El domingo pasado, las provincias de Corrientes, Río Negro, Misiones y Córdoba presentaban focos activos de incendios forestales, según el Servicio Nacional de Manejo de Fuego (SNMF). En Misiones había tres focos y fue enviado un avión hidrante del SNMF; en Corrientes, se desplegó un operativo con 4 brigadistas, una camioneta de ataque inicial y un tractor; en Córdoba también se envió un avión hidrante y en Río Negro, el SMNF movilizó 44 brigadistas, 7 aviones (6 hidrantes y un observador) y 4 helicópteros, una embarcación, un camión y 4 móviles de apoyo. El SNMF informó que además fueron controlados otros incendios en San Luis, Tierra del Fuego, Salta, Misiones, Neuquén, Córdoba y Corrientes. La Argentina arde. El mundo también viene ardiendo en los últimos tiempos, de Australia a California.
Los incendios arrasan con ecosistemas, dañan la fauna y flora, afectan actividades económicas y significan pérdidas materiales y humanas. El cambio climático es el escenario perfecto para esas llamas. “Sequías más intensas y prolongadas”, indica la periodista especializada Tais Gadea Lara, “falta de precipitaciones, temperaturas cada vez más extremas son variables de las que dependen los incendios para su mayor propagación y más difícil contención. Son variables que el cambio climático intensifica”.
Pero ¿qué es exactamente un incendio forestal? Un incendio forestal es —según el Consejo de Federaciones de Bomberos Voluntarios de la República Argentina— un fuego descontrolado de rápida propagación que afecta a bosques, llanuras, pastizales, pasturas, entre otras.
El 95 % de los incendios forestales son producidos por la mano del hombre: fogatas, colillas de cigarrillos mal apagadas, preparación de áreas de pastoreo con fuego. Los factores climáticos —falta de precipitaciones, temperaturas elevadas, bajo porcentaje de humedad, heladas constantes y vientos fuertes— inciden en su propagación. De diciembre a marzo, las provincias del sur tienen un elevado riesgo de incendios forestales. Desde octubre hasta marzo, hay peligro en Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Chaco y Buenos Aires. Para las provincias de Córdoba, Catamarca, La Rioja, Mendoza, San Luis, Santa Fe, Santiago del Estero, Tucumán y todo el norte del país, el riesgo comienza con las primeras heladas de mayo y se extiende hasta noviembre.
Entre quienes buscan soluciones para mitigar este problema, prevenir es clave: al momento de apagar el fuego ya es tarde para actuar.
Uno de ellos es el bombero español Oriol Vilalta, quien a través de la Fundación Pau Costa creó la primera comunidad forestal internacional en la que investigadores, bomberos, agricultores y representantes de la sociedad civil promueven una nueva forma de entender y gestionar los incendios forestales, desde la prevención y no desde un enfoque reactivo de extinción. Esta comunidad, además de permitir un intercambio de conocimientos, desarrolla soluciones y políticas comunes desde 2011.
En pocas palabras, Vilalta quiere reinventar la prevención de incendios: “Hay que pasar de la prevención clásica, que cada año necesita de fondos públicos, a crear estructuras económicas en las zonas rurales. De esta forma, se generaría una actividad que, como resultado, mejoraría la prevención de incendios”, dijo en una entrevista para el sitio español iambiente.
Actividades estratégicas
Según un informe de Ashoka —organización que apoya a Vilalta—, el aumento del éxodo rural, el consecuente abandono y desuso de las grandes zonas rurales y el cambio climático hacen que los incendios sean más extensos, frecuentes e incontrolables. En Europa hay un 50 % más de tierras forestales que hace 25 años, y eso eleva las posibilidades de propagación de incendios.
Un ejemplo entre las soluciones que propone la Fundación Pau Costa es el Programa Rebaños de Fuego, en el que ganaderos e investigadores diseñan caminos estratégicos por los que las ovejas pastan creando cortafuegos naturales. Estas actividades preventivas, además, generan ingresos y mejoran las condiciones de vida rural y su desarrollo económico. “Consumiendo estos quesos y yogures todos podemos contribuir a luchar contra los incendios”, dijo Vilalta en una entrevista en 2019.
Además, este emprendedor social promueve la creación de planes operativos para mejorar la extinción de incendios. Por ejemplo, la diferencia entre frecuencias de radio impiden a los bomberos de distintas comunidades autónomas comunicarse cuando hay incendios fronterizos comarcales o entre países. En este sentido, la fundación fomenta la comunicación y el intercambio entre organizaciones y entidades que trabajan en distintos territorios.
La Fundación Pau Costa ya convocó a 2.500 especialistas de 30 países a participar en sus formaciones y experiencias de intercambio. Más de 5.000 adultos y niños han participado en programas educativos enfocados en su cambio de paradigma. Y 500 firmantes han adherido a un decálogo impulsado por Vilalta, para que otras organizaciones y políticos se unan a su visión, incluidos WWF y Greenpeace. La Fundación trabaja en tres ejes: mejorar la prevención, mejorar los sistemas de extinción y trabajar para que la sociedad vuelva a tener una cultura del riesgo.
Bomberos mejor formados
En la Argentina, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible dio a conocer que la superficie anual afectada por incendios durante 2021 se redujo en un 70 % respecto de 2020. Se trataría de unas 331.000 hectáreas anuales afectadas en 2021, frente al millón que había dejado el histórico 2020. “El gran problema con los incendios es que estamos atentos cuando ya se iniciaron, cuando ya ocasionan desastre, actuando ante la emergencia”, agrega la periodista Gadea Lara. “En lo que definitivamente hace falta mayor acción es en trabajar en la prevención”.
“Los bosques que hay ahora en la zona andina, en el Mediterráneo, California o Australia, son ecosistemas que sufrían incendios ocasionales y adaptados a un calor de verano riguroso que duraba 20 o 30 días”, dijo por su parte en una entrevista reciente Marc Castellnou, también de la Fundación Pau Costa. “Si había sequías se podían alargar hasta el otoño o empezar pronto en la primavera. En este momento estamos viviendo veranos que están teniendo 100 o 120 días de calor extremo, lo cual está generando un estrés muy importante. Y esto favorece los incendios. Los bosques que se adaptan a estas condiciones están mucho menos cargados de combustibles: hay un cambio de especies y una ‘sabanización’ de esos ecosistemas”.
“Como sociedad tenemos que entender el riesgo y el potencial de estos incendios, con lo cual tenemos que tener una capacidad de aceptar las decisiones: en un accidente automovilístico de múltiples víctimas, lo que hace un bombero que atiende la emergencia es seleccionar a las víctimas por posibilidad de supervivencia. En estos momentos, a nivel forestal tenemos que abandonar la idea de pedir medios para apagar incendios y seleccionar el potencial del incendio por la capacidad de extinción que tenemos. Eso implica dibujar escenarios estratégicos, planificar a largo plazo lo que el incendio va a hacer y cuál va a ser la diferencia que podemos marcar nosotros. Las imágenes satelitales son una herramienta, pero si el bombero no es un analista no hay capacidad de trabajar en eso. Ese concepto del bombero como un peón forestal está caduco. Hay que subir ese conocimiento y esa toma de decisiones. Tiene mucha más capacidad de influencia un bombero bien formado que 200 bomberos mal formados y 50 aviones”.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN