Nuestra vida cotidiana transcurre cada vez más entre aplicaciones y programas informáticos: para comprar, orientarnos en el tránsito, estudiar o hasta atendernos por un profesional de la salud. El problema es que muchas de estas aplicaciones y programas no son accesibles para todos.
“La falta de accesibilidad digital, especialmente en la pandemia, me complicó en un montón de aspectos, como sacar turnos médicos en plataformas de telemedicina en las que tenía que seguir un montón de pasos para toparme con un calendario inaccesible”, describe Ximena García Romero, quien tiene una discapacidad visual, su experiencia con una turnera en línea que su lector de pantalla (un dispositivo que traduce en audio las imágenes) no podía, precisamente, leer.
García Romero tiene 41 años y dos décadas de experiencia como instructora de tecnología para personas ciegas. Desde hace dos años trabaja en Nahual IT, una empresa que se dedica al desarrollo y testeo de software accesible, donde hoy lidera el equipo de Accesibilidad. Un término que, aclara, abarca no solo a personas con discapacidad, sino a muchas otras, como adultos mayores con dificultades para acceder a la tecnología.
“Hay que abrir la cabeza y pensar que no todos vamos a usar las cosas de una misma manera. No todos usan una computadora con un mouse, alguno puede usar un teclado”, ejemplifica Martín Di Luzio, creador de itgrarte, una fundación de Rosario, en la provincia de Santa Fe, que brinda capacitaciones sobre tecnología a personas con discapacidad con el fin de darles más oportunidades de desarrollo.
Di Luzio es desarrollador, tiene una discapacidad motriz y trabaja en accesibilidad digital. Pero aclara que “tener una discapacidad no hace a alguien especialista”. Precisamente, porque las experiencias de uso de tecnologías son diversas. “Yo me di cuenta de que cometía muchos errores en materia de accesibilidad, como decir ‘como vemos acá’ en una charla online en la que podía haber personas ciegas o dar indicaciones en forma visual sin hacerlo también de manera audible, en caso de que alguien escuchara pero no pudiera ver”.
Entonces, la diversidad de usos de la tecnología, señalan ambos entrevistados, debería tener su correlato en que los equipos que desarrollan y prueban esa tecnología sean diversos.
Un aporte diverso
“Nuestros testers son usuarios expertos en las herramientas utilizadas, pero lo más importante es que representan al usuario final: conocen la experiencia de navegar un sitio web desde el celular, la tablet, la notebook; conocen la experiencia del uso de una app, y ese conocimiento es clave para entregar un producto de calidad y realmente accesible”, explica Gabriel Escobar, socio fundador de Nahual IT.
Nahual IT nació en 2016 con el fin de colaborar con la inserción laboral de quienes egresaban del Proyecto Nahual, un emprendimiento social que capacita en software de forma gratuita a personas de sectores vulnerables. Hoy, el equipo de pruebas de accesibilidad está compuesto por siete personas ―García Romero es una de ellas―, dos de las cuales tienen discapacidad visual y otras dos, discapacidad auditiva (una de ellas es sorda).
“Las pruebas de accesibilidad permiten garantizar que aplicaciones móviles y contenidos web sean accesibles para todas las personas, sin importar su condición física, sociocultural, etc. Esto se relaciona con la forma en la que se presenta el contenido: la cantidad de información, el diseño visual, el uso de color, el lenguaje”, explica Escobar. Y ejemplifica que “en productos audiovisuales la falta de subtítulos y de interpretación en Lengua de Señas Argentina impone barreras a muchos usuarios”.
“En un sitio, por ejemplo, analizamos desde su estructura, cómo se comporta con el lector de pantalla o con el teclado, hasta cómo se presenta la información, si es comprensible o si no lo es. Siempre basándonos en los criterios de la W3C”, explica García Romero.
La W3C es un consorcio mundial formado por entidades públicas y privadas que señala cuatro criterios para que un sitio o aplicación sea accesible: ser perceptible (todos los usuarios tienen que poder percibir lo que dice la pantalla), operable (es decir, lo tiene que poder usar, por ejemplo, quien no maneja el mouse), comprensible (esto implica emplear un lenguaje simple) y robusto (el contenido no debe pesar demasiado y tiene que ser adaptable a distintas aplicaciones).
