Si hoy se empezara a aplicar la ley de etiquetado frontal sancionada el 26 de octubre de 2021 (aún falta que sea reglamentada), el paquete de galletitas Ñamis no llevaría ningún octágono negro. Porque es un alimento bajo en azúcares y sodio, sin grasas saturadas, conservantes, saborizantes ni cualquier otro elemento nocivo para la salud.
Lo desarrolló el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) a partir de la idea de un grupo de padres, madres y un abuelo emprendedores. El objetivo: ofrecer un snack saludable y nutritivo, que tuviera frutas y hortalizas, a niños y niñas de poca edad. Las tres versiones de galletitas que Ñamis está produciendo están hechas con harinas de trigo y de alubia y polvo de zanahoria, remolacha y banana —para obtenerlo, solo deshidratan las frutas y hortalizas—.
A estas versiones de galletitas, más otros productos que aún no se están elaborando de manera industrial, llegaron tras más de dos años de investigación, ensayos, revisiones y testeos. Gran parte de ese proceso se realizó en plena pandemia, con restricciones para circular.
Pero la historia de Ñamis comienza a mediados de 2018, cuando Cristian Miguens y su familia volvieron a instalarse en la Argentina después de vivir varios años en Inglaterra. Allá, Miguens y su esposa se habían acostumbrado a darles a sus hijos e hijas snacks saludables, que luego no encontraban fácilmente acá.
A su vez, Miguens tiene un emprendimiento relacionado con la producción y comercialización de semillas, granos y frutos producidos en la región andina, llamado Andean Grain.
Crear nuevos alimentos
Durante el verano 2018-2019, Miguens comenzó a reunir a familiares y amigos para contarles la idea de crear y producir alimentos saludables para los niños y las niñas. Así conformó una sociedad de siete amigos y amigas que aportaron conocimientos desde lo que cada uno hace o financiamiento. Poco tiempo después, su cuñado Pablo Cinto, dejó su trabajo como ingeniero industrial en petroleras y constructoras para dedicarse a tiempo completo al desarrollo del emprendimiento. Hoy es el director ejecutivo de Healthy Snacks, como llamaron al emprendimiento.
En tanto, la hermana menor de Miguens y también cuñada de Cinto, que cursaba la Tecnicatura en Alimentos en la Universidad Católica (UCA) contactó a Mariana Sánchez, profesora de la universidad y jefa del Departamento de Desarrollo de Nuevos Productos, de la subgerencia de Tecnología de Alimentos del INTI.
Poco tiempo después, durante 2019, varios de los que luego serían socios de Ñamis se reunieron con Sánchez y su equipo para contarles la idea que tenían y ver la posibilidad de que les desarrollaran la línea de productos saludable, rica y divertida, en base a frutas y hortalizas.
El equipo del INTI ya tiene establecido un protocolo para estos casos. Cuenta Sánchez: “Primero, les hacemos llenar un formulario — a veces lo hacemos juntos— que les permite bajar la idea a tierra, pulirla. A partir de ahí, comienzo a pensar con el equipo la propuesta de trabajo, sabiendo la responsabilidad social que tenemos en cuanto a crear alimentos nutritivos, saludables y que promuevan el desarrollo de la industria local”.
También mira qué se está haciendo en el mundo, evalúa los costos y busca conceptos similares “porque uno no consume un producto sino que consume una experiencia”, dice la experta.
Una vez que el instituto cierra la propuesta, se la presenta al emprendedor. Y aclara: “Para nosotros, quien nos contrata es un socio, más que un cliente”. En esto coincide Cinto: “El INTI se cargó el proyecto al hombro como propio”.
Cuando se acuerda la propuesta, se firma un convenio con el INTI donde queda estipulado el esquema de pago y cómo se hará el desarrollo del producto. El instituto comienza a trabajar y a medida que avanza, emite las facturas y cobra.
“El producto se elabora, se testea, se ajusta, se hacen pruebas a escala industrial y se entrega una descripción del proceso de producción detallado, paso a paso. La idea es que no nos necesiten para elaborarlo. Aunque a veces, por ejemplo, nos piden que vayamos a planta a acompañar cambios de escala en la producción”, explica Sánchez.
Del ideal a lo posible
En la primera charla que tuvieron los emprendedores con el equipo del INTI, “todo era sin”, recuerdan Sánchez y Cinto. “Queríamos que no tuvieran alérgenos —gluten, huevos, derivados lácteos, soja—, colorantes, ni saborizantes y que incluyeran frutas y hortalizas”, detalla Cinto.
Lo primero que desarrollaron, en 2020, fue una versión de galletitas sin TACC —trigo, avena, cebada y centeno, para evitar la presencia de gluten—, sin huevo y sin leche. “Pero no logramos que el contenido de azúcar y grasas fuera bajo”, reconoce Sánchez.
A esto se sumó que encontrar una planta que fabricara productos libres de TACC a fasón ―es decir, por encargo de un tercero― fue un desafío. “Por un lado, hay pocas plantas, nos pedían un volumen de fabricación alto y era difícil garantizar la trazabilidad porque en época de pandemia no podíamos acceder a las plantas para verificar. Por otro lado, era muy difícil lograr que el snack fuera bueno nutricionalmente y rico con los insumos que le habíamos sacado”, detalla Cinto.
Además, agrega, “queríamos declarar la lista de ingredientes de manera simple y completa, que cuando una persona la leyera reconociera qué tenían esas galletitas o snacks porque esos insumos estaban en su cocina”.
Luego, se idearon las galletitas que hoy está produciendo Ñamis. “Hay varias desarrolladas, pero por ahora vamos a comercializar tres: zanahoria y jengibre, banana y cacao y batata y vainilla”, explica Cinto.
“También tenemos desarrollada una galletita más económica —sigue—, que se pueda ofrecer en merenderos o comedores que está fortificada con vitaminas, calcio, fibras, baja en grasas y azúcares. Una posibilidad es trabajar con el Banco de Alimentos, por ejemplo”. Por último, el equipo del INTI también diseñó “un snack a base de arroz y legumbres que saldrá en la primera mitad del año. Tiene la forma de un palito”.
Todos los productos fueron testeados con niños y niñas que mostraron qué sabores y formas les gustaban y cuáles no.
Sánchez subraya la mirada de su grupo de trabajo: “Trabajamos convencidos de que tenemos la responsabilidad social de desarrollar productos que desde lo nutricional sean lo mejor posible”.
“Con este proyecto —sigue— la idea se afianzó porque no solo pone el acento en lo nutricional, sino también en promover la industria local. La harina de alubia es un desarrollo nuestro, y conectamos ambos emprendimientos. Lo mismo pasó con un productor mendocino de polvo de zanahoria y remolacha”. Todos productos que hasta hace poco solo se conseguían importándolos.
Si bien la ley de etiquetado aún no fue reglamentada, es una preocupación para la industria argentina. También, la oportunidad de generar más desarrollos como estos.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN.