es bastante duro. La incertidumbre de no saber si vas a volver a ver a tu familia. En el momento de la migración yo tenía diez años, entonces creo que no sentí ese dolor. Obviamente extrañaba pero no me daba cuenta de muchas cosas. Creo que las experiencias más difíciles tienen que ver con darse cuenta de que aquí solo teníamos a la familia. Y ya que llevo en Perú cuatro años empiezo a ver y a entender todas las problemáticas que vivimos como migrantes: la discriminación, la xenofobia. Claro que hay cosas buenas pero eso fue lo más difícil de captar y aceptar”.
Un día la madre de Kamila le habló de Quinta Ola —una asociación que busca promover y proteger los derechos de niñas, adolescentes y mujeres—, le contó que ofrecía un programa para jóvenes como ella, Chamas en Acción (“chamas” significa “chicas” en Venezuela), y la alentó a postularse.
“Me llamó bastante la atención y decidí sumarme porque me di cuenta de que nos iba a ayudar a mejorar en las situaciones que estábamos viviendo. Era algo muy novedoso para mí y me interesaba mucho. Por eso, quise participar del programa y entrar en el activismo juvenil y en el feminismo”, cuenta.
Valentina también tiene 14 años y llegó a Perú desde Venezuela hace cuatro. Migró con su madre, su primo y un tío de su primo. En su país de origen dejó a sus abuelos, a quienes veía todos los días, y a su mejor amiga desde los 5 años, con quien había compartido, en ese momento, la mitad de su vida.
“Dejar mi país, mi familia y mis amigos no fue fácil, tuve que aprender a adaptarme a un nuevo estilo de vida; al principio me chocaba un poco pero luego de unos meses todo fue diferente”, cuenta. “La xenofobia fue de las cosas que más me chocó cuando llegué, más que nada porque pasaba la mayoría del día en el colegio y tenía compañeros que se burlaban de mí por ser venezolana. Fueron tiempos bastante incómodos pero agradezco que ya no sea así”, agrega.
A Valentina la información sobre Chamas en Acción también le llegó de su madre a quien, a su vez, se la había enviado una conocida. “Vi que el programa trataba sobre temas que siempre me habían parecido interesantes (feminismo, empoderamiento, trabajar contra el racismo y otros temas sociales) pero nunca me había dado a la tarea de investigarlos más a fondo, por lo que me pareció una buena idea inscribirme”.
Como Kamila, como Valentina, 50 adolescentes migrantes venezolanas de entre 13 y 17 años en 2021 y otras 40 en 2022 se sumaron a participar de este programa creado por la asociación Quinta Ola que las convocaba para otorgarles herramientas con las que enfrentar las situaciones que viven en su vida diaria, para que desarrollaran habilidades de liderazgo y encontraran un espacio de pares donde tejer redes para facilitar la integración. Y desde esa base, contribuir a la construcción de una sociedad libre de violencia y discriminación.
Empoderamiento político
Gianina Marquez —magíster en Estudio de Género—, Beatriz Córdova —politóloga y también magíster en Estudios de Género— y Karina Nuñez —comunicadora para el desarrollo y maestranda en Sociología— son activistas feministas y cofundadoras de Quinta Ola: “Una asociación abiertamente feminista que busca velar y defender los derechos de niñas, adolescentes y mujeres en su diversidad mediante actividades educativas, culturales, de incidencia y lo que nuestra imaginación y nuestros deseos nos digan”, describe Marquez.
GirlGov Perú fue el primer programa que ofrecieron Marquez, Córdova y Nuñez. Después de que fue completado por una primera camada, nació formalmente la asociación.
“GirlGov Perú es un programa de empoderamiento político para niñas y adolescentes del Perú. Surgió en el 2018. Las tres dijimos: queremos un programa dirigido a niñas y adolescentes, nos organizamos y lo sacamos a pura autogestión, pidiendo donaciones y tocando puertas. Como nos dimos cuenta de que nadie sabía quién estaba detrás de GirlGov Perú, nos propusimos visibilizar nuestro trabajo y el de todas las mujeres que participaron, porque hubo voluntarias y compañeras que nos apoyaron durante el camino. A finales de 2019 decidimos constituirnos como una organización”, cuenta Marquez.
“Comenzamos con el trabajo que sentíamos que era necesario hacer en Perú. Ese primer programa de empoderamiento dirigido a niñas y adolescentes entre los 13 y 17 años consta de talleres en los que reflexionamos y conversamos sobre diversas problemáticas sociales, incluyendo las violencias que como niñas, adolescentes y mujeres vivimos”, agrega Córdova.
Y continúa: “GirlGov tiene este componente de fortalecimiento de las capacidades pero también otro de mentoría en el cual acompañamos a las adolescentes a que, una vez hecho este proceso de reflexión y saberes colectivos, pongan manos a la obra a través de una iniciativa. La que a ellas les nazca, dependiendo de sus intereses. Y en esas mentorías las acompañamos en la construcción de estas iniciativas que han devenido en, por ejemplo, colectivas adolescentes, una campaña específica o un perfil de Instagram para informar y visibilizar ciertos temas”.
La línea del espacio, destacan, es que sea “feminista y no adultocéntrico”. Ellas habían notado que, muchas veces, las adolescentes no contaban con lugares donde sentirse seguras para hablar y compartir sus puntos de vista, sus experiencias e inquietudes, así que decidieron ofrecerles uno. En la primera edición de GirlGov Perú se anotaron 70 adolescentes. Y en la segunda, en 2020, cambiando la modalidad de presencial a virtual por la pandemia de COVID-19, 100. En 2021, 100 más.
“Las adolescentes tienen que enfrentar desafíos diversos, se enfocan en diferentes temas como la defensa de sus derechos para el acceso a la educación, para vivir una vida libre de discriminación, contra el racismo, contra la discriminación hacia la comunidad LGTBI. En el desarrollo de sus investigaciones elaboraron encuestas, relevaron información a nivel nacional sobre cómo la pandemia estaba afectando las adolescencias y presentaron los resultados a autoridades nacionales, ministerios, congresistas”, agrega Nuñez.
Fue cuando la cantidad de participantes confirmó que había una necesidad que las creadoras del espacio formalizaron la asociación. Quinta Ola hace referencia a las olas del feminismo, “honrando el camino que han construido mujeres antes de nosotras y reconociendo que seguimos en una lucha constante. Deseamos que incluya las voces de las niñas y adolescentes, que es un poco el foco con el que nace Quinta Ola”, apunta Córdova.
Contra la xenofobia
GirlGov Perú recibió en 2019 un reconocimiento dentro del premio de Derechos Humanos Javier Pérez de Cuéllar, otorgado por la Embajada de Francia. Luego de ver los resultados que tuvo, la Sociedad Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ por su nombre en alemán), una agencia que apoya proyectos de desarrollo sostenible en todo el mundo, le propuso a Quinta Ola hacer algo similar dirigido a adolescentes migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo en Perú.
“Hicimos un estado de situación de las adolescentes venezolanas migrantes, específicamente en Lima metropolitana y el Callao. Después desarrollamos una propuesta a partir de los temas en los que consideramos que debíamos enfocarnos, ya que en el proceso de empoderamiento se encuentran diferentes niveles y las adolescentes migrantes tenían que empezar en el más básico porque tenían que reconocerse a sí mismas como sujetas de derecho para, a partir de eso, ir hacia adelante”, cuenta Marquez.
Una vez realizado ese análisis se reestructuró el programa de base adecuándolo a las necesidades de las adolescentes migrantes y los nuevos objetivos. Eso condujo a tres proyectos relacionados entre sí: Chamas en Acción destinado a las adolescentes migrantes; Familias sin Fronteras, para el entorno familiar de las jóvenes, y Chama-Hermana, dirigido a adolescentes activistas peruanas, “porque no solamente se debe trabajar con la sujeta que va a estar en proceso de cambio sino que se tienen que fortalecer los entornos más cercanos a ella y generar redes de soporte, y estos grupos ya estaban sensibilizados y sabíamos que iban a tener una apertura a incluir una lucha por comunidades pacíficas, libres de xenofobia”, explica Marquez.
