Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 180 mil niñas, niños y adolescentes mueren cada año a causa de la inseguridad vial. Además, los traumatismos por siniestros viales son una de las cuatro causas principales de muerte en niñas y niños mayores de 5 años. Y el problema es especialmente grave en América Latina.
Los niños y niñas son la población más vulnerable en materia de tránsito. Y, pese a esto, no son tenidos en cuenta en el sistema de seguridad vial, señala María Fernanda Rodríguez, fundadora y presidenta de la Fundación Gonzalo Rodríguez, de Uruguay, que trabaja desde hace 15 años en lograr un “cambio cultural”: “Cuando empezamos a trabajar sobre seguridad vial infantil en 2007 ninguna organización de América Latina lo hacía. Asociábamos el tema con alguna charla de un inspector de tránsito en alguna escuela, algo muy informal. Pero en cuanto a legislación, por ejemplo, solo en algunos países se hablaba de que los menores de 12 debían viajar atrás”, recuerda Rodríguez.
La fundación tiene por objetivo reducir las muertes en siniestros de tránsito y hace especial foco en la seguridad vial infantil. Es referente en América Latina y acaba de organizar el cuarto Foro Internacional de Seguridad Vial, en Bogotá, Colombia.
Por su estructura física, las niñas y los niños están más expuestos. Por ejemplo, su cabeza es, en proporción con el resto del cuerpo, más grande que la de las personas adultas, lo que hace que en caso de accidente salgan despedidos de sus asientos con mayor fuerza. A esto se suma que los autos no están diseñados para personas de menos de 1,5 metros. Como peatones, quedan expuestos a los vehículos que circulan a altas velocidades en zonas de grandes concentraciones de infantes, como las escuelas y parques.
La fundación trabaja desde 2007 en crear conciencia sobre esta vulnerabilidad de los niños y niñas, con el foco puesto en asesorar a Gobiernos para que generen políticas públicas y que el tema cobre notoriedad. Hasta su fallecimiento en 2019, contó con el asesoramiento de Charlie Whiting, expresidente de la Fórmula 1.
“Entendimos que trabajar un proyecto puntual no iba a lograr la incidencia necesaria, que el camino para lograr un alcance mayor era a través de políticas de Estado. Hay que trabajar con los Gobiernos. No mimetizarse, sino caminar con ellos y, poco a poco, a través de investigaciones en las que mostrás dónde está el problema, después de mucho andar, se va moviendo el aparato de políticas públicas de un país”, dice Rodríguez. Ella cree que, para tratarse de un cambio cultural, se ha avanzado rápido. Y que eso se debe a la sensibilidad que despiertan los niños: “Cuando se demuestra que están en peligro, se avanza en soluciones”.
De todas formas, el hecho de que el camino más eficiente para trabajar la seguridad vial infantil comience en el Estado no significa que la responsabilidad termine en las oficinas gubernamentales.
“La seguridad vial infantil es algo transversal. No solo implica al Ministerio de Transporte, Salud o Seguridad Vial. También incluye la responsabilidad de organizaciones públicas y privadas y de los usuarios. Incluso los seguros marcan que la responsabilidad es compartida: se asume que habrá un error humano y el sistema debe estar preparado”, analiza Mathías Silva, gerente de Capacitaciones de la fundación. “Las políticas públicas deben conjugarse con la educación vial, con un sistema de salud preparado y con usuarios de vehículos que respeten las normativas”, agrega.
Riesgos y medidas
Uno de los riesgos más grandes a los que están expuestos los niños, explica Rodríguez, tiene que ver con su rol de peatones. “Hay que buscar la reducción de la velocidad a la que circulan los vehículos en entornos escolares y donde se mueven niños. Incluir zonas de parques, recreación, hospitales. Y es necesario controlarlo. Algo muy productivo, que no nos gusta a los usuarios, son las cámaras, que ayudan mucho a que la población reaccione, porque luego de la segunda o tercera multa bajás la velocidad”, dice. También subraya la necesidad de marcar bien las sendas peatonales y mejorar las veredas, especialmente en zonas rurales, donde los niños y niñas terminan caminando sobre la calle.
“Otro tema preocupante es el crecimiento del uso de motocicletas en nuestros países”, agrega Rodríguez. Desde la fundación, cuenta, han hecho estudios en más de 40 ciudades de América Latina y el incremento en el uso de estos vehículos obedece a varios factores, desde que son económicas hasta que las personas no tienen la percepción del riesgo que implican, además de la ausencia de buenas redes de transporte público. “Más de la mitad de jóvenes que fallecen son conductores o pasajeros de motos”, dice Rodríguez.
Finalmente, el otro lugar donde los niños y niñas corren mucho riesgo son los autos, porque al fabricarlos no se los tiene en cuenta.
“Ellos no son adultos en miniatura. Los vehículos, cinturones, asientos y airbags están diseñados para adultos. Por eso, se necesitan los sistemas de retención infantil”, explica Silva. Sillas y butacas, diferentes según las edades, pueden reducir entre un 70 y un 90% lesiones graves en caso de accidentes. En la Argentina, su uso es obligatorio para chicos y chicas de hasta los 10 años.
“En algunas ciudades hay un 30 % de uso de estos sistemas, en otras el porcentaje es de solo un dígito”, advierte Rodríguez.
El uso de los sistemas de retención infantil fue uno de los aspectos de la seguridad vial en los que más ha insistido la fundación desde sus inicios. Y es algo que ha dado resultados. “En Chile, por ejemplo, el Gobierno se comprometió, y en un año bajaron las muertes de niños en los vehículos en un 57 % gracias al uso de estos sistemas”, señala Rodríguez. Silva agrega que en ese país la organización asesoró durante una década a más de 200 personas.
La fundación recoge en su sitio web una declaración de Gabriela Rosende, exsecretaria ejecutiva de la Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito (CONASET) de Chile: “La Fundación Gonzalo Rodríguez ha logrado, como ninguna otra institución en América Latina, instalar la temática de seguridad vial infantil como prioritaria, llevando a cabo planes y programas para salvar vidas en el tránsito”.
Las capacitaciones de esta fundación tienen dos líneas de trabajo: una de seguridad infantil, con foco en los sistemas de retención, y otra enfocada en las motocicletas. En general, duran de 4 a 5 días y se dirigen a distintos públicos: tomadores de decisión, agentes de salud que deben replicar el mensaje de seguridad vial, vendedores de sistemas de retención infantil (“para que puedan explicarlos y no solo vender”) o fiscalizadores del tránsito, entre otros.
Acelerar el cambio cultural
Las últimas capacitaciones llevadas adelante por la fundación fueron en Colombia, a fines de febrero. En ese país existe un proyecto de ley para hacer obligatorios los sistemas de retención infantil. “Puede salir en cualquier momento y es importante que los actores clave estén capacitados para cumplir su rol a la hora de implementar la normativa”, explica Silva.
En Colombia se realizó la cuarta edición del Foro Internacional de Seguridad Vial Infantil (FISEVI), un evento que organiza la fundación y que tuvo como sede la ciudad de Bogotá, entre el 9 y el 11 de marzo.
El FISEVI es un foro itinerante que busca facilitar el intercambio de conocimientos, experiencias y buenas prácticas para el desarrollo de la gestión de la seguridad vial en diferentes ámbitos de acción, desde la creación e implementación de políticas públicas hasta acciones lideradas por organizaciones de la sociedad civil y/o instituciones privadas. Las anteriores ediciones de este foro se realizaron en Uruguay en 2014, en Chile en 2016 y en la Argentina en 2018.
Los países que se eligen como sede son los que muestran iniciativas en materia de seguridad vial. Y en este sentido, Rodríguez elogia al Gobierno colombiano: “Creo que estamos ante un hito, porque es el primero que pone al niño, niña y adolescente en el centro de la política pública. No se limita a impulsar una ley, sino que está alineando todos sus recursos (humanos, económicos, legislación, atención postsiniestro, por ejemplo, en relación al problema de la seguridad vial infantil”.
Además, Rodríguez destaca que, así como trabajar de forma directa con los Gobiernos es una manera más rápida de concientizar que las campañas hechas desde la sociedad civil, compartir experiencias y conocimientos entre países también acelera el cambio cultural. Por eso, dice, es importante escuchar lo que hacen en países más avanzados en la materia, como Suecia, que logró reducir a 0 las muertes de niños en accidentes de tránsito.
La cuarta edición de FISEVI tuvo más de 2.800 asistentes (entre presenciales y virtuales) y contó con la participación de más de 60 expertos de 12 países.
“Hay soluciones que ya están en la mesa, como el uso de casco, la reducción de velocidad, la reglamentación sobre vehículos o sistemas de retención infantil. Son cosas que otros países usan desde hace más de 20 años y acá aún las estamos discutiendo”, resume Rodríguez.
Finalmente, remarca que no se deben depositar todas las responsabilidades en los funcionarios: “Nuestro rol es no ser antipáticos con los gobernantes, no hacerles la vida difícil, porque entonces les tiembla el pulso”. Hay, en esto, una enorme responsabilidad ciudadana: respetar las normas de seguridad y tomar conciencia.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN