Las enfermedades no transmisibles (ENT) son, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la principal causa de muerte en el mundo: provocan cada año 41 millones de fallecimientos, el 71 % del total anual. La proporción, calcula la OMS, subirá al 77 % para 2030. En este grupo se incluyen las enfermedades cardiovasculares, las respiratorias crónicas, el cáncer y la diabetes.
“Pandemia de enfermedades no transmisibles”, define Gabriel Lapman, médico nefrólogo y cardiólogo que lleva adelante un programa de medicina de estilo de vida que, afirman quienes la aplican, puede no solo prevenir sino también tratar y revertir estos problemas de salud cada vez más frecuentes. ¿Cómo se explica que estas dolencias, que no son nuevas, avancen cada vez más pese al desarrollo de la ciencia? Lapman dice que la medicina hizo muchos progresos en casos críticos, pero nuestra forma de vivir empeora nuestra salud: “La gente vive en piloto automático, mira Netflix todo el día, come lo que hay, fuma. Y la COVID-19 empeoró todos estos hábitos: aumentó el estrés, disminuyó el movimiento, se duerme peor”, dice sobre el tema acerca del cual ahonda en su libro RESET.
En esa línea, la OMS señala que los cuatro factores de riesgo más importantes de las ENT son el uso de tabaco, los hábitos alimentarios inadecuados, el sedentarismo y el abuso de alcohol, “todos ellos determinantes sociales evitables y prevenibles”.
Es precisamente en nuestros hábitos cotidianos que, para combatir estas enfermedades, se basa la medicina de estilo de vida: un modelo que lleva más de 30 años de éxito en otros países y comienza a fortalecerse en América Latina.
Seis pilares para la salud
Según el American College of Lifestyle Medicine (Colegio Americano de Medicina del Estilo de Vida), se trata de “un enfoque basado en evidencia que busca prevenir, tratar e incluso revertir enfermedades reemplazando conductas no saludables por saludables”.
Estas conductas saludables son los seis pilares de la medicina de estilo de vida.
- Alimentación basada en alimentos integrales de origen vegetal
- Actividad física regular
- Un adecuado descanso, basado en mejorar los hábitos de sueño
- Buenas relaciones interpersonales
- Evitar hábitos y sustancias tóxicas (como el consumo de tabaco)
- Desarrollo de estrategias para manejar el estrés
Evidencias
No sorprende a nadie que cualquiera de los hábitos señalados ayude a prevenir enfermedades. De hecho, es lo que suele sugerirse en una consulta médica tradicional. Pero, como dice la definición citada más arriba, la medicina del estilo de vida es un enfoque que también permite tratar e incluso revertir enfermedades. Y hay evidencia que lo avala. ¿Qué ejemplos hay de esa evidencia?
Uno de los estudios icónicos es el que llevó adelante en 1989 el doctor estadounidense Dean Ornish, cuyos resultados se publicaron un año después en la revista The Lancet.
El Lifestyle Heart Trial dividió en dos grupos, de forma aleatoria, a 48 pacientes con enfermedad coronaria. El grupo de control, unas 20 personas, mantuvo sus conductas habituales, mientras que el resto de los 28 pacientes adoptaron las siguientes pautas: una alimentación vegetariana baja en grasas, práctica de actividad física de intensidad moderada por 30 minutos diarios, cese del tabaquismo y manejo del estrés. El estudio duró un año, al cabo del cual el 82 % de los pacientes en el grupo experimental evidenció regresión al menos parcial de sus placas ateroscleróticas, mientras el grupo de control en promedio experimentó progresión de sus lesiones. Luego, se hizo un seguimiento por 5 años, en los cuales se acentuaron los cambios.
Hoy, el Programa Ornish se ofrece en distintas ciudades de los Estados Unidos, con 18 sesiones de 4 horas cada una en las que se hace foco en los hábitos. Ahí radica la diferencia con los enfoques habituales: el cambio de estilo de vida no es solo una recomendación aleatoria, sino parte del tratamiento: se enseña, se acompaña y se miden resultados.
Otro programa reconocido mundialmente que aplica las pautas de la medicina de estilo de vida es el Complete Health Improvement Program (CHIP, que en español se traduce como Programa de Mejora de la Salud Integral). En sus inicios se enfocaba solo en la mejora de la salud cardiovascular. Pero conforme pasaba el tiempo y se acumulaban estudios sobre sus beneficios en otras enfermedades como la diabetes o incluso en casos de depresión, se amplió su alcance.
En 1998 se publicó el primer estudio sobre los resultados de CHIP: 288 personas participaron durante un mes del programa y lograron mejoras significativas en sus indicadores de colesterol, diabetes y presión arterial. Aquel estudio demostró que era posible obtener buenos resultados en estos indicadores en un corto tiempo y sin la necesidad de una internación.
Resultados similares (de mejoras en los niveles de colesterol, la glucosa o de riesgo cardiovascular) se obtuvieron en más de 40 estudios distintos, en poblaciones tan disímiles como habitantes de Canadá o poblaciones aborígenes de Australia.
Aunque varía según dónde se lo aplique, CHIP consiste básicamente en encuentros en los que tanto profesionales de la salud como voluntarios capacitados instruyen sobre hábitos saludables.
Los obstáculos
La pregunta que surge naturalmente es: si los estudios abundan, ¿por qué los profesionales de la salud promueven tan poco este enfoque?
Lapman, que es uno de los fundadores de la Sociedad Argentina de Medicina de Estilo de Vida (SAMEV), analiza: “Los médicos nos formamos sin el tema del estilo de vida, somos farmacodependientes. Pero la evidencia es tan grande que se instala en la agenda y cada vez se hace más hincapié en esto entre colegas”. Además, agrega: “El paciente empieza a demandar estas soluciones, porque se siente defraudado con lo que aporta la medicina tradicional en casos de enfermedades crónicas”.
Valeria Broder, también médica cardióloga y partidaria de la medicina de estilo de vida, hace una lectura similar: “En la comunidad médica fuimos educados para tratar todo con comprimidos. Y es más fácil decirle al paciente que tome algo para el colesterol que enseñarle a cambiar hábitos. Además, estamos atados al sistema: las consultas son de 15 minutos”.
La doctora añade que entre colegas muchas veces “no se cree que el paciente quiera hacer cambios”. Y, sin embargo, señala que “los pacientes tienen muchas ganas de tener otra relación con la salud”.
Broder también enfatiza en el hecho de que “en la medicina convencional, el protagonista es el médico”, mientras que en la medicina de estilo de vida “vos producís un cambio en tu vida, vos sos el primer actor, te empoderás”. Y dice que “cambiar el protagonismo es algo que cuesta, tiene que ver con una cuestión de egos”.
Esta forma de encarar la medicina se ha desarrollado en los últimos años en América Latina, donde han surgido asociaciones médicas nacionales y regionales (como LALMA, Latin American Lifestyle Medicine Association). Además, existen universidades (como la Universidad Ricardo Palma, en Perú, pionera en la región) que comienzan a incorporar este enfoque en sus planes académicos.
Por otra parte, Broder destaca que los programas de medicina de estilo de vida aún no son contemplados por prepagas y obras sociales, y que es algo en lo que se debe avanzar. En los Estados Unidos, algunos (como CHIP) ya son reembolsables por el sistema médico.
Tanto Lapman como Broder aclaran que la medicina de estilo de vida no excluye a la tradicional, sino que se complementan. Y ambos llevan adelante programas con estos principios en la Argentina.
Experiencias locales
Junto con su esposa Yael Hasbani, que es health coach y culinary coach, Lapman lleva adelante el Programa Cardiofood Lifestyle, principalmente con asesorías en línea. “Nos basamos en programas como Ornish y CHIP, pero los adaptamos a la realidad de la Argentina”, explica el médico, quien ejemplifica que una diferencia entre la realidad local y la de países como los Estados Unidos es que allá se cena más temprano.
“Acá se come mucha carne, lácteos, huevos y facturas. Nosotros tratamos de potenciar el plato, es decir, hacer cambios graduales pequeños, como cambiar una medialuna del desayuno por una fruta. De a poco la gente se empieza a sentir mejor”, cuenta el médico, quien planea abrir el primer consultorio de medicina de estilo de vida en Buenos Aires.
La alimentación es el eje central del programa, aunque también se tocan los otros pilares de la medicina de estilo de vida. “Tenemos tres sesiones en las que hablamos de cómo potenciar la alimentación. Se empieza por ahí: lo más rentable y menos difícil es la comida. También trabajamos mucho en manejar los pensamientos. Brindamos rutinas de ejercicio físico y estimulamos a contar la cantidad de pasos que se hacen por día. Y damos rutinas para mejorar el sueño nocturno”, describe Lapman sobre el programa, por el cual pasaron 200 personas.
El programa, de ocho semanas, incluye asesorías individuales (por la pandemia se ha basado en encuentros virtuales), además de asesoramiento y orientación en un grupo de WhatsApp.
A fines de 2021, Lapman y Hasbani publicaron un estudio realizado entre mayo y diciembre de 2020, que consistió en un cuestionario para que 51 participantes del programa evaluaran su bienestar tras participar de Cardiofood. La conclusión fue que “existe una buena valoración subjetiva del bienestar en participantes latinoamericanos del programa, representado en mejores sensaciones de energía, lucidez, capacidad de elecciones de alimentos y salud”.
Un programa de 21 días
Broder trabaja en el Sanatorio Adventista del Plata, ubicado en Libertador San Martín, una localidad de Entre Ríos a 50 kilómetros de Paraná, la capital provincial. Ahí lidera un programa de 21 días de medicina de estilo de vida, que comenzó en 2020 y por el cual ya pasaron un centenar de personas.
Existen seis fechas en el año en las cuales es posible anotarse para participar tanto de manera semipresencial como 100 % online. En la primera de estas modalidades se hacen estudios médicos y entrevistas personales al principio del programa.
Los participantes ingresan a un grupo de WhatsApp en el que un equipo interdisciplinario brinda asesoramiento permanente. El equipo de profesionales está compuesto por Broder (que es cardióloga), tres nutricionistas, un preparador físico, una psicóloga y un pastor (a diferencia de otros programas de medicina de estilo de vida, este trabaja fuertemente en la contención espiritual).
“Si el paciente pone voluntad se ven cambios rápidos en indicadores como la presión y las glucemias. Yo tengo que ir siguiendo cada caso y si algún participante lo requiere, bajarle la medicación que esté tomando”, cuenta Broder. Y dice que el equipo trabaja en un estudio que recopila los resultados obtenidos.
“Nosotros les vamos pasando información a los participantes y planteamos objetivos de cada área. Además, los jueves hay un taller por videollamada y hacemos encuestas cada semana para tener un seguimiento. El objetivo es que cada uno, en su circunstancia, incorpore hábitos saludables”, resume la doctora, quien está organizando para este año el segundo Congreso de Medicina de Estilo de Vida en la Argentina.
El grupo de WhatsApp también promueve la interacción. “Se apoyan entre ellos, se muestran fotos. Y esto potencia la acción”, cuenta.
Luego de completadas las tres semanas, los participantes siguen en un grupo de “egresados”. “Sabemos que mantener es lo más difícil en estos planes”, dice Broder.
Y, además, la médica destaca que hay un ida y vuelta entre profesionales de la salud y pacientes. “Nos basamos en escucharlos y no desestimamos lo que nos digan los aprendizajes. A partir de ese feedback vamos puliendo el plan. Muchas veces las necesidades no son las que imaginamos”. Y cierra: “En esta interacción, nos produce felicidad ver cambios reales en la salud integral de las personas”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN