En la Argentina, el 60% de los adolescentes de 13 a 17 años no realiza ninguna actividad física o deportiva extraescolar. Al focalizar en las mujeres, el porcentaje asciende al 70%. Estos datos son del Observatorio Social del Deporte, que gestionan el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad de San Martín y el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación. Además, del total de adolescentes que no realiza ninguna actividad física extraescolar, el 74,2 % pertenece al nivel socioeconómico más bajo y el 71,7 % vive en villas o asentamientos.
Para dar respuesta a este problema, ONU Mujeres y el Comité Olímpico Internacional decidió implementar en la Ciudad de Buenos Aires el programa Una Victoria Lleva a la Otra (UVLO). La iniciativa consiste en crear espacios físicos y emocionalmente seguros para la práctica deportiva con el fin de fortalecer el liderazgo, la autoestima, la salud, el empoderamiento económico y la prevención de la violencia de género. Es una propuesta pensada para chicas de 13 a 18 años residentes en barrios vulnerables.
UVLO surgió en Brasil como un legado social de los Juegos Olímpicos de Río 2016. En la Argentina se pensó en implementarla después de los Juegos Olímpicos de la Juventud, que se llevaron a cabo en 2018, y finalmente se concretó en 2021.
A nivel global, Unicef estima que las niñas dedican un 40 % más de tiempo a las tareas de cuidado que los niños. Más tareas del hogar significa menos tiempo para jugar, aprender y practicar deportes. La desigualdad crece a medida que las niñas se hacen mayores, ya que cuando tienen entre 10 y 14 años dedican un 50% más de tiempo a las tareas de cuidado.
En la transición a la adolescencia, ellas reciben menos incentivos que sus pares varones para desarrollar habilidades deportivas, cuentan con menor autonomía sobre sus cuerpos y enfrentan la responsabilidad de proteger su salud sexual y reproductiva. El deporte, además de promover la salud física y mental, es una poderosa herramienta para derribar los estereotipos y roles de género que generan discriminación, violencias y desigualdades. De acuerdo con la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres, cerca del 90 % de las víctimas de violencia sexual en el país son mujeres. Casi el 40 % son menores de 18 años.
El objetivo de UVLO es desarmar las desigualdades y los estereotipos de género e impulsar un desarrollo pleno en la adolescencia y una vida libre de discriminaciones y violencia.
Durante 2021, la iniciativa se puso en práctica en la Ciudad de Buenos Aires con el apoyo de Women Win y en conjunto con la Fundación para el Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), Fundación SES - Sostenibilidad, Educación, Solidaridad y el Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Se realizaron talleres y prácticas deportivas en 46 organizaciones comunitarias para contribuir a la formación integral de las jóvenes en cuatro ejes temáticos: liderazgo y autoestima; salud y derechos sexuales y reproductivos; derechos y eliminación de la violencia contra las mujeres y niñas y objetivos y planificación profesional y financiera.
Espacios para ellas
“Partimos del diagnóstico de que no había espacios para adolescentes, en general, en los barrios populares. Al poner el foco en las chicas, se ve que estaban abocadas a tareas de cuidado o domésticas. No había propuestas recreativas o deportivas para ellas”, dice Nayla Procopio, coordinadora de la implementación de UVLO por parte de FEIM.
Durante el primer año de pandemia, se realizó un mapeo para conocer las organizaciones y ver si era posible implementar el programa. Luego se armaron las bases y articulaciones. En enero de 2021, se empezó a concretar la propuesta para lanzarla.
El 26 de enero se inició la capacitación a facilitadoras y entrenadoras. La primera fase de formación contó con 10 encuentros virtuales a cargo de la organización Empodera, que ya había implementado el programa en Brasil. Ahí la intención fue transmitir la metodología del programa y reflexionar sobre por qué es un programa deportivo exclusivo para chicas, pensar sobre cómo crear espacios física y emocionalmente seguros para las participantes del programa y cómo accionar en casos de abuso y compartir experiencias y aprender de las distintas vivencias pedagógicas y de aplicación del programa.
Uno de los desafíos que enfrentó el programa a nivel local tuvo que ver con la heterogeneidad que tenían las 46 organizaciones vinculadas. “Había desde clubes que tenían más estructura y experiencia hasta comedores que por primera vez se animaban a ofrecer actividades a adolescentes. Algunas organizaciones tenían sus propias instalaciones para desarrollar la propuesta y otras acudieron a canchas públicas o parques grandes”, dice Procopio.
Otro desafío fue la negociación territorial. “Hubo que negociar días y horarios con grupos de varones por los espacios. En algunos casos estuvo todo bien, pero en otros hubo situaciones en las que se evaluó que no estaba bueno lo que se estaba generando, que era riesgoso, y se buscó otro espacio”, relata Procopio.
Una experiencia
Anabela Rodríguez es presidenta del Club Malvinas Argentinas, una de las organizaciones, que se encuentra en Parque Chacabuco. “Las chicas venían todos los sábados. Había dos grupos de veinte: uno de 10 a 12 h y el otro de 12 a 14 h. Dictamos iniciación deportiva. Se practicó handball, fútbol, hockey y vóley. Usamos una cancha pública y con mucho esfuerzo logramos que la comunidad entendiera que de 10 a 14 ese ámbito era para ellas”, relata.
Rodríguez recuerda que al principio las chicas, que en su gran mayoría vivía en el Bajo Flores, tenían miradas muy individualistas. “Una frase que se escuchaba frecuentemente era ‘si no te cuidás vos no te cuida nadie’. En lo deportivo, esto se traducía en que no se pasaban la pelota. Trabajamos mucho en la grupalidad. A fin de año las chicas planteaban que no se sentían solas y que estar juntas las hacía más fuertes”, relata.
Rodríguez adelanta que este mes en el club se van a retomar los encuentros deportivos: “La idea es seguir generando propuestas para las chicas y seguir trabajando en clave de género”.
Cómo es la metodología
La consigna fue que cada organización barrial contara con una entrenadora y una facilitadora. La iniciativa fue implementada por 128 entrenadoras y facilitadoras. “El programa apuesta a que las facilitadoras y entrenadoras queden vinculadas a las organizaciones. Es la capacidad instalada que queda en el territorio”, señala Daniela Devoto, coordinadora de la implementación de UVLO por parte de Fundación SES.
Los primeros encuentros se desarrollaron entre marzo y octubre del año pasado. “Llegamos en un momento en el que por la pandemia muchos y muchas adolescentes habían perdido contacto con espacios de vinculación”, señala Lisa Solmirano, referente de ONU Mujeres.
La propuesta llegó a 1.236 adolescentes que viven en barrios populares. UVLO logró mejorar la autoconfianza y facilitar el acceso a información sobre salud, derechos, empoderamiento económico y planificación financiera.
La metodología del programa está inspirada en un modelo desarrollado por la organización Women Win y se apoya en dos pilares: acceso a la práctica deportiva en espacios seguros y desarrollo de habilidades para la vida. Esta estrategia se implementa a través de cuatro módulos que se dictan en un plazo mínimo de seis meses, en formato de taller de veinticinco participantes por grupo. En la primera hora, las participantes realizan alguna práctica deportiva conducida por profesoras que han sido entrenadas en la metodología. En la segunda hora, el mismo grupo de chicas participa de rondas de diálogo, teatro, exhibición de videos y juegos, entre otras dinámicas que son acompañadas por una facilitadora.
Luego de una primera fase de implementación, UVLO concentra sus esfuerzos en difundir la metodología a través de seminarios y talleres de trabajo y sensibilizar a los sectores privado y público sobre el potencial de este tipo de abordajes para alcanzar objetivos de igualdad de género. “El programa tiene potencial de escalabilidad y replicabilidad muy alto. Creo que incluso en las provincias del interior del país podría tener más impacto” expresa Solmirano.
Sobre los impactos de UVLO, la representante de ONU Mujeres dice: “Con el programa pudimos corroborar que a las adolescentes el deporte les interesa si se les ofrecen espacios seguros para practicarlo. Tiene que haber cada vez más propuestas deportivas con perspectiva de género. Muchas de las chicas al final del programa se sintieron empoderadas y más confiadas para expresar su voz. Otro impacto interesante fue la ampliación de redes comunitarias. Las organizaciones se vincularon entre sí y aprendieron sobre metodologías para trabajar con este rango etario”.
El mejor resultado: seguir juntas
Magali Sahakian tiene 19 años, estudia Tecnicatura en Intervención Sociocomunitaria en la Universidad Nacional de Avellaneda, es jugadora de futsal en un club de barrio y fue facilitadora de UVLO en un centro ubicado en Cildañez. Ella milita en la organización política La Colectiva.
Fundación SES invitó a La Colectiva a participar del programa y desde la organización se encargaron de la inscripción. Se repartieron volantes y se difundió a través del boca en boca. Los encuentros fueron los sábados y se eligió practicar vóley.
“En el barrio donde me tocó a mí, el mayor problema era que a las chicas les costaba mucho hablar. Cuando se hacía una pregunta en el espacio de reflexión, nadie contestaba. A medida que fue avanzando el programa, se generó confianza y ellas se abrieron un montón. Se armaron debates muy ricos, en los que se aprendió mucho. Pudimos indagar sobre cuestiones que antes teníamos naturalizadas”, dice Sahakian.
Hoy el grupo sigue activo y ese es el mejor resultado. Resume Sahakian: “Las chicas se organizan para jugar al vóley entre ellas en el Parque Avellaneda. Ellas nunca más van a estar solas, ya no van a sentir que no pueden hablar con nadie. Tejer redes es algo muy importante que te cambia la vida”.
_________
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.