“Perú es uno de los destinos más recurrentes para la población migrante, refugiada y solicitante de asilo venezolana. Y las violencias y estereotipos sobre la comunidad venezolana se han sentido muy fuerte: en los medios de comunicación, las instituciones públicas (porque también hay una xenofobia institucionalizada) y la sociedad en general. La xenofobia es algo que las adolescentes venezolanas viven y la búsqueda de un entorno seguro donde compartir con otras que están pasando situaciones similares les resultaba atractivo”, señala Córdova.
Chamas en Acción, como GirlGov Perú, ofrece espacios de reflexión, comités de trabajo para fortalecer el activismo y acompañamiento mediante mentorías para pasar a la acción. También cuenta con una “estrategia integral de acompañamiento psicosocial, porque las adolescentes migrantes llegan con diferentes situaciones y estados de salud mental, así que consideramos importante que nuestros ejes de trabajo incluyeran uno transversal de sanación individual y comunitaria”, cuenta Marquez.
Los talleres y espacios de análisis están enfocados en los derechos humanos y la violencia de género a partir de las vivencias de las jóvenes y cómo se manifiesta en sus comunidades. De sus experiencias, las coordinadoras relevan cuáles son las situaciones de riesgo, cuáles los mecanismos que reproducen la violencia en sus entornos y cuáles las instituciones públicas que no hacen nada para protegerlas. Con esa información crean campañas de incidencia o de comunicación. Luego ponen el eje en el activismo, para que las participantes del programa tengan herramientas para hacer algo frente a esos problemas o situaciones. En esta etapa, invitan a participar a activistas adolescentes peruanas con experiencia en la implementación de iniciativas vinculadas a la lucha contra la violencia de género.
“Mediante la representación e inspiración del grupo de pares ellas pueden constituir sus propias colectivas o definir sus propias acciones de activismo a futuro”, dice Marquez.
Kamila conformó su propio grupo, que se llama Atenisa y tiene un perfil de Instagram “que se enfoca en visibilizar la hipersexualización de niñas y adolescentes venezolanas migrantes que residimos en Lima”, dice la joven activista. “Nos parecía una problemática que se tenía que tratar porque no era muy visibilizada y sí muy normalizada. La mayoría de las chicas que estamos en el programa vivimos la hipersexualización, la sexualización de nuestros cuerpos, el acoso, entonces de ahí surgió”, cuenta.
El programa incluye apoyos para las familias “para que ellas también se sientan empoderadas en proponer soluciones, porque a veces las vemos como sujetos pasivos que solamente reciben información, pero también pueden ser puntos focales para fortalecer las comunidades en torno a la prevención de la violencia, de la xenofobia”, explican en la asociación.
Resultados
Por este proyecto, Quinta Ola fue reconocida por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con el Premio Regional a la Innovación 2022 para las Américas. “De las 481 organizaciones que postularon solo ganaron siete y nosotras somos una, la única en la región de las Américas”, enfatiza Nuñez. Este galardón se entrega anualmente a las organizaciones que buscan transformar la realidad de las personas refugiadas y desplazadas a través de métodos y enfoques innovadores. Los de este año, anunciados el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, reconocen el papel de las organizaciones lideradas por mujeres que trabajan en el contexto del desplazamiento forzado.
Más allá de este premio, los resultados de Chamas en Acción se ven tanto en la convocatoria que tiene como en lo que dicen y hacen las participantes: “Mi experiencia ha sido muy interesante y enriquecedora, he aprendido un montón acerca del activismo, así como también de mí misma. Me gusta mucho aprender y hablar de problemáticas que nos afectan a las adolescentes migrantes venezolanas, me parece que es muy importante visibilizarlas y darles la importancia que merecen”, dice Valentina.
Kamila coincide: “[En el programa] conocí muchas personas muy buenas, contactos y amistades. Aprendí sobre el activismo, sobre las problemáticas que vivimos como adolescentes, como mujeres, como niñas migrantes. Sobre el feminismo. Es reconfortante saber que encontré este lugar y que me ha ayudado a crecer y a desarrollarme como la persona que soy. Y lo que más me gusta es que todo lo que aprendimos lo hemos podido poner en práctica, logramos empezar una acción, un activismo, hacemos incidencia. Este programa nos da oportunidades para lograr cambiar la sociedad y enseñar a las personas sobre lo que vivimos”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.