¿Cómo trabajan en conjunto las personas con discapacidad para lograr que se cumplan estos criterios?
Según la experiencia de García Romero, los distintos integrantes del equipo se complementan, aportan “diferentes miradas sobre una situación o un error” y esto “da más contexto” a la hora de evaluar la accesibilidad de un producto digital.
“Hay cosas en las que es fácil decir si se cumple un criterio o no, como cuando un lector de pantalla directamente no lee el contenido de una pantalla. Pero otras interacciones son más complejas y generan más debate”, explica. Por ejemplo, casos en los que el lector de pantalla ofrece una descripción en audio que puede resultar confusa o insuficiente, pero esto es difícil de determinar para alguien que ya sabe lo que muestra la pantalla, porque puede verla. “En estos casos, por ejemplo, mis compañeros sin discapacidad visual me preguntan si el audio se comprende”, dice García Romero.
Ella, a su vez, aprende, por ejemplo, de las personas del equipo con discapacidad auditiva. “Me han ayudado a buscar que lo visual sea más claro, lo cual es todo un desafío para mí”, dice.
García Romero subraya la importancia del trabajo en equipo entre personas con y sin discapacidad: “Así es que podemos hablar de un equipo inclusivo, diverso. Las personas con discapacidad tenemos que poder trabajar con todas las personas, no solo entre nosotras”. A propósito de esto, Escobar considera que “en términos de clima y cultura de la empresa, las personas con discapacidad enriquecen al resto del equipo”.
Pensar la accesibilidad desde cero
Escobar observa que “de a poco, cada vez más sitios y aplicaciones comienzan a incorporar la accesibilidad”. Pero aún resta mucho por hacer. De hecho, a pesar de que en la Argentina existe la Ley N.° 26.653 que exige a los sitios web del Estado y sus proveedores cumplir con los criterios de accesibilidad, “la mayoría de las apps y sitios del Estado no son accesibles”. Para el fundador de Nahual IT, certificada como empresa B en 2020, esto pasa porque suele presumirse que desarrollar entornos accesibles es costoso.
“Si tenés en cuenta la accesibilidad desde que diseñás, va a ser menos costoso tener un producto accesible”, destaca García Romero. Y subraya que, aun cuando fuera costoso, las empresas deben encargarse de que sus productos y servicios digitales sean accesibles. “Hay una ley que lo exige. Muchas veces, las personas con discapacidad queremos hacer cosas y no las hacemos porque no podemos entrar a los sitios”, dice.
Di Luzio explica por qué aconseja pensar la accesibilidad desde un principio y no solo en las instancias finales: “Tenés que abordarla desde el primer momento o después tener que solucionar lo que ya se hizo mal. Si construís el baño de un edificio sin las adaptaciones necesarias, romper lo que está alrededor para tener una puerta del tamaño adecuado te va a salir mucho más que si lo hubieses considerado desde el principio. Lo que pasa es que si en la formulación de un software no se incluye a personas con discapacidad cuando se diseña, existen sesgos”.
Por eso, Di Luzio alienta a que las empresas incorporen “una mirada lo más diversa posible, entendiendo que los usuarios pueden usar la tecnología de distintos modos”. Y para esto, dice, es útil que quienes aportan esa mirada no solo hablen desde una discapacidad o una forma de usar la tecnología, sino desde su formación en conocimientos técnicos.
Es importante que sean personas que además de probar las cosas sepan cómo se hacen: “En los procesos de construcción de software o apps o sitios deben participar muchas personas con discapacidades para aportar diferentes miradas sobre la forma de operar y usar interfaces. No solo desde su experiencia de usuarios, sino con un rol activo como desarrolladores del producto”. O, dicho de otro modo, “así se logrará un producto final no solo pensado para, sino pensado por” las personas que pueden darle a este producto un uso diverso.